No. 105 / Diciembre 2017 - Enero 2018
Entrevista
Viajar, habitar y escribir.
Entrevista a Michael Speier
Jimena Hernández Alcalá
14 de octubre de 2017, dentro del marco del Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de México.*
Principios de octubre, un sol brillante y cálido que sería poco probable para Berlín en esta época cae sobre el Zócalo de la Ciudad de México, más bien lo ahoga, quema. Algunos buscan refugio en la sombra que lanza el asta de la bandera, y yo, como muchos otros, me resguardo en una de las carpas blancas que han tomado el Zócalo para celebrar del 12 al 14 de octubre el VI Festival Internacional de Poesía de la Ciudad de México. Aquí espero a Michael Speier, traductor y poeta berlinés quien hoy a las tres de la tarde participará en el acto de clausura de este festival. Nuestra cita es a las 14:30, espero que 30 minutos sean suficientes para hablar de su labor como poeta, o traductor, o ambos. Lo veo llegar fresco y con lentes oscuros. Buscamos un lugar al fondo de la carpa y esperamos que la lectura que ahora se lleva a cabo no nos distraiga demasiado ni nosotros a ellos.
En primer lugar, gracias por su tiempo. No sabía si lo tenía que entrevistar como poeta o como traductor para el Periódico de Poesía, por eso le quiero hacer preguntas sobre ambos campos, la primera sería: ¿se ha traducido a usted mismo?
No.
¿Se atrevería a hacerlo?
Creo que eso es muy difícil, porque un hablante de otra lengua tiene un oído más exacto para la traducción. No creo que uno se pueda traducir a sí mismo y casi tampoco creo que se puedan escribir poemas en otro idioma que no sea el propio. Creo que también lo mencioné ayer en la conferencia: Celan, Paul Celan dijo alguna vez que el lenguaje, el lenguaje poético es siempre algo único y no algo que ocurre dos veces. Sin embargo hay pocos autores, muy pocos, que son tan perfectos en dos idiomas que ellos mismos se hacen cargo de sus propias traducciones o que escriben en otra lengua.
Es un reto para usted…
Sí, creo. Tal vez hay personas, autores, poetas que pueden hacerlo, pero yo no puedo.
¿Le ayuda ser poeta para traducir poesía?
Sí, me parece que sí. Creo que esa es una categoría importante, ya que el resultado de una traducción debe ser también un poema. Y de hecho eso casi solo lo logran poetas o en todo caso traductores que también tienen un talento poético, que tienen una sensibilidad para la poesía. La traducción literal de un poema no sirve de nada, es una información que se puede tener, como el dibujo arquitectónico de un edificio; cuando se ve el dibujo, tal vez uno se lo puede imaginar, pero todavía no es un poema. Y hay traducciones particulares de poetas, que según yo son muy buenas, porque no son literales, sino traducciones libres. Hay una palabra especial para eso en alemán, a diferencia de una traducción eso es una adaptación poética [Nachdichtung].
Adaptación poética —repito el término para no olvidarlo. Creo que ayer también habló un poco al respecto.
Sí, creo que lo mencioné, pero de hecho creo que una adaptación poética es una categoría diferente a la simple traducción de poemas, que por supuesto también existe. Sí, a través de la traducción literal de poemas se pueden conocer muchos idiomas que uno mismo no habla, pero para un lector eso aun no es un poema y tampoco puede entender por qué debería serlo en la lengua original.
Ayer dio una conferencia en la UNAM, habló sobre Paul Celan quien se tradujo a sí mismo y, como usted, viajó mucho y vivió en varias ciudades. Usted introdujo el concepto habitar poéticamente [Dichterisch wohnen]. ¿Nos podría decir brevemente qué significa habitar poéticamente en los poemas parisinos de Celan?
Sí, por supuesto, aunque es difícil decirlo en dos oraciones, ayer me tomó casi una hora, pero tal vez se podría resumir así: para un poeta como Celan habitar no solo significa tener una vivienda o una casa, sino que está relacionado existencialmente con sus escritos. Y en especial justo París, porque él siempre quiso ir a París y porque París es desde luego una ciudad literaria con una gran tradición, y todos sus poemas sobre París, sobre su casa allí, por supuesto que tienen que ver con la literatura, con él mismo y esto quiere decir, en última instancia, que habitar y escribir forman una simbiosis para él.
Después le preguntaron si usted, como poeta, conoce por experiencia propia ese habitar poéticamente. Usted dijo que no, también dijo que no busca una casa o un lugar donde vivir. Y mi pregunta es, ¿entonces qué busca cuando visita o habita una ciudad?
Sí, así es, tal vez es algo más bien volátil, o sea algo pasajero. Cuando estoy en un lugar, me dejo ser parte de ese lugar. Quiero conocerlo, su historia, la gente de allí, entonces estoy verdaderamente allí. Y al respecto he escrito bastantes poemas, tengo poemas sobre ciudades en las que he estado, sobre lugares en los que he estado e incluso creo que tengo un poema sobre el lugar en el que vivo, mi departamento en Berlín. En realidad he escrito varios poemas sobre Berlín. Creo que es casi normal que un poeta escriba tanto sobre sus viajes como sobre el lugar donde habita y a veces viajar es habitar.
Entonces se puede habitar y viajar al mismo tiempo.
Sí, así es, y ambos pueden transformarse literariamente.
¿Y piensa que de esta visita aquí a la Ciudad de México escribirá un poema?
Ya empecé un poco, sí, pero nunca se sabe. Los poemas son regalos, a veces se recibe uno, a veces no se recibe nada, uno no los puede pedir y uno tampoco empieza a escribir inmediatamente, primero hay que asimilar las cosas. A veces sale en un par de días, a veces toma años, eso también puede ser, pero lo más importante son las notas que se hacen y las impresiones que se tienen, diferentes a las de alguien que escribe una novela o un texto en prosa sobre un lugar, pues la realidad se percibe de una manera totalmente diferente, y se toman notas y cuando se tiene un momento de inspiración, entonces de ello resulta un poema.
Eso es muy bonito. Ayer también dijo que cuando se viaja uno está más despierto.
Sí, eso creo, en todo caso para mí es así. En los viajes uno tiene muchas nuevas impresiones poéticas, y lo nuevo siempre es más interesante. Y sí, en los viajes uno está obligado a estar más despierto que en casa, donde todo marcha por sí solo, y de ambas cosas juntas a veces resultan algo bueno, me refiero a material para nuevos textos poéticos. Tal vez no puedo decir, “estoy viajando ahora y por tanto estoy seguro de que me voy a llevar a casa unos bonitos poemas de México”. Eso no se sabe con antelación, pero cuando se da —y eso sucede con mucha frecuencia— entonces es el caso.
¿Y cree que en donde vive uno puede escribir poemas con “ojos de viajero”? Se toma un segundo, tal vez para entender la pregunta, tal vez para reflexionar, cuando parece encontrar una respuesta, se ríe.
Naturalmente eso es un poco artificial. Creo que esa es, una vez más, una mirada diferente. La mirada poética es siempre una mirada que distancia de las cosas, que quiere ver algo nuevo, y de hecho, es una mirada ajena que se tiene y es un poco artificial cuando uno observa su propio entorno en forma distanciada, pero por supuesto que se puede reflexionar sobre ello: por qué estoy aquí en este lugar, por qué estoy en esta situación, justo como lo hizo Paul Celan en sus poemas al reflexionar sobre su habitar, el lugar donde vivía, también sobre su situación de vida, incluso sobre la situación de su obra, su trabajo.
Eso es complejo.
Así es, “complejo” es una buena palabra.
Sí, y lo que acaba de explicar requiere mucho trabajo.
Sí, sí, exactamente así es.
Ayer también dijo que usted se siente un poco como un actor, porque desempeña varios papeles: investigador, poeta, también organizador de festivales… ¿Qué papel tiene ganas de representar próximamente? La pregunta provoca de nuevo su risa.
Creo que eso de los papeles es tal vez un poco exagerado, porque en realidad no tengo para nada talento histriónico, pero naturalmente es una alternancia de actividades, y por tanto, cuando escribo es algo diferente a cuando edito una revista literaria. Pero una vez más es otro espacio, un espacio distinto en el que puedo respirar de otra manera y vivir de otra manera. Y la próxima vez…, no lo sé, tal vez haga una edición de mi revista sobre México… Eso puede ser.
Vi que tiene un poema sobre Teotihuacán.
Sí, es cierto, lo escribí en una visita a México hace muchos años. ¿Vio? De los viajes salen algunas cosas. Ahora, cuando parta de México, lamentablemente ya mañana…
No puedo evitar soltar una expresión de desilusión que lo obliga a interrumpir su discurso.
Sí, de hecho solo vine al Festival. También me parece triste, pero a veces es así. Después vuelo de regreso a Estados Unidos, en donde por ahora estoy como escritor residente en una universidad en Nueva York y allí por supuesto que también trabajo como poeta e imparto clases y las tengo que preparar y tengo que preparar mis seminarios. De nueva cuenta ese es otro papel, allí no puedo presentarme como poeta ante mis alumnos, ellos quieren aprender algo científico.
Como usted dijo, es otro espacio.
Es otro espacio, pero los espacios también se relacionan entre sí. Yo creo que tal vez eso se nota en mis conferencias, que no soy solo un investigador sino también un autor y por eso tengo otra relación con los textos, con la literatura, es decir, uno tiene que separar los espacios, pero de la misma manera éstos se relacionan a través de la persona.
Entonces, me pregunto a mí misma, ¿cómo se relaciona Michael Speier con este espacio en el que ahora estamos?: Al final, todos somos lectores, también los traductores, poetas, todos, y creo que los festivales están dedicados a los lectores. —Mientras digo esta frase él asiente con la cabeza. ¿Ha tenido la oportunidad de visitar este festival como lector?
Bueno, eso tiene que ver un poco con que no hablo español, pero puedo descifrarlo y a veces entiendo más o menos lo que está en los libros. También he recibido algunos libros de otros colegas, así que de alguna manera voy a intentar leerlos. Pero también creo que es muy bonito lo que vi ayer aquí en la lectura, el público escucha con mucha atención, también a los poetas que vienen de países muy lejanos, no solo a los poetas mexicanos o latinoamericanos, y esa me parece una experiencia muy grata.
Experiencia que está a punto de repetir. Ha pasado más de media hora, sin darnos cuenta en el podio han cambiado los autores y aun queda un lugar vacío. Por el micrófono alguien llama a Michael Speier, rápidamente se pone encima su rol de poeta, me agradece y se despide. La agradecida soy yo, somos nosotros, quienes nos quedamos a escuchar algunos de sus poemas.