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Moya Cannon Traducción de Jorge Fondebrider |
Moya Cannon Traducción de Jorge Fondebrider Olvidar los tulipanes Hoy, en la terraza, señala con su bastón y pregunta: "¿Cómo llamas a esas flores?" De vacaciones, en Dublín, en los años sesenta compró los cinco bulbos originales por una libra. Los plantó y los fertilizó durante treinta y cinco años. Los hizo crecer, los dividió, los almacenó en el galpón sobre alambre tejidos listos para plantar en hilera, corolas rojo y amarillo intenso: tesoro transportado en galeones desde Turquía a Ámsterdam, tres siglos antes. Ahora en abril se balancean con un viento de Donegal, encima de las delgadas hojas de los adormecidos crisantemos. Un hombre que cavó surcos derechos y que recogió negras plantas de grosellas, que enseñó a hileras de niños las partes de la oración, tiempos y declinaciones debajo de un mapamundi de tela cuarteada; al que le encantaba enseñar la historia de Marco Polo y de sus tíos que, desalineados, volvían a casa al cabo de diez años de viaje, tajeando entonces el forro de sus abrigos para dejar caer los rubíes traídos de Cathay; ahora, perdiendo primero los sustantivos, está de pie junto a su cantero de flores y pregunta: "¿Cómo llamas a esas flores?" Forgetting Tulips Today, on the terrace, he points with his walking-stick and asks “What do you call those flowers?” On holiday in Dublin in the sixties he bought the original five bulbs for one pound. He planted and manured them for thirty-five years. He lifted them, divided them, stored them on chicken wire in the shed, ready for planting in a straight row, high red and yellow cups- treasure transported in galleons from Turkey to Amsterdam, three centuries earlier. In April they sway now, in a Donegal wind, above the slim leaves of sleeping carnations. A man who dug straight drills and picked blackcurrants, who taught rows of children parts of speech, tenses and declensions under a cracked canvas map of the world- who loved to teach the story of Marco Polo and his uncles arriving home, bedraggled after ten years journeying, then slashing the linings of their coats to spill out rubies from Cathay- today, losing the nouns first, he stands by his flower bed and asks “What do you call those flowers? Aves del invierno He observado frecuentemente, con mis propios ojos, a más de mil de esas pequeñas aves, colgando de un pedazo de madera sobre la costa, encerrados en sus valvas y ya formados. Giraldus Cambrensis, Topographia Hiberniae Desde los acantilados del Norte de Groenlandia descienden los gansos de pecho negro para pacer sobre las juncias cortadas por el viento de Inis Ce. Aterrizan en octubre, exhaustos, trayendo con ellos a sus pichones casi adultos. Nadie en estas costas pudo jamás hallar sus nidos, de modo que, en la antigüedad, se pensó que habían salido de la valva de ganso con forma de crisálida; como a pescados, se los comía los viernes. En abril se reúnen, impacientes, inquietos, gordos sobre los escasos pastos del margen del continente, listos para partir hacia los campos de cría en la tundra de Groenlandia. Al observar ese pavoneo y clamor nerviosos —una orquesta que afina con estridencia antes de la señal para elevarse al viento en una armonía antigua como el hambre— el nombre se aferra de algún lado, mi padre en su clase, en el Sur de Donegal, hablaba de "aves del invierno", el nombre que su maestro le había dado a los muchachos y muchachas grandes que se sentaban en los asientos de atrás, vueltos de Lagan, pronto en dirección a Escocia, ya experimentados, con sus patrones migratorios establecidos. Winter Birds I have frequently seen, with my own eyes, more than a thousand of these small birds hanging down on the sea-shore from one piece of timber, enclosed in their shells and already formed. Giraldus Cambrensis, Topographia Hiberniae From the cliffs of Northern Greenland the black-breasted geese come down to graze on the wind-bitten sedges of Inis Ce. They land in October, exhausted, bringing with them their almost-grown young. No one on these shores could ever find their nests, so in early times it was concluded that they had hatched from the pupa-shaped goose barnacle – as fish, they were eaten on Fridays. In April they gather now, restless, broody, fatted on the scant grasses of a continent’s margin, ready to leave for breeding grounds in Greenland’s tundra. Watching that nervous strut and clamour- a tuning orchestra raucous before the signal to rise on the wind in a harmony old as hunger- the name grips somewhere else, my father’s talk of ‘winter-birds’ in his class in South Donegal, the name his schoolmaster had given to big boys and girls who sat in the back seats, back from the Lagan, bound soon for Scotland, already seasoned, their migratory patterns set. Barrenos Había barrenos oxidados esparcidos por la casa ancestros del taladro manual y del eléctrico, pertenecientes del viejo electricista que había vivido acá antes que yo. Fue, tal vez, el aprendiz más joven de la foto ajada de la Galway Electrical Company, 1910; el muchacho con una gorra ancha y chata, sentado, con la pierna cruzada, delante de los obreros mayores, que posan con gravedad aunque animosamente, una cuadrilla embarcada para iluminar calles oscuras. Por su alcance, conservé el barreno más grande como atizador, lo conservé por la suerte, confiriéndole un sentido de presagio. El último verano oí sobre un segundo juego de barrenos. Cuando mis tíos abuelos Erskine, los últimos tres, se fueron de Kilcar a Chicago, con sus cuatro hijos partidos antes que ellos, cerraron la puerta tras de sí, sin preocuparse por ponerle traba. Sus objetos de valor habían sido dejados con vecinos quienes, tres cuartos de siglo más tarde, se los entregaron a mi primo: un paquete de barrenos para reparar barcos. Siete Edward Erskine pescaron en la misma playa desde que el primero llegó de Escocia y se casó. Apenas trajo consigo los barrenos, pero la palabra ya había viajado bien, herramienta esencial, guardada en las bodegas de muchos barcos, habiendo navegado las costas del Norte, por siglos, habiendo probado la textura de lenguajes, dialectos: Nafarr, nafog-r, nave-g-r, barreno, arpón de barco. Augers There were rusted augers scattered about the house, ancestors of the brace-barrel and the electric drill, owned by the old electrician who had lived here before me. He was the youngest apprentice, perhaps, in a scratched photo of the Galway Electrical Company, 1910- the boy in a baggy, flat cap, seated, cross-legged, in front of older working-men, all grimly yet gamely posed, a crew embarking to illuminate dark streets. I kept the largest auger as a poker for the range, kept it for luck, investing it with a sense of augury. Last summer I heard of a second set of augers. When my Erskine granduncles, the last three left Kilcar for Chicago, their four siblings gone before them, they pulled the door closed behind them, not bothering to lock it. Their valuables had been left with neighbours who, three-quarters of a century later, returned them to my cousin– a bundle of augers for fixing boats. Seven Edward Erskines had fished off the same white strand since the first one had come from Scotland and had married in. He had hardly brought the augers with him, but the word was already well travelled, essential gear, tucked away in the holds of many boats, having navigated northern coasts, centuries, having tested the grain of languages, dialects- Nafarr, nafogār, nave-gār, auger, boat-spear. Caballo de Vogelherd, 30.000 A.dC.
Parecería que el arte nace como un potro
que de inmediato puede caminar.
John Berger
El caballo mide la mitad de mi dedo meñique; tallado en marfil de mamut, le han roto las patas, tres donde comienzan, la cuarta por encima de la rodilla, pero su cuello, arqueado como el de un Lipizzaner, sus narices abiertas, están tensos de vida. El artista o chamán que lo talló como tótem, adorno o juguete difícilmente pudo haber previsto que los caballos crecerían que se les pondrían bridas, monturas, que de todas las manadas de mamuts, amos de las claras estepas, ningún animal sobreviviría, que las estepas se reducirían, que, en las superpuestas montañas hacia el Sur, los ríos alterarían su curso pero que este caballo seguiría galopando a través de diez mil años de hielo, que vería las muertes, las mutaciones de las especies, que vería florecer a una especie, homo faber, el hacedor, que lo ha hecho, o, que, empleando un cuchillo de piedra o hueso, lo ha hecho surgir del colmillo del mamut, lo ha pulido con arena, tomándose su tiempo con los belfos, el fino hocico, y lo ha puesto sobre el piso irregular de la cueva Hohle Fels para que cabalgue un momento.
Vogelherd Horse, 30,000 B.C.
Art, it would seem, is born like a foal
that can walk straight away.
John Berger
The horse is half the length of my little finger- cut from mammoth ivory its legs have been snapped off, three at the haunch, the fourth above the knee but its neck, arched as a Lipizzaner’s, its flared nostrils, are taut with life. The artist or shaman who carved it as totem, ornament or toy could hardly have envisioned that horses would grow tall would be bridled, saddled, that of all the herds of mammoths, lords of the blonde steppes, not one animal would survive, that the steppes would dwindle, that, in the stacked mountains to the south, rivers would alter course but that this horse would gallop on across ten thousand years of ice, would see the deaths, the mutations of species would observe the burgeoning of one species, homo faber, the maker, who had made him, or, who, using a stone or bone knife, had sprung him from the mammoth’s tusk, had buffed him with sand, taking time with the full cheeks, the fine chin, and had set him down on the uneven floor of the Hohle Fels cave to ride time out. Estorninos Algunas cosas no pueden ser atrapadas en palabras, estorninos sobre un río de octubre, por ejemplo: el modo en que se elevan desde el borde de un tejado en una nube dirigida por un coreógrafo oculto; el modo en que suben, se agrupan y descienden, tirando de alguna arteria desconocida del corazón humano; el modo en que la nube se rompe y fusiona las partes inferiores de las alas recogiendo toda la luz que quedaba en el cielo del crepúsculo; el modo en que vuelan hacia el tejado de un depósito, pájaro a pájaro marrón. Starlings Some things can’t be caught in words, starlings over an October river, for instance- the way they lift from a roof-ridge in a cloud directed by a hidden choreographer; the way they rise, bank and fall, tugging at some uncharted artery of the human heart; the way the cloud tilts, breaks and melds the undersides of wings garnering all the light that’s left in an evening sky; the way they flow down onto a warehouse roof, bird by brown bird. Moya Cannon nació en Dunfanaghy, Condado de Donegal, en 1956, aunque desde años vive en la ciudad de Galway. Sus libros publicados a la fecha son Oar (Dublin, Salmon, 1990), que le valiera el Premio Brendan Behan al mejor primer libro, y The Parchment Boat (Loughcrew, 1997). Considerada una de las más importantes poetas de su generación, los poemas que se publican a continuación, en traducción de Jorge Fondebrider, son inéditos |
Jorge Fondebrider nació en Buenos Aires en 1956. Poeta, ensayista,
traductor y periodista cultural, colaboró con los principales diarios y
revistas de Argentina. Entre 1986 y 1992 fue secretario de redacción de
Diario de Poesía, cuyo consejo de dirección integró durante los
primeros diez años de existencia de la revista. Es autor de los
siguientes libros de poemas: Elegías (1983), Imperio de la luna (1987),
Standards (1993), Los últimos tres años (2006), así como Conversaciones
con la poesía argentina (1995), que reúne entrevistas con 29 poetas
nacidos entre 1919 y 1940. Ha realizado antologías de Joaquín
O.Giannuzzi y Juan Gelman. Ha traducido a Georges Perec, Henri
Deluy, Bernard-Marie Koltès, Edward Jablonski, Yves Di Manno, entre
otros. Es autor además de Poesía francesa contemporánea 1940-1997
(Buenos Aires, Libros de Tierra Firme,1997), antología bilingüe que
reúne la obra de cuarenta poetas franceses de las últimas décadas y
coautor de la antología Poesía irlandesa contemporánea.
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