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portada-elogio.jpg Elogio a la incomodidad
Mercedes Luna Fuentes
Siglo XXI-UACH,
México, 2011. 

Por Raúl Zurita
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No. 46 / Febrero 2012

 


La reinvención del amor

Único, sorprendente, Elogio a la incomodidad de Mercedes Luna Fuentes se cuenta sin más entre los libros más extraños, fuertes y fascinantes de la reciente poesía hispanoamericana. Dándoles la espalda a toneladas de insoportables poesías del yo, los poemas que aquí se leen trazan una mirada que no había sido registrada antes, y en la cual, la neutralidad del tono, el aparente desapego, la frialdad, nos hacen ver paradojalmente, como si fueran expuestos bajo un lente que los amplificara hasta la demencia, lo más inmediato e intraducible de una experiencia central, la única experiencia insoslayable; la de ser un cuerpo, o lo que es lo mismo, la de ser una soledad. Cruzada así por una extraña distancia, como en un informe necrológico, la voz que habla en estos poemas anota, registra, de tanto en tanto, puntualiza, con la minuciosidad extrema de quien sabe que lo que está describiendo es el escenario arrasado, vuelto cenizas, de un mundo que más que sus afectos, lo que ha perdido es el lenguaje que alguna vez nombró esos afectos. Lo primero que constata esta obra es así el fracaso de una forma de decir, que es también el fracaso de una manera de entender la poesía, para levantar, en cambio, desde lo más irreductible de los cuerpos que somos, las palabras nuevas que puedan devolverle a esos cuerpos los significados de sus palabras perdidas; la palabra tú, la palabra yo, la palabra nosotros; y señalarnos de paso que sólo por la hipotética, mínima posibilidad de reinventar esas palabras, es decir, por la probabilidad casi inexistente de reinventar el amor como lo pedía en Una temporada en el infierno el pequeño Rimbaud, es que la poesía continuará siendo el arte del futuro.

Es el vaticinio final de estos poemas. Mercedes Luna, a través de un lenguaje desprovisto de todo artificio retórico, de una limpidez y precisión casi hirientes, va describiendo las funciones de una nueva anatomía donde los brazos, la columna vertebral, los tobillos, la piel, los dientes, los estómagos –como si fueran piezas de automóviles– se van ensamblando según sus propias leyes de ajustes, de acomodos y desacomodos, mostrándonos los movimientos mediante los cuales un ser solo, comienza poco a poco a ensayar pasos y posturas, que lo llevarán hasta el límite de otro cuerpo. Hay en efecto una chaqueta; hay un hombre en una cama; hay un hospital; hay dos estómagos bronceándose en una playa, dispuestos en una extrañeza esencial, que en el último poema transformará en la imagen despojada de lo que podríamos llamar una proximidad, un acercamiento, un afecto: dos seres que comienzan a tocarse en una playa, el aceite que cubre en el final del libro, los hombros marchitos de una mujer.

Creo que en parte es eso. Por cierto Elogio a la incomodidad es muchísimo más de lo que insinúan estas torpes líneas. Leemos estos poemas y nos leemos, ensayamos los movimientos que esta poesía nos detalla, y lo que leemos es esa suma de pequeños desplazamientos, de giros apenas perceptibles que sumados uno a uno, como un alud de nieve, van tendiendo ese cúmulo infinito de actos fallidos, abrazos, yerros, insomnios y de encuentros, que por más de cinco mil años hemos persistido en denominar ‘lo humano’.

Más acá; en la magistral concatenación de sus secuencias, en su conmocionada contención, en su inteligencia luminosa e implacable, este libro nos revela las zonas más frágiles y expuestas de lo real: la soledad, la separación, el anhelo de otro que es posiblemente el único anhelo de eternidad que nos fue dado en este mundo. Construido entonces desde una distancia que no es sino la máscara más expuesta de la pasión, lo que Mercedes Luna está haciendo es reinventar el poema de amor.


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