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| Por Juan Carlos Abril |
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No. 73 / Octubre 2014 |
| Fragmentos de un encajador 31 poemas, de David Mayor, es un título neutral para un libro que, sin embargo, a poco de comenzar a leerlo, te atrapa y estimula poema a poema, y que bajo la advocación de Rafael Cadenas, se alude a la prosa como el eje por el que circulará el libro, pues como bien se sabe en la prosa se puede encontrar la poesía, igual que en muchos versos de otros autores no hay una sola gota de poesía. Y se refiere además al vivir como un ejercicio de misterio. Gran cita para introducirnos a un libro grande o, mejor dicho, 'mayor': "No sé qué edad/ hay que tener para ser mayor:/ la ambigüedad de la vida, parte/ orgullo y parte miedo,/ difícil de entender/ con sólo un punto de vista." (de Pregunta corsaria). El juego va más allá de lo aparentemente simple, y así se apunta a lo alto y a lo bajo, hacia varias direcciones, desde una perspectiva sincrética y performativa, pervasiva. "Y encontraron la vida fiel a la vida,/ el silencio nítido/ de lo que pasa inadvertido." (de El secreto mejor guardado). Lo que hay en lo que no hay, lo que se ve en lo que no se ve. Partiendo de la teoría de los actos de habla deberíamos tener en cuenta la multitud de alusiones a la propia palabra poética o a acciones relativas a la literatura, la poesía, la lectura, etc. La reflexión metapoética se halla en muchos momentos, no solo de manera directa, "mi trabajo es la aproximación,/ subrayar con tinta muy licuada/ la vida que cambia de acera" (de Advertencia), o "Sobrevalorado/ como las palabras,/ siempre de segunda mano,/ los poemas corregidos […]" (de Corredor de fondo), entre otras muestras que podríamos citar; sino también indirecta, "No hay palabra sin resistencia/ ni vida de línea clara" (de El hombre que espera), u otras referencias literarias, a lectores o libros… "Casi nadie se atreve a escribir/ más que agudas apostillas/ o eruditos comentarios […]" (de Franck Ribéry). De entre estas composiciones destaca, en nuestra opinión, Exceso de equipaje, que por su brevedad reproducimos aquí: "La palabra/ obstáculo/ es difícil de saltar/ si no la escribes./ La palabra/ nada es refugio/ si no la tachas. //Pero no olvides que/ las palabras no son/ las cosas que representan./ Demasiado usadas/ pierden siempre exactitud." (ibíd.) Reflexión, en suma, desde el contenido mismo como desde la autorreflexión: lenguaje que siempre está preguntándose por su propia razón de ser. Agua sucia nos explica, desde esta óptica, que la poesía significa viaje: "Y tú, que intentas aprender, escondido en los pronombres mientras decides abrir el libro de los viajes" (ibíd.) Por eso la segunda parte se titula El libro de los viajes, aunque en realidad podría haberse titulado todo el volumen así, ya que la primera parte, A pasos de distancia consta solo de un poema, igual que la última, Domicilio, planteando un retorno a la intimidad familiar, al hogar, como refugio frente a la intemperie y al desamparo de un viajero deshabitado "que ni él mismo se reconoce" y que se ve envuelto en un viaje no elegido, perteneciente a un entramado que se mueve y que no puede controlar. Libro de los viajes, no del viajero. Por tanto hay una suerte de misterio poético o atmósfera circulando por estos 31 poemas que otorga un sentido meditativo amparado en el recorte narrativo, en una prosa sabiamente escogida, en una escritura que corta transversalmente los géneros poéticos para ser poesía sin importar la forma, o formulado de otro modo: también desde la forma se postula otro contenido, son vasos comunicantes y dialógicos. El recorte y la elipsis apuntan a la precisión de la anécdota señalada, a la parábola de las situaciones y a su relación simbólica (en La mujer del año: "Te haría un símbolo, Charlotte, autopista solitaria […]"), al cálculo de los acontecimientos y los sentimientos, a los relatos personales y a las historias colectivas, a la incapacidad por entender de manera completa el todo, pero sí acercarnos en sus partes, desde nuestra fragilidad de individuos, con nuestras imperfecciones: "La idea de mostrar sólo lo mejor/ de nosotros es repugnante." (de Mil demonios). Vida como entidad abstracta, pero también como fuerza que nos atraviesa, que no se toca sino en la concreción de las cosas. De hecho es la palabra —con toda su carga— que más se repite en el libro, «vida», en las páginas 13, 19, 25, 32, 35, 36, etc., culminando en el poema final Vida secreta, donde se apela a lo que no hay, a lo que no se puede alcanzar, pero se busca o se anhela. Se siente. Se siente igual que la poesía, que no se puede explicar ni traducir con otras palabras. La poesía es ilusión o esperanza, más allá de ingenuidades, de una utopía posible, al menos en sus pequeñas realizaciones, en sus miserias y grandezas. Una utopía que no se convierta en una quimera. Un lenguaje que lejos de aspirar a formular grandes verdades, se conforme con algunas certezas íntimas. Porque la verdad nunca se alcanza, como en un nomadismo constante: "Y luego tampoco/ sabrás si es posible acercarse/ a la verdad […]" (de Afina la puntería), tema también abordado en el magnífico Pesca con mosca. El fragmentarismo nunca impide leer el discurso, la comprensión de los textos, ni que el lector tenga que «descifrar» ningún jeroglífico. De hecho, los relatos parcialmente presentados, fragmentariamente estructurados poseen la marca de un "encajador" (La mostra de Venecia; y p. 38, París-Dakar) que sabe que se escapan las cosas nada más apresarlas, y una mirada nostálgica a veces empeña y empaña ese relato, como quien ve partir una persona querida en una nave. Hay en el fondo un lamento por el tiempo ido, como en el estremecedor Tiempos nuevos. En fin, sea como fuere, seguiríamos citando muchos ejemplos y mucho más podríamos decir de 31 poemas, pero baste lo dicho para recomendar este libro maduro y ciertamente revelador, un poemario importante de un autor ya imprescindible en el panorama de la poesía española contemporánea. |
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