El árbol tiene su propio lenguaje:
Una entrevista con Miguel Ángel Zapata


Por Paul Guillén



No. 69 / Mayo 2014


El árbol tiene su propio lenguaje:
Una entrevista a Miguel Ángel Zapata


Por Paul Guillén

 

Paul Guillén: Miguel Ángel, tú naces en Piura (norte del Perú) y luego vas a los siete años a Lima. ¿Qué puedes contarnos de esos primeros años de formación?

Miguel Ángel Zapata: Nací en un pueblo pequeño llamado Bellavista, Piura. Ahí se afincó mi padre Manuel Sixto Zapata quien era agricultor y próspero comerciante, y trabajó junto con su compañera de toda la vida, mi madre Mercedes Rivas-Villaseca, de Chulucanas. Ambos ya fallecidos pero siempre conmigo. Solo viví ahí hasta los seis años más o menos, ya que mis padres decidieron mudarse a vivir permanentemente en Lima. Ya todos mis hermanos mayores (yo soy el menor de 19), estaban viviendo y estudiando en universidades de Lima, la mayoría en San Marcos. Lo que vi y sentí en ese pueblo sigiloso y lleno de polvo de mar no lo olvidaré nunca. Fueron las primeras sensaciones
de miedo y alegría, y un acercamiento a la belleza de la naturaleza. Miedo a la noche y al silencio de un pueblo que cuando todos dormían, si cruzaba algún jinete tarde, en la noche se oía como si estuviera al lado de tu cama, y por otro lado el “río salado” y las lagunas, los carrizales, los papayos, los mangos y ese olor a mar cercano marcaron mi primera inclinación hacia el arte de la poesía.  

Antes de encontrar tu vocación poética quisiste ser pintor.

Llegué a pintar en papel piedra lisa, lienzo, en las paredes de mi casa y en cuanto papel que encontraba dibujaba. Dejé de pintar pero mi aprecio por la pintura me ha llevado a ser un asistente asiduo a las exposiciones de arte y escribo sobre la pintura y sobre los pintores que me fascinan y me dan comienzos y recrean la imaginación. Comencé a estudiar pintura a los trece años en la Asociación Artística y Cultural Jueves que estaba en San Isidro. Dejé la pintura porque me di cuenta de que no llegaba a plasmar lo que veía en mi imaginación, las visiones se quedaban en meras formas dispersas, no las podía materializar como las soñaba. Yo quería transfigurar el objeto tal y como lo veía en mis ensueños, en mis momentos de éxtasis. Solo lograba soñarlos, desearlos. De esta manera descubrí a la poesía durante ese viaje de descubrimiento, que fue finalmente la que me dio el verdadero color anhelado, la imagen adecuada a mis constantes visiones y deformaciones de lo visto y lo vivido.

Después estudias en San Marcos. ¿Todas esas cosas influyen en tu poesía? ¿Cuál fue
tu primer poema publicado? ¿Qué otros poetas frecuentabas en esos años iniciales? Sabemos que después viajaste a Estados Unidos y allá obtuviste una Maestría en Literatura comparada y un doctorado en Filosofía y Letras.


Mis primeros años en San Marcos fueron de verdad fascinantes para mí. Yo tenía 17 años cuando entré a estudiar ciencias políticas y siempre recuerdo mis primeras clases
y las largas noches de la bohemia universitaria. Yo no estudié literatura oficialmente en esa época. Mi relación con la literatura en esos años fue de autodidacta. Siempre estaba leyendo ávidamente libros de poesía, relatos, novelas, y devorando libros de arte. Mi primer poema salió en la revista Marejadas del Callao. Yo casi no frecuentaba a poetas en mis primeros años en San Marcos, solo leía a los que me interesaban y de los cuales podía aprender algo. La poesía era algo secreto para mí, un cofre de novedades que solo compartía con amigos muy cercanos, que la mayoría no eran poetas sino músicos y pintores. En esa época frecuentaba la bohemia no solo de las peñas criollas de Lima (Rímac, Barranco, Breña, Barrios Altos) sino en casa de músicos donde había humoradas con música criolla y yo tocaba el cajón con frecuencia. Paraba más con músicos del criollismo de Lima que con poetas. Al salir del país terminé un doctorado en Filosofía y Literaturas Hispánicas en Estados Unidos, y la verdad es que disfruté todo este ciclo.

Tus primeros libros se publicaron en el extranjero, me refiero a Partida y ausencia (Madrid, 1984) y Periplos de abandonado (México, 1986). ¿Este hecho va a significar algo en tu poesía?

Yo iba a publicar mi primer libro en Lima, poco antes de partir hacia Estados Unidos, pero no se llegó a concretar por diferentes razones largas de enumerar. Ya viviendo en California se presentó la oportunidad de sacar mi primer libro en Madrid, gracias a la mediación de un colega y profesor cubano, José Luis Mas, que me presentó a uno de los editores de la Editorial Playor, que había sido invitado a la universidad a dar unas charlas. Leyó mi manuscrito, se lo recomendó a Pio Serrano, el director de la editorial y lo sacaron a los seis meses. Nunca pude viajar a Madrid para presentarlo. Mi segundo libro salió, como señalas en México: Periplos de abandonado, gracias a la generosidad de Fernando Tola, que era el editor de Premià Editora en México. Después me publicaría otro libro: Poemas para violín y orquesta (1991).

Tu tercer libro Imágenes, los juegos se publica con el INC de Perú. Allí se incluye una nota de Javier Sologuren. ¿Cuál fue tu relación con este poeta? Recuerdo mucho en ese libro un poema dedicado a Gabriela Sabatini. En alguna biografía leí que eres un aficionado al tenis. ¿Qué representa ese deporte en tu escritura?

Imágenes los juegos se publica en el INC gracias a la mediación de Javier Sologuren, quien fue el que llamó a los editores para recomendar el libro, y escribió un breve juicio en la contraportada. Yo conocí a Sologuren gracias a Carlos German Belli. Una vez fui a su casa en Lince a entrevistar a Javier para un libro que estaba preparando con entrevistas a poetas latinoamericanos (Coloquios del oficio mayor) y me leí con placer toda su obra poética, sus ensayos y traducciones. Recién había terminado su largo poema La hora. Él era un poeta que conocía la poesía bastante bien, y no solo del Perú sino de todo el mundo. Y era además de buen poeta un gran traductor, y buen y generoso amigo.

Con respecto al tenis, sí soy muy aficionado a este deporte y al ciclismo. Juego tenis desde hace muchos años y lo disfruto plenamente. Me gusta también tomar largas caminatas, y de ahí se van apareciendo en fila las nuevas ideas, los proyectos literarios, y los poemas.

El tenis es mi deporte favorito, y lo vengo jugando, como decía, desde hace muchísimo tiempo. Me exalta estar al aire libre jugando al tenis, es una manera de ser feliz. Soy el poeta más feliz cuando juego tenis. La pelota flexible, el cielo, y la red están ahí para vencer los obstáculos de la precisión y el deseo de ganarle al contrincante. He escrito varios poemas sobre el tenis, y uno en homenaje a Gabriela Sabatini, la gran tenista argentina. En mi caso, escribir poesía y hacer deporte me producen la misma felicidad. Hay que practicar un deporte que te haga feliz, no que te cause tensión. Después vuelvo y escribo sin parar. Justamente la próxima antología de mi poesía que saldrá en Buenos Aires este año se titula Cancha de arcilla, y lleva un prólogo de un poeta español también aficionado al tenis, Miguel Casado.

Detecto algunos elementos recurrentes en tu poesía: la música (el vals, el tondero, la clásica), la pintura, la naturaleza, la contemplación. Has declarado que te gusta Emerson por “la combinación de la metafísica del conocimiento con la naturaleza”, una frase que muy bien podría atribuirse al íntegro de tu poesía. ¿Cómo sitúas tu poesía en este contexto?, sabiendo que hace unos años has reunido tu producción poética en el volumen titulado Ensayo sobre la rosa. Poesía selecta 1983-2008 (Lima, 2010).

Muy buena tu observación. Soy un melómano total. Escribo caminando, sintiendo el cielo del bosque en mis ojos que se dispersan entre árboles y riachuelos. Escribo bajo los rascacielos la música de la ciudad con su desarmonía y su locura saludable. He tratado de adherir mucha música en mi poesía. Ahí entra el vals criollo, el cajón peruano, el tondero y la marinera. Como sabes, yo toco el cajón peruano desde niño. También tiene un espacio privilegiado la esfera de la música clásica, sobre todo la música para violín y chelo. El chelo me llega directo al corazón, literalmente me hace escribir el poema: me recrea la imaginación de tal manera que no me puedo contener, es como un orgasmo prolongado, sin final. El chelo es el instrumento que se toca desde el corazón y tienes que abrazarlo para producir un sonido indescriptible y hermoso. Bach es universal porque nos llega directamente al corazón. La música es el lenguaje más prístino de los seres humanos. Todos llevamos una música en nuestros cuerpos, fluye su tonada en nuestra sangre, somos un río de musas y músicas.

Me gusta releer siempre a Emerson, con él he descubierto aspectos esenciales de la meditación y el silencio de la naturaleza, que hay que retirarse, hay que esconderse un tiempo para escribir. Escribo contemplando los objetos, y en muchos casos los que están en relación con la naturaleza. La naturaleza tiene su propia filosofía y se manifiesta aislada completamente de los seres humanos. Ella pervive por una voluntad divina y sagrada. El árbol tiene su propio lenguaje y un puente no lo contradice sino que lo complementa: ambos tienen un río que los acoge para sobrevivir, un mar para abrazarlos. Mi poesía va por ese camino, el sendero del descubrimiento del bosque y su metáfora del habla. Henri David Thoreau se fue a descubrir el bosque en busca del lenguaje de la vida, y lo hizo deliberadamente para encontrar en sus caminatas los hechos esenciales del vivir. Hay que caminar mirando, sintiendo las cosas simples de la naturaleza: rescatar la imagen de una rosa, no para hacerla cantar en el poema, sino para dejarla prenderse en su río de rocío y de silencio. La rosa es silencio, su belleza es muda. En el libro que citas, Ensayo sobre la rosa, incluí una buena parte de mi poesía hasta el 2008, y muchos de los poemas ahí seleccionados tienen una relación estrecha con el conocimiento y el habla de la naturaleza. Las Confesiones de Rousseau también fueron fundamentales en este desarrollo. De este libro te comento en otra oportunidad.

Dentro de tu producción poética destacan tus libros publicados en México, Argentina, Chile, España, Estados Unidos. Tres de tus últimos títulos han sido publicados en el extranjero, en específico, La ventana (y once poemas) por Cuadrivio en México, 2014 (donde acabas de estar presentándolo), Fragmentos de una manzana y otros poemas por Sibila en España, 2011 y La lluvia siempre sube por Melón editora en Argentina, 2012. Se trata de sellos especializados en poesía y con un magnífico catálogo. Esto significa que tu poesía ha captado una mayor recepción entre los lectores… ¿cómo lo ves esto?

Estas publicaciones siempre alegran, no se puede decir lo contrario, sobre todo si tus libros están siendo publicados en distintos países y vas ganando lectores de otras latitudes. Te piden un libro o lo ofreces y te lo publican. En el caso de La ventana (y once poemas) fue un pedido de Ediciones Cuadrivio para hacer una selección de mi poesía y agregué once poemas inéditos. Acabo, como sabes, de regresar de presentarlo en México, y la recepción fue muy grata. En México me siento en mi “salsa”, se está bien ahí, como si estuviera en Lima o Piura.

Ahora pasemos a otra de tus facetas: la de traductor del inglés. En una entrevista de hace diez años afirmabas que: “estoy terminando una antología selecta de la poesía norteamericana contemporánea traducida al español. También termino un libro con mis nuevas versiones al español de la poesía de Billy Collins”. Sabemos que editaste la antología La adelfa amarga con seis poetas norteamericanos y nos parece que aún no editaste tus versiones de Collins. ¿Qué nos puedes comentar de esta labor?

La traducción es una labor ardua y lenta. Mira cuántos años se pasó José Emilio Pacheco traduciendo a Eliot. Hay que dejar que tus traducciones vayan madurando, y poco a poco van mejorando y se van publicando. Yo he venido publicando en revistas especializadas mis traducciones de la poesía de Mark Strand, Billy Collins, Charles Simic, Louise Gluck, y ahora trabajo en unas traducciones del gran Theodore Roethke. Te recomiendo a Roethke, es de lo mejor que ha producido Estados Unidos en el siglo veinte junto con Charles Wright, a quien también estoy traduciendo. Ya vendrá alguna sorpresa de los libros que preparo con traducciones de Simic, Collins, Roethke y Wright.

También has sido director de revistas. Códice la dirigiste con Eduardo Espina, Tabla de poesía actual con José Antonio Mazzotti y Hofstra Hispanic Review la dirigiste en solitario con un consejo de redacción de primera línea. ¿Cómo fue tu experiencia en estas aventuras editoriales?

Estas experiencias fueron maravillosas. Dirigir una revista siempre es una empresa que requiere mucha dedicación y seriedad. Códice tuvo mucha resonancia desde el primer número, Tabla de poesía actual, fue más artesanal, pero igual cada número era fascinante, y la última, Hofstra Hispanic Review, de la cual salieron diez números y fue auspiciada por la Universidad de Hofstra, fue una experiencia que quisiera volver a repetir. Quisiera volver a sacar otra revista de poesía, algo que incluya la relación entre poesía y pintura, que es un proyecto que estoy trabajando ahora.

Dentro de tu extensa labor como crítico literario destacan los volúmenes colectivos que dedicaste en dos oportunidades a Carlos German Belli y uno a Antonio Cisneros, y una edición con tus ensayos sobre poesía hispanoamericana: Moradas de la voz. Notas sobre la poesía hispanoamericana actual (Lima, 2002), y acabas de sacar con Ilan Stavans: La voz deudora. Diálogos sobre poesía hispanoamericana (FCE, 2013). Luego de pasados algunos años de la publicación de tus primeros trabajos. ¿Qué piensas de la figura de estos poetas?

Cada poeta se va rehaciendo en cada lectura. Me parece que la poesía de Belli está presente y es un reto leerla. Belli es un poeta fundamental no solo en el parnaso peruano sino en lengua castellana. Antonio Cisneros cumple su periplo de poeta esencial dentro de la poesía peruana e hispanoamericana: la limpidez de su poesía y al mismo tiempo su complejidad deja un modelo a seguir en nuestras letras. En el libro de ensayos que mencionas (Moradas de la voz) publico notas sobre poetas que admiro y releo: Álvaro Mutis, José Emilio Pacheco, Blanca Varela, Óscar Hahn, José Antonio Ramos Sucre, Francisco Cervantes, José Watanabe, entre otros. El libro que hice con Stavans es una edición de diálogos sobre la poesía hispanoamericana desde la colonia hasta el presente. Los criterios son distintos, pero el trasfondo es la importancia secreta que posee la poesía en nuestros países a través del tiempo.

Publicaste junto a Mazzotti la antología El bosque de los huesos (1995). Dicho libro se abre con Arturo Corcuera y se cierra con Lorenzo Helguero, incluye a dos poetas no muy recurrentes en otras antologías: Antonio Claros y Miguel Cabrera. Es casi como desde los años 60 hasta finales de los 80. Obviamente fue una antología compartida, pero ¿tu punto de vista sobre ese período de poesía peruana sigue siendo el mismo? Si te dieran la oportunidad de una segunda edición de este libro, ¿a quiénes agregarías o en que cambiarías la antología?

Creo que es una buena selección del parnaso de la poesía peruana actual. Si tuviera que hacer el prólogo yo solo lo primero que cambiaría es no poner tanto énfasis en los movimientos literarios sino en el valor de cada poema y sus autores. Pienso que la labor del poeta es solitaria y debe defenderse por sí sola, es decir, con sus poemas. Ahora que hablas de Antonio Claros, curiosamente yo descubrí la poesía de Claros en España, no en el Perú. Te podrás dar cuenta de que no todo sucede en nuestros países de origen. Darío salió corriendo de Nicaragua, y Vallejo se fue igual corriendo a Paris. No creo que me entusiasmaría la idea de hacer una segunda edición de El bosque de los huesos.

Pedro Granados en un artículo titulado Los poetas vivos y más vivos del Perú ha expresado sobre tu persona: “algunos ubicuos ejecutivos literarios con dólares, instructores en arribismo cultural y aligerados poetas, como es el caso conspicuo de Miguel Ángel Zapata, verdadero polizón de la generación peruana de los 80”. Sé que no has contestado esta afirmación, este sería el momento oportuno de hacerlo.
¿Qué puedes responder frente a esto?


Sí recuerdo esa nota que mencionas. La verdad no le había contestado porque tengo mejores cosas que hacer, pero ya que la traes a colación, te digo que no entiendo bien cuando dice “ubicuos ejecutivos literarios con dólares” ya que esta afirmación más bien se aplicaría a él mismo porque comenzó a estudiar un doctorado en una universidad de Estados Unidos y fracasó en culminar sus estudios, y después en otra logró terminarlos, pero a pesar de disfrutar de concesiones, becas y beneficios en este país del norte (y con dólares), no llegó a ser un profesor titular en ninguna universidad. De ahí tal vez su obvio resentimiento. Yo escribo poesía y la publico cuando se puede, y si pertenezco o no a una generación de poetas en el Perú me tiene sin cuidado. El tiempo, los poetas de altos vuelos, y la crítica tienen la palabra respecto a la ligereza o valor de mi poesía. Si habría que hacer una antología de poesía donde se incluyera ‒con suerte‒ a Pedro Granados, se titularía: Los poetas tontos y más tontos del Perú.

Preparaste en los 80s un especial de entrevistas a poetas para la revista norteamericana Inti. Esto salió con el título de Coloquios del oficio mayor. Dentro de esas entrevistas, que incluyen tanto a poetas barrocos como coloquiales (Cisneros, Kozer, Echavarren, Espina, Milán, Hinostroza, Ferré, Hahn, Mutis, Padilla, Rojas, Vitale, Yurkievich, entre otros), nos llama la atención la de Néstor Perlongher. ¿Qué piensas de lo que se empezó a denominar en los años 80, neobarroco?

Como podrás ver estos poetas entrevistos no se parecen en nada, pero era necesario recoger sus impresiones sobre sus poéticas y la poesía del momento, lo coloquial, la neo-transparencia, y el neobarroco o neobarroso, como lo llamaba Perlongher. El neobarroco podría ser considerado como un movimiento revitalizador si se entiende que deviene del constructo complejo del llamado Barroco. Perlongher es un verdadero prístino poeta barroco de cabo a rabo, hasta su nombre es barroco: un perlo, una gema con Perlongher. Sus poemas tienen sentido, no son solo un juego de palabras. Dentro del trasfondo de su barroquismo hay una veta llena de sensualidad y erotismo. Muchos poetas que se llaman neobarrocos escriben para un espejo oscuro y ni ellos mismos se entienden. La poesía tiene que tener sentido dentro de su complejidad. La poesía no es solo ornamentación, lujo o detalle superficial de joyería. Es más que eso: luz y la calidez de la sombra, el tumulto de la tristeza y la alegría, la felicidad de hacer un lenguaje complejo y lleno de sentido. Apretado pero con una fibra de lucidez y transparencia. Ahí Paul Celan y César Vallejo. Leo a Góngora, por ejemplo, y dentro de su dificultad, encuentro una luz que me lleva a emocionarme con sus entreveros.

Siguiendo con tu faceta de entrevistador, no puedo dejar de preguntarte por la entrevista que le hiciste a Jorge Eduardo Eielson, también aparecida en ese número de Inti.

Fue maravilloso entrevistar a Eielson. Lo entrevisté en su casa de Barranco, en una de sus escapadas a Lima. Eielson es el maestro de la sabiduría y la sencillez. Hablamos de música, poesía, pintura, natación, los nudos e Italia. Él me dijo algo que me retumba: el espacio es vida. ¿Lindo, no? Un poeta como Eielson es un artista que experimenta con la música de la palabra, el lienzo, el color, la nueva novela, y el canto solitario de un verdadero renovador del lenguaje y el arte en el Perú. Este 2014 cumpliría 90 años. Por eso le vamos hacer un homenaje a su altura en Nueva York en noviembre. Ya te cuento.

Has publicado un par de antologías dedicadas a la poesía mexicana, país en el que sé te sientes muy a gusto, y por lo que he leído, tu poesía es muy apreciada y ha adquirido un reconocimiento de la crítica desde hace muchos años. He leído apreciaciones y juicios positivos sobre tu poesía de José Emilio Pacheco, Álvaro Mutis, Francisco Cervantes, Víctor Manuel Mendiola, Armando González Torres (tres veces premio nacional de ensayo en México), entre otros. Quisiera preguntarte por la antología Nueva poesía hispanoamericana que publicaste con la Universidad Autónoma de México-Universidad Veracruzana, en 1999. ¿Qué período histórico abarca? ¿Cuál es tu visión de la poesía hispanoamericana?

Sí, hicimos (con Miguel Gomes y Víctor Manuel Mendiola) dos antologías de poesía mexicana, una en Colombia y otra en Madrid. También edité un libro que es un homenaje a la literatura y la cultura de México: La pirámide y el signo (Nueva York, 2004). Nueva poesía latinoamericana arranca con poemas de Severo Sarduy. Incluye a poetas que a mí me interesaban en esa época a nivel personal y que, por supuesto, me siguen interesando. Una antología es personal o debe responder a una lectura personal. El tiempo te va dando nuevas luces, y vas descubriendo a poetas que te llegan a interesar y que no llegaste a incluir, y que si tienes otra oportunidad los incluirías. Así es este proceso: interminable. Cada antología trae complicaciones naturales sobre todo para los poetas que no están incluidos. Hay críticos (por lo general no son poetas) que hacen antologías pensando que están haciendo “la antología” de un país, pero siempre se equivocan en su afán de establecer un canon o de ser “rigurosos”. Otros hacen antologías de grupo para incluirse también en la selección, y otros hacen encuestas y publican también antologías que, sin duda, carecen de seriedad. Como ves, la poesía hispanoamericana atraviesa por uno de sus mejores momentos. Darío, Vallejo, Huidobro, Agustini, Borges, Paz, siguen siendo innovadores insoslayables, y continúan influyendo en los poetas actuales. La poesía se debate, a pesar de su lucidez, en una duda tremenda: la creencia de que se hace poesía oscura y eso te convierte en un poeta profundo. Hay poesía oscura, es decir, difícil de comprender porque es compleja, pero es una poesía que trae una luminosidad consigo, un nuevo aire de conocimiento. Hay poetas en la actualidad que no están diciendo nada y pretenden aparecer como oscuros y difíciles, pero viajan en un barco entre la niebla a la deriva. Dicen que están creando una nueva forma de escribir. Góngora creó una nueva forma de escribir, lo mismo Quevedo, y aun son poetas vigentes, y de los cuales hay mucho que aprender. Lo que sucede es que los poetas que no pueden escriben enceguecidos por su oscuridad parlanchina, leyeron mal a Góngora y al propio Lezama. Yo no necesito leer a Lezama para escribir poesía. La mejor poesía hispanoamericana es la poesía que tiene sentido,
y que dentro de sus transparencia trae lo que Vallejo practicó con éxito: una poesía llena de dificultad que trae consigo transparencia de cristal vista en múltiples espejos, una plegaria a la pena y a la letra, un espacio donde la sintaxis se resquebraja, pero la vida no es ajena a este maridaje.

Sabemos que acaba de salir La voz deudora. Diálogos sobre poesía hispanoamericana desde el Modernismo, esto consiste en diálogos a través de emails con Ilan Stavans. Según lo que me comentaste uno de los puntos clave es que propones –como lo ha hecho Harold Bloom recientemente– que la poesía de Vallejo es superior a la de Neruda. ¿Qué otras ideas plantea el libro?

Estoy de acuerdo. No se trata de contraponer la poesía de Neruda a la de Vallejo. La verdad es que a mí me gusta más la poesía de Vallejo y la considero superior en todo sentido. Así de simple. Vallejo no me aburre, cierto Neruda sí. Me parece más oportunista, más del momento, como una especie de best seller, nada más. Yo vivo feliz sin leer a Neruda a menudo. En La voz deudora le dedico varias páginas comentando uno de sus libros que me atraen: Anillos (1926), poco estudiado y casi desconocido, donde practica con eficacia el poema en prosa. En La voz deudora vas a encontrar una diversidad de opiniones y gustos y algunos destrozos a las vacas intocables o sagradas.

El año pasado Kloaka celebró sus treinta años de fundación. ¿Qué piensas de ellos y de su antología La última cena, editada en 1987? Punto aparte, nos gustaría conocer tu percepción sobre lo que se denominó en los 80 en el Perú: la poesía del cuerpo o de mujeres. En resumen: ¿cómo sitúas tu poesía frente a estas propuestas?

Yo escribo poesía y como te decía antes no me interesa que me cataloguen a nivel generacional. Sería de la generación del ochenta, tal vez, por la simple razón de que comencé a publicar mis libros en la década del ochenta, pero no siento mucha ligazón con los poetas de esta generación, menos con los poetas involucrados en la “política” de esa década. Yo no creo en Kloaka, yo solo leo a Santiváñez y a Domingo de Ramos que son buenos poetas. Lo mejor que dio la poesía del ochenta (salvo ciertos nombres de poetas varones) fue la poesía escrita por mujeres, y no todas tenían como tema central el cuerpo: Rossella di Paolo, Magdalena Chocano, Dalmacia Ruiz Rosas, Rocío Silva Santistevan, Mariela Dreyfus, entre otras.

Un tiempo enseñaste en el programa de Escritura Creativa en la Universidad de Texas en El Paso. ¿Cómo describirías tu experiencia en esas clases? Teniendo en cuenta que en Estados Unidos los programas de escritura creativa son muy frecuentes. ¿Es válido “enseñar” a escribir?

Mi experiencia fue más que gratificante enseñando en este programa. En Estados Unidos abundan programas en inglés pero no en español. El que tenía UTEP fue el primero en crearse con la opción de obtener una Maestría en Creación Literaria escribiendo un poemario, novela o cuentos en español. No creo que se pueda ensenar a escribir poesía, pero sí a refinar tus lecturas, orientar tus talentos, y a “tallerear” los poemas en clase, con la participación de todos los poetas, para construir juntos un poema de suma excelencia. Para que todo esto funcione hay que tener, primero, talento. Como decía Borges, no se puede enseñar poesía, pero hay que fomentar el cariño hacia la poesía, aprender a pulirla como una prístina piedra difícil de roer.

Por último, tengo conocimiento de que acaba de salir tu antología: Vuela un cuervo sobre la luna. Muestra de poesía española contemporánea (1959-1980), en un especial de poesía española para Hostos Review. ¿Qué puedes comentarnos de este proyecto?

Sí, acaba de salir esta muestra de poetas españoles nacidos entre 1959 y 1980. El título lo tomé de un verso de José Hierro. He aprendido mucho leyendo estos excelentes poemas de los autores seleccionados: Álvaro Valverde, Juan Carlos Marset, Jordi Doce, Eduardo Moga, Ana Merino, Julieta Valero, Marta Agudo, Fernando Valverde, entre otros.