Del muro nos sorprende su firmeza;
de él sabemos que se alza
sobre la hierba
y lo evaden el viento, la lluvia, las arenas,
el tiempo.
El muro no habla, el muro no camina. Sólo sabe
moverse hacia dentro, su dureza es un oscuro
accidente que no acaba
y al reclinarnos en él —al enfrentarlo— somos traspasados
del vértigo que lo sostiene.
Hasta quedarnos quietos y sin cabeza.
Hasta volvernos el muro.
Tal vez la noche sea la sombra que ese muro proyecta.
Tal vez no haya noche y sea el muro también
el mismo mar inabarcable, las islas,
las estrellas, la historia universal.
—A donde quiera que volteo
el brusco acomodo de sus piedras hiere mis labios,
entonces el muro se abre de un grito, y al caer en ese pozo
se invierte la noción de cada cosa que invento día a día:
el aire es salado y se llena de peces,
el mar no se ve, se respira,
y la Historia la hacen los animales...
Del acero eligió la voluntad de aprisionarnos.
Final
Qué triste que nunca me hayas amado,
ni en menos luz pueda ya nunca encontrarte,
ni en menos polvo pobre, ni en menos sombra.
Si aún en mí parecías fluir de ti misma a ti misma,
y parecías, por mucho, evadir toda certidumbre,
hurtada a un resplandor, lejana respiración del fuego,
vuelta un velo, una transparencia, un muro de cristal,
un límite encendido del vacío en torno a mí, consuelo, de una ausencia,
intacta, inaccesible al mundo roto en apariencias,
mientras yo imaginaba un ámbar para compartirlo,
imposible, pues yo te deseaba y tú brillabas sin inclinarte,
como un viento, como una rosa se inclina hacia nada,
tú sola tu propia certidumbre, tú sola una resonancia de tu verdad ligera,
certidumbre de tu fuerza, certidumbre de saber que me engañaba,
que no era amor, ni era el mar llegando al cielo este poder,
sin pensar en lo irreal, ciego, sin dudar, sabiendo que mentía
el brillo de una estrella dibujada falsamente en la ola.
El aire nuestro
Respiro
Respiro alrededor del eje inmóvil de mi sangre
Y de mi nombre y mi sombra quedan cenizas que se enlazan a la muerte del día
Como si el día también se consumiese en una profunda respiración
Y yo, al respirar, fuese una piedra desprendida de la alta respiración del cielo
Atrapado entre dos gravedades
Cercano al odio
Cercano al amor
Respiro, ahora mismo respiro,
Poco a poco mi aliento se extiende como una luz deshabitada
El bosque gira y en la calma
Es una esfera de savia frente al mar que es una esfera de sal
Yo estoy en mi respiración como al centro de una esfera
Y la estrella en su lejanía es una esfera que me encierra
Mientras salgo de mí a tocar el mundo con mi aliento
Mientras ciño en mi pecho el peso de todos los colores
Y marco en cada paso que doy
El peso de mi respiración sobre la hierba
Al incendiar la hierba con pisadas que sostienen
todo el peso de la lumbre en mis pulmones
Y me deshilo en hilos de aire, y me deshilo al impulso del viento
En esta tierra que mece sus cimientos
Y agita en el interior de una montaña
La entraña ardiente que me precipita hacia el valle
En la avanzada de la hierba que respira
Mientras respiro con los ojos el brillo del incendio
Mientras respiro con la frente la luz de un sol tardío
Y me encamino a donde yace el fuego enterrado
Que es extender mi respiración a las raíces
Mientras aspiro y exhalo sin cesar
Este aire nuestro:
Estoy aquí el aquí respiro
Pausa
Tal vez el silencio es un muro
que de nuevo erguido
mira la nada pasar,
tal vez es un astro.
Un brillo intenso,
alguna luz quizá,
porque lo dicho en otro tiempo, arde;
desde un hemisferio
en sombras
vuelve a arder,
presintiendo el olvido.
El brillo del fuego
pero también
un agua negra
que nos colma.
Quizá diciendo nada,
oyendo nada,
somos sólo restos
del día que pasó,
un negro pozo
que se ahonda.
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