El haiku en tres poetas contemporáneos
Segunda entrega

Una taza de café con Francisco Hernández


Por Abraham Sánchez Guevara


entrevista-hernandez-01.jpgEsta entrevista a Francisco Hernández es la segunda de tres entregas de entrevistas a poetas del haiku (o haijines) en español que hicimos como parte de nuestra investigación doctoral: otra a Raúl Renán y otra a Irene Selser.

Heredero del romanticismo, como él mismo ha dicho y como se puede apreciar en su obra, Francisco Hernández estremece con su poesía de estilo directo, sus personajes desorbitados y su naturaleza alucinante. Su haiku y su poesía breve son especies que abundan en esta fauna lírica.

No. 60 / Junio-julio 2013


El haiku en tres poetas contemporáneos
Segunda entrega

Una taza de café con Francisco Hernández


Por Abraham Sánchez Guevara

Esta entrevista a Francisco Hernández es la segunda de tres entregas de entrevistas a poetas del haiku (o haijines) en español que hicimos como parte de nuestra investigación doctoral: otra a Raúl Renán y otra a Irene Selser.

Heredero del romanticismo, como él mismo ha dicho y como se puede apreciar en su obra, Francisco Hernández estremece con su poesía de estilo directo, sus personajes desorbitados y su naturaleza alucinante. Su haiku y su poesía breve son especies que abundan en esta fauna lírica.

 


entrevista-hernandez-01.jpgFrancisco Hernández: No sé mucho de haiku. Esos que están en Mar de fondo...1 creo que por Raúl Renán que en aquella época le gustaban, y nos reuníamos en un café, y ahí empezaba a contagiarnos para tratar de escribir.


Abraham Sánchez: ¿Cuándo fue más o menos eso?

F.H.: Yo creo que fines de los sesentas, principios de los setentas, que nos reuníamos varios en un café, ahí en Insurgentes y Culiacán. Éramos jóvenes en aquel entonces.


A.S.: Sí, porque Raúl Renán tiene un libro de haikus que se editó en los años setenta, y también tiene otro de tankas donde escribes con él.

F.H.: Sí, porque me invitó, me dijo “Lo hacemos entre los dos”, y apenas son tres. En mi libro de Mar de fondo hay más haikus, pero no volví a escribir.


A.S.: ¿Por qué crees que en esa época Renán y varios se hayan interesado en el haiku? ¿Crees que hay alguna razón de tipo cultural o histórico de por qué en esa época les llamó la atención mucho más escribir haiku?

F.H.: No sabría decirte qué fue lo que pasó. Quizá coincidió con alguna reedición del libro de Octavio Paz sobre Basho, Sendas de Oku. Entonces también nos fijamos en ese libro, pensamos en la estructura de los haikus, en que aparentemente para nosotros era más fácil escribir eso que un soneto. Pero el haiku reúne, no sólo por el número de sílabas, toda una atmósfera, que es lo que hace al haiku. Que realmente resulte japonés es lo más difícil. Ahora, al hacer un haiku, simplemente por el número de sílabas de 5-7-5, que sea mexicano o sobre algo mexicano, como que pierde su esencia, y al perder su esencia puede ser cualquier poema. Eso es lo que yo pienso, que debe tener un aire japonés, asiático para que pueda llamarse haiku.


A.S.: Puede ser mediante las cosas de las que se habla. Por ejemplo, un bambú. Pero también se puede hacer un haiku de algo digamos cotidiano que puede estar en cualquier parte del mundo, de otro tipo de árbol o del agua o de la sed, y aún así mantener cierto aire japonés. No sé entonces en qué podría estar ese aire japonés. A lo mejor ya no estaría en los objetos de los que se habla, sino en una forma de escribir, de mirar la vida, relacionada con el budismo zen quizá.

F.H.: Quizá eso tiene mucho qué ver.


A.S.: También tienes un poema, en Portarretratos, se llama “Ezra Pound en una estación del metro”:

La aparición de sus cambiantes rostros
en la multitud:
pétalos en una oscura, húmeda flama.
2

Que es como un homenaje a un haiku de Ezra Pound.3

F.H.: Sí.


A.S.: Y que podría ser ese también un haiku a pesar de que no tiene la métrica más estricta. ¿Entonces el haiku tampoco tiene que ser necesariamente…?

F.H.: Que ceñirse al 5-7-5.


A.S.: O también, estos haikus están hablando de una estación del metro. Es decir, es lo urbano, aparentemente no es precisamente zen. Y sin embargo la óptica… Cómo describir lo zen en poesía, cómo es la mirada zen, más que los objetos, es también lo que estoy tratando de indagar.

F.H.: Eso es lo más difícil de lograr, lo que estábamos diciendo. Cómo hacer que con el metro por ejemplo, se pueda hacer una atmósfera zen. Eso es lo más difícil de lograr. Quizá para los japoneses no.


A.S.: Tiene uno, se llama “Noche cerrada”:

Yankee Stadium:
frasco lleno
de luciérnagas.
4

F.H.: Ahí está uno absolutamente citadino, moderno. Y es ver el Yankee Stadium desde un edificio muy alto y verlo allá como eso, un frasco lleno de luciérnagas.


A.S.: También he estado con la duda de algunos poemas que están numerados, alguno de estos números, tanto tuyos como de algunos otros poetas como Carlos Pellicer, podrían ser considerados en cierto sentido haikus. Claro que cabría replicar que no porque forman parte de un poema más grande. Está continuado, a lo mejor tiene cierta narratividad, no está aislado, etcétera.

F.H.: Ahora me revelas que uno puede escribir haikus o algo muy cercano quizá sin darse cuenta. Yo había olvidado por completo ese del Yankee Stadium. Si tú no me dices que podría ser un haiku yo no me acordaría.


A.S.: Sí pues es que uno como estudiante pues anda buscando, y el poeta cuando lo hace muchas veces no dice “Ahora voy a hacer un haiku”, sino que simplemente…

¿Por qué te llama la atención la brevedad en tu obra? Por ejemplo, con las postales de viaje, que suelen escribir los haijines hispanoamericanos. Un viaje a cualquier parte y hacer una especie de postal, muy breve.


F.H.: Pues yo creo que tiene que ver con el instante. No recuerdo exactamente el texto. Octavio Paz tiene uno del relámpago: Antes oscuridad. El relámpago. Luego oscuridad. Esa es la vida. Y quizá por eso esa búsqueda de un verso o de un poema que te haga soñar con la posibilidad de estremecer a un lector con algo que no se esperaba. Pienso que es quizá por eso la necesidad, la búsqueda inconsciente de encontrar algo deslumbrante en unas cuantas palabras.


A.S.: También es muy moderna esa búsqueda de la concisión. A lo mejor en nuestro mundo contemporáneo a las personas les llama la atención eso. Queremos todo rápido. Claro que la poesía se tiene que saborear, pero de alguna manera es algo que a la gente le llama la atención, tanto a autores como a lectores.

F.H.: Como el café express, que es breve.


A.S.: Sí jaja. Es fuerte.

Muchos de tus libros se publicaron en los ochenta en editoriales como La Máquina Eléctrica, El Equilibrista, Joaquín Mortiz, la UAM, la UNAM. ¿Crees que tuvieron un interés ya sea por el haiku o por la poesía innovadora, sobre todo La Máquina Eléctrica?

F.H.: Pues básicamente éramos los mismos que nos reuníamos a tomar café y hablar sobre haiku. Éramos Carlos Isla, Miguel Flores, Raúl Renán… Decidimos formar una editorial: La Máquina Eléctrica, que era entonces lo más avanzado. Y yo era el que tenía lana en ese momento porque trabajaba como publicista. Buscamos un diseñador. No tenía números, sino las letras del alfabeto, y sí se completaron todas. Y se fueron haciendo editoriales marginales. Tal vez eso tuvo qué ver con que surgieran otras. La Máquina de Escribir, con David Huerta, y así, deben haber salido otras. Es decir, ¿por qué tenemos que esperar a que nos publique Joaquín Mortiz? Pues no nos va a publicar. Entonces mis primeros cuatro libros los pagué yo. Y ya después no sé quién me conectó con el director de Sábado, el suplemento cultural de Unomásuno.


A.S.: ¿Huberto Batis?

F.H.: Sí. Y le llevé los libros, y me dijo que sí. Y salió mi primer libro en una colección de la UNAM, y se llamó Cuerpo disperso.


A.S.: Que después reeditó su obra completa hasta 1996.

F.H.: Sí. Entonces Diego García Elío, director de El Equilibrista y Vicente Quirarte, que estaba en la UNAM, apoyaron la publicación de la poesía reunida hasta esa fecha. Ahora hay para hacer otro volumen más o menos así (560 páginas). Pero pues ahora que he escrito más, que ha habido premios y becas, no tengo quien me diga vamos a hacer lo que resta. Y entonces te da también flojera, al menos a mí, qué voy a andar buscando a ver quién se interesa.


A.S.: También en la publicidad el texto tiene que ser breve. Aunque claro, los objetivos pueden ser muy distintos a cuando uno escribe por cuenta propia.

F.H.: “Dice Ernesto Cardenal, con toda la razón del tercer mundo, que Dios protege a quienes no creen en las campañas publicitarias.” [Cita de Gritar es cosa de mudos:] Es que yo fui publicista durante 29 años.

Hay un texto de Aldous Huxley que hablaba de la dificultad de hacer un buen anuncio de radio, por ejemplo. Tratar de convencer a alguien de comprar algo que ni siquiera necesita en veinte segundos es tan difícil como escribir un buen soneto. Cada palabra cuenta.


entrevista-hernandez-02.jpgA.S.: La verdad es que yo quería entrevistarte desde hace varios años porque mi tesis de licenciatura, que terminé en 2007, se llamó Lo salvaje en la poesía de Francisco Hernández. Para mí es un reencuentro. Quería aprovechar para hacerte algunas preguntas que me quedaron de esa tesis, porque creo que son temas que con constantes, también del haiku, como la naturaleza y lo salvaje. A lo mejor ahí ya había una disposición tuya hacia el haiku.

F.H.: Yo creo que lo de la naturaleza se debe al lugar de nacimiento [San Andrés Tuxtla, Ver.]. Por eso Mar de fondo. Nacer en un pueblo en 1946, pues no tenía lo que ahora tiene, casi 200 000 habitantes. Era crecer en un lugar que tenía patio, árboles frutales… Mi padre era cazador, hay un texto que se llama “El cazador”, donde habla de que se iba a cazar venados, tapires… Y luego ir con él, con mi madre, con mis hermanos al mar. Y significaba ir en un jeep en caminos de terracería y llegar a una laguna y ahí tomar una lancha, pero no era para turistas. Era la lancha de mi papá o de un amigo suyo, y atravesaba un canal, y ese canal iba debajo de los árboles, y luego salía a la laguna abierta y llegar luego hasta el mar, donde no había construcciones. Ahora me dicen que hay hoteles. Y ése era mi contacto con la naturaleza. Y un amigo argentino, Pedro Orgambide, a quien está dedicado Mar de fondo, me dijo: ¿por qué no participas en un concurso de poesía, escribes algo de eso que me vienes a platicar todas las mañanas sobre tu papá, sobre la naturaleza, sobre el monte? Todo eso que me cuentas, ¿por qué no lo escribes y lo mandamos a un premio? Ya tenía yo escritos los haikus y otra sección como de sonetos. Y gracias a Pedro, aquel escritor argentino, me puse a escribir veinte páginas o veinte poemas. Yo recuerdo que deseché uno nada más. Todo lo demás lo aproveché, lo junté, le puse Mar de fondo, que a fin de cuentas es una expresión popular, pero también es el mar que estaba al fondo de donde veníamos, que había que cruzar el río, la laguna, y salía uno al mar. Por eso no es gratuito. Pero también Mar de fondo en todo esto es que aquí hay algo, un misterio, algo que no se está revelando claramente, qué pasó. Por eso lo puse y tuve la suerte de ganar el premio Aguascalientes y ahí hay un cambio en mi vida, como que dejé de ser el idiota de la familia, como decía Sartre, y empecé a publicar más. Vino la publicación en Mortiz de ese libro. Y comenzó otra forma de despejarme, de intentar escribir.


A.S.: Cuando dijiste esa expresión, ¿lo dijiste por cómo fuiste considerado, tratado por tu familia a partir de ese momento o porque cambió tu forma de percibirte a ti mismo, o por las dos cosas?

F.H.: Las dos cosas. Una llevaba a otra. Mi papá me pendejeaba todo el tiempo. “El muchachito que no sirve para nada, el que está ahí, sin hacer nada. Ya deja de leer, deja de escribir.” O al llevarle un texto: “No sigas escribiendo tonterías, por favor. Tú tienes que ser un hombre de bien, tienes que estudiar, ser médico, abogado, no sigas escribiendo esto.” Entonces todo eso se te va para adentro. O leyendo Superman, tampoco. “A ver, aquí está.” Me da un libro de historia de la literatura hispanoamericana. ¿Entonces qué quedamos? Ese libro me va a llevar a lo que yo quiero y me lo da cuando dice que son tonterías. Era una contradicción que tenía mi papá. Pendejeándome por un lado, y por otro lado me da a leer un libro extenso. Supongo que a ti te pasó algo similar. ¿Qué vas a ganar si te metes a estudiar Letras?


A.S.: Sí. Bueno, la relación con mis padres es bastante buena ahora. Pero sí también tuve esa cuestión, más que con mis padres, con mi abuela, que fue la que me crió también. Y a pesar de que le agradezco muchas cosas como el enseñarme a leer y escribir desde chiquito, pues es una cultura conservadora, muy católica, represiva, favoritista. La verdad es que creo que comparado con muchas personas me ha ido muy bien. Estoy agradecido. Pero al mismo tiempo no me gustan la sociedad, las instituciones, la familia como institución. Cuando entré a Letras descubrí que no es una carrera para escritor. O sea, sí te sirve mucho lo que lees porque te estás nutriendo de muchas cosas, pero en términos académicos es una sociedad muy castrante, como dijo una vez Batis. En la carrera de Letras no hay apoyo al joven escritor que entra. Te dicen: “Tú estás aquí para ser crítico literario o lingüista, pero eso de ser escritor es como para elegidos, y además tú no.” Hay mucho ese ambiente. Entonces algunos estudiantes y maestros dan talleres y se reúnen, pero muy en la marginalidad. Al menos esa fue mi experiencia. Y lo intenté, pero creo que ni en esos grupos me hallaba. Por un lado la cerrazón académica y por otro lado la cerrazón literaria. Es un mundo de muchas poses, de un canon donde te decían Cortázar y así tiene que ser, como él, por poner un ejemplo. Entonces si tú querías hacer otras cosas, los mismos compañeros te censuraban.

F.H.: Nunca pensé que fuera así.


A.S.: Era un ambiente en el que finalmente se reproducía lo de la escuela, con mucha exclusión y pedantería. Pero yo seguí haciendo cosas por mi cuenta. Y esto me lleva a otra pregunta que te quería hacer. Mi tesis fue sobre lo salvaje en tu poesía, es decir, en parte la naturaleza salvaje. Por ejemplo, la gata Camila. Muchos dirían, un gato no es un animal salvaje, sino doméstico.

F.H.: Pero es una mujer también.


A.S.: Sí, pero hace muchos destrozos en la iglesia.

F.H.: ¿Ah sí?, qué curioso, porque en el libro de los caballos hay unos caballos que se meten a la iglesia y la destrozan. Entonces, me repito. Contra la iglesia.


A.S.: Y en un animal que aparentemente es doméstico, como un gato…

F.H.: Pero no se pueden domesticar los gatos, como los perros.


A.S.: Sí los gatos son menos dóciles. Pero siempre sale ese lado salvaje. Y lo salvaje es algo que a los seres humanos les ha fascinado pero a la vez les ha horrorizado desde el inicio de la civilización. El querer domesticar todo lo salvaje, querer tener esa sensación de dominio sobre la naturaleza, tanto exterior como interior, a través de la civilización, de la religión… Entonces acudir a lo salvaje es una forma de rebelarse contra la sociedad, ¿no? Porque no es nada más decir: “No me gusta esto de la religión o del gobierno.” No. Es decir: “La civilización es destructiva”, aunque parezca contradictorio. Destructiva no sólo de la naturaleza, sino del mismo ser humano. Y tampoco se trata de ser maniqueos, como si sólo hubiera dos opciones radicalmente opuestas. Pero entonces quizá la poesía, o la poesía salvaje, aunque suene un poco gracioso…

F.H.: Son asideros.


A.S.: Sí. Son formas de hacer que retoñe algo que la civilización llegó a arrancar a sangre y fuego, porque es una aplanadora, del vitalismo que el ser humano tiene como creador. Entonces la inteligencia y la creatividad son utilizadas por la civilización para generar mecanismos de opresión. A lo mejor me viajé mucho y es muy misántropo.

F.H.: No no.


A.S.: Pero eso es lo que yo vi en tu poesía.

F.H.: Y eso es lo que me estás revelando, porque luego uno no se da cuenta aunque lo haya escrito. Me estás abriendo los ojos para reconsiderar esos textos, y hacerme pensar que estaba más cerca de lo salvaje de lo que yo creía. Y nos fuimos hasta el salvajismo familiar de “No sigas escribiendo tonterías”.


A.S.: Es que es una paradoja, porque por un lado la civilización puede ser muy salvaje, pero a veces lo salvaje puede ser lo más fino que puede haber, en términos de creatividad, de calidez. A veces creemos que lo salvaje es muy bruto, pero a veces puede ser brillante. No es necesariamente la tosquedad.

F.H.: Como las flores salvajes.




Selección de haikus de Francisco Hernández



Pino seco

pino seco
en medio de lo verde:
llamarada5




Bajo la lluvia

bajo la lluvia
posa desnuda para mí
la tarde6




No hay un pájaro

no hay un pájaro
el árbol canta7




Fruto sanguíneo

el cardenal crepita
entre las ramas
antes de ser tragado
por el crepúsculo8

En Mar de fondo (Joaquín Mortiz, México, 1983).





Gota

Una gota de anís
resbala por tus muslos
con la indiferencia
de un barco que se aleja.9

En Oscura coincidencia (UAM, México, 1986).





Estampida

¿Cuántas palabras cruzan,
como caballos desbocados,
la nevada planicie de la página?10

En Poesía reunida (UNAM-El Equilibrista, México, 1996).





Tabladiana

Es mar la noche negra;
la nube es una concha;
la Luna es una perra… 11

En Mi vida con la perra (Conaculta-Calamus, México, 2007).




 

 

1Francisco Hernández, Mar de fondo, Joaquín Mortiz, México, 1983. Reeditado en Poesía reunida, UNAM-El Equilibrista, México, 1996.

2 Ibid, p. 46.

3 “’In a Station of the Metro’ The apparition of these faces in the crowd;/ Petals on a wet, black bough.” En John Press, A Map of Modern English Verse, Oxford University Press, Oxford, 1969, p. 48.

4 Hernández, Poesía reunida, p. 256.

5 Ibid., p. 155.

6 Ibid., p. 156.

7 Ibid., p. 158.

8 Ibid., p. 174.

9 Ibid., p. 237.

10 Ibid., p. 540.

11 Francisco Hernández, Mi vida con la perra, Conaculta-Calamus, México, 2007, p. 20.