No. 108 / Abril 2018
La zurda escritura de Balam Rodrigo
Alguna vez escuché decir a una profesora que cada poeta debía labrar su diccionario, un mundo de referencias, de metáforas, un alfabeto de imágenes en el cual enraizar su escritura. Balam Rodrigo lleva ya mucho tiempo labrando el suyo, y libro a libro consolida un diccionario vastísimo en el cual explora y explota las diversas flores del lenguaje donde, además, se siente como en casa. Colibrije, poemario ganador del Premio José Emilio Pacheco 2016, es una sílaba más en el alfabeto del poeta chiapaneco.
Aventuro que una de las constantes en el abecedario poético de Balam es el alejamiento de las normas lingüísticas, de lo establecido, de lo derecho, de la forma central de hacer las cosas, de ahí la su escritura zurda que se zambulle como un somormujo en las honduras creativas del lenguaje, un lenguaje que lo vuelve suyo, que lo tuerce, que lo estira hasta sentirlo a la medida de la su lengua.
Ya desde el título Balam insinúa el zurdo alfabeto de su escritura. Desde un punto de vista lingüístico, el título del poemario es una palabra inventada a partir de un procedimiento conocido como composición, en el cual se juntan dos palabras previas para crear una nueva, en este caso, dos sustantivos: colibrí y alebrije, o al decir de Balam: Colibrije.
Siempre he pensado que el título de una obra es una escritura mínima que como un croquis, bosqueja la ruta que seguirá. Esto es significativo para Colibrije. Por un lado, tenemos que los alebrijes son una tradición que Pedro Linares, cartonero de la Ciudad de México, inventó en la década de 1930 y que hoy en día se toma casi casi como sinónimo de mexicanidad, si acaso eso exista... Por el otro, el colibrí es un ave de raigambre simbólica y literaria y a su vez con un largo abolengo que se remonta a tiempos prehispánicos. Como símbolo, el colibrí suele asociarse a lo trascendente, a lo espiritual e inclusive a la resurrección. En cuanto a su abolengo prehispánico, hay indicios desde las culturas originarias de Norteamérica, cruzando todo México y Centroamérica y hasta Sudamérica. En el panteón náhuatl, Huitzilopochtli suele ser representado como un guerrero con casco o máscara de colibrí, como en el Códice Ramírez o Tovar, también se dice que esta ave es su nahual (alter ego o animal tutelar), y aún más, su nombre significa azul colibrí zurdo o azul colibrí del sur, entre otras variantes.
El título pareciera insinuar que el libro abordará lo mexicano desde una cierta perspectiva sureña o si se quiere, zurda. Si dejamos respirar la fiorda hondura del título sobre el contenido de la obra podemos añadir algunas otros comentarios. El libro está dividido en cinco secciones, cada una de ellas dedicada a una figura tutelar de la poesía mexicana del siglo XIX y XX, a saber: Octavio Paz, José Emilio Pacheco, Gilberto Owen, José Gorostiza y Amado Nervo; cabría añadir a Juan Rulfo, quien deja ver su sombra de alquitrán entre la caligrafía de Balam Rodrigo. Así, me parece que Balam ensaya vivificar con su zurdo alfabeto la tradición poética de la literatura mexicana, de sus flores, de sus aves y de sus nombres. No está de más decir que el libro aborda varios de los grandes tópicos literarios no de México sino de la humanidad, pues la poesía es, ante todo, un fenómeno humano. Entre los grandes temas por los que Balam transita están Dios, el silencio, la locura, el amor y lo urbano.
Cabría preguntarse en qué consiste el zurdo alfabeto de Balam. Al inicio decía yo que una constante en el abecedario poético de Balam es el alejamiento de las normas, de la convencionalidad, sin que ello signifique o redunde en una poesía críptica, al contrario, la poesía de Balam es un puro deleite de la palabra, una celebración del lenguaje y, por consiguiente, de la literatura, del mundo y de lo humano. Balam, zurdo poeta, utiliza distintos procedimientos lingüísticos y retóricos para construir sus complejas piezas poéticas.
Uno de los recursos lingüísticos predilectos de Balam es la creación de palabras, ya anunciado desde el título del libro Colibrije. Balam, a través de la derivación verbal, da vida a nuevos verbos como neblinar o lluviar, por ejemplo, al inicio del poema XLIV de la sección dedicada a José Gorostiza se lee: “Neblinar es en el alma los contornos inasibles y apenas táctiles del humo”. El poeta chiapaneco también hace gala de la derivación adjetival al sacar de su fragua creativa adjetivos como avísimas, alondro, pajarecido, libelular o nubescente. La composición, presente desde el título, tiene otros maravillosos ejemplares en el libro como libéluna o, mi favorita, trinitiritar, que conjunta dos verbos trinar y tiritar, es decir, trinitiritar. Como ejemplo de los dos procedimientos anteriores quisiera citar el poema V de la sección dedicada a Amado Nervo, el cual dice así: “son tales las tristezas por ella que al mi cardio no le queda más que trinitiritar hartas y avísimas cuitas por sus ojos”.
Como podrán haber notado el poema echa mano tanto de la derivación adjetival (avísimas) como de la composición (trinitiritar), y nos permite hacer notar otro recurso más de la zurda escritura de Balam, la actualización de frases hechas o refranes a través de reemplazar una palabra de la frase o refrán original, en concreto, el poema anterior inicia así: “A punta de viaje y de saudade”, que es un eco de la más coloquiales “a punta de golpes” o “a punta de trancazos”. Otro bello ejemplo de esto nos lo provee el poema X de la sección de Amado Nervo, cito: “al mal tiempo darle la mejor pitanza: hogazas de luz y de silencio” (2017: 100).
Lembranza, palabra que aparece al inicio del anterior poema, es una forma antigua de decir recuerdo o remembranza, un arcaísmo al decir de los lingüistas, y este recurso es otra de las vocales del alfabeto de Balam. Muchos otros son los mecanismos lingüísticos que este poeta emplea en la arquitectura de sus poemas, con afán de no ser prolijo y no extender en demasía estas letras, resumo ahora algunos de ellos: el empleo de extranjerismos ya sea adaptados al español o sin adaptar, como los vocablos fiordo de origen noruego, iceberg de origen neerlandés, y malinconia de origen italiano; el uso de regionalismos, en particular del verbo tactar usado en Centroamérica; finalmente, construcciones sintácticas peculiares al añadir artículos definidos antes de adjetivos posesivos dándole una personal sonoridad al poema, por ejemplo el inicio de “Posdata para Damiana”: “Mordedumbre de su boca en la mi sombra”.
Quisiera señalar dos recursos retóricos de la zurda escritura de Balam, por un lado, el uso de la aliteración con cierta tendencia al tautograma, evidente en el poema XIII de la sección de Gorostiza: “Ávidos venablos recorren la verba que vive entre mis venas: vierten allí su vino”. El otro recurso es el empleo de la definición como figura de pensamiento que el autor usa para construir poemas completos como los IX y XV dedicados a la niebla o el XXII a la bruma, los tres de la sección de Gorostiza. El poema IX dice: “Niebla: ánima o crin de pútridos caballos, pan de alabastro devorado por pájaros de hulla en el fermento del trigo y el vuelo del azor: caspa de ángeles nonatos, molido hueso de témpanos y niños cardos: caliza lágrima de cáñamo, gota de antiluz”.
Balam Rodrigo aprovecha la cualidad flexiva de la gramática del español para generar nuevas formas expresivas y hacer del idioma la medida de su lengua; de igual modo, Balam explora diferentes recursos retóricos que alumbran sus poemas como hogueras o fiordos icebergs en la noche. Estas son, creo yo, algunas de las piezas que conforman el rompecabezas de la zurda escritura de Balam, escritura que en Colibrije vivifica y se apropia desde sus particulares coordenadas geográficas, estéticas e ideológicas, el gran sur, la historia de la poesía mexicana.
Concluyo con una analogía. Además de llevar metido un jaguar en el nombre, Balam Rodrigo tiene algo de colibrí. Es bien sabido que además de la extraordinaria velocidad con que estas minúsculas aves baten sus alas, son las únicas que pueden volar hacia atrás. Y digo que Balam tiene algo de colibrí porque es capaz de tender su mirada hacia atrás, hacia el pasado, hacia las altas esferas de la tradición poética mexicana y, no obstante, proyectar puentes y senderos hacia el futuro en la poesía de nuestro país con la su escritura zurda, zurdísima.
Mérida, Yucatán
4 de marzo de 2018
Podría interesarte: