...Nicanor Parra expresaba en su Defensa de Violeta Parra. Se dice de ella que escribió su primera canción a los nueve años y no se detendría en tal oficio hasta 1967, año en el cual se suicidó, dándose un balazo en la sien. |
VIOLETA PARRA
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Décimas Su nombre era como el oro Y cuando estaba chanta´o ni el diablo tomar lo hacía. Felices y en armonía pasaba con sus coltraos, hast’ ayuda al plancha’o de las costuras más finas. Entonces matan gallinas con pebre bien picantito, pero esto llama traguito, de nuevo la tomatina. Pero no había en la blonda comarca de los sureños viviente más placentero en leguas a la redonda. Yo le miraba sus hondas pupilas de noche oscura, cuando su voz con ternura me llama su palomilla, y agrega, esta lechuguilla es toda mis desventura. Su nombre era como el oro y al pronunciarlo crujía. Digan Francisco Isaías las bocas todas en coro, de apelativo sonoro. Mi taita mucho lo estima y a su nobleza se arrima por su sabrosa vertiente, qu’es vino y es aguardiente qu’es música y alegría. Flaco, elegante y moreno, de ojos risueños y grandes, de trato fino y galante, de sonreír lisonjero. Su frente, un ancho sendero de pensamientos fecundos, de razonar furibundo pa’ defender su confín. Gracioso como Chaplín vuelve las horas segundos. Trabaja en el batallón de militares andinos, más en la escuela de niños donde va su hijo mayor. Pero una tarde llegó con un andar fatigoso, con el hablar tan penoso, que mi mamá ha comprendido que algo del cielo ha caído terrible y muy misterioso. Por ese tiempo el destino se descargó sobre Chile; cayeron miles y miles por causa de un hombre indino. Explica el zorro ladino que busca la economía; y siembra la cesantía, según él lo considera, manchando nuestra bandera con sangre y alevosía. Fue tanta la dictadura que practicó este malvado, que sufr’el profesorado la más feroz quebradura. Hay multa por la basura, multa si salen de noche, multa por calma o por boche; cambió de nombre a los pacos; prenden a gordos y a flacos, así no vayan en coche. Tiritan en los hogares, no duermen los habitantes, en velas y delirantes por si entran esos guardianes. Ya van sumando millares de justos y pecadores; repletas son las prisiones, se viv’ en un sobresalto; y el presidente tan alto detrás de las municiones. Los niños ya no son niños, son pájaros espantados, le temen a los soldados como a las bestias en piño. Este recuerdo me ciño al centro del corazón, concédame la ocasión para decir crudamente, que Ibáñez, el presidente, era tan cruel como el león. El que su puesto regía, mañana ya no lo tiene, el paco no se detiene y andan matando a porfía. Se sed le exige sangría, persigue al que le da ganas, el vendedor de avellanas s’integra a la oposición, por eso es que a Anabalón, lo matan una mañana. Por ese tiempo se enferma Polito, hermano menor. Aunque le traen doctor la pulmonía no merma, las cataplasmas d’esperma le llueven al angelito, que cada vez más flaquito se va para el otro mundo; ¡qué pálido y moribundo! No hay caso para el Polito. Cuidándolo noche y día, se le da agüita del cielo. Los pasos van por el suelo sin golpes ni gritería; Polito entró en agonía; no puede su desventura vivirla sin amargura. Mi mamá se desespera, y a Dios le dice leseras la pobre, con su locura. Yo miro sin comprender la magnitud del problema; procuro entrar en su pena para poderla entender. La veo al amanecer tal cual como se acostara: con lágrimas en la cara y su angelito en los brazos. El niño está en su regazo con su mirada tan rara. Cuando ella eleva los gritos, comprendo que el niño ha muerto. Parece que está durmiendo no más aquel palomito. Tomarlo yo solicito, pero ella no lo consiente, maldice al Omnipotente por dertinarl’ este mal, y maldice al otro animal de oficio de presidente. Tres días se veló al niño, porque mi mamá lo quiso. Si el juez no le dio permiso, lo consintió su cariño. Con “alba” color armiño lo llevan al cementerio. No tan ausente el criterio me anuncia muy pequeñita, qu’en libertad mi mamita, vive en un cruel cautiverio. La jardinera Para olvidarme de ti voy a cultivar la tierra; en ella espero encontrar remedio para mi pena. Aquí plantaré el rosal de las espinas más gruesas; tendré lista la corona para cuando en mí te mueras. Para mi tristeza, violeta azul; clavelina roja, pa' mi pasión; y para saber si me corresponde, deshojo un blanco manzanillón; si me quiere mucho, poquito o nada, tranquilo queda mi corazón. Creciendo irán poco a poco los alegres pensamientos; cuando ya estén florecidos, irá lejos tu recuerdo. De la flor de la amapola seré su mejor amiga; la pondré bajo la almohada para dormirme tranquila. Cogollo de toronjil cuando me aumenten las penas; las flores de mi jardín han de ser mis enfermeras. Y si acaso yo me ausento antes que tú te arrepientas, heredarás estas flores: ven a curarte con ellas. {moscomment}
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