No. 97 / Marzo 2017
ya no quedan más sitios estoy solo
Jorge Lara Rivera
Los trece poemas que conforman el poemario El sueño vieron luz en 1990, publicados por la Universidad Autónoma de Yucatán (UADY), del cual se ha hecho una nueva edición para el año 2014. El sueño se trata de un libro delicado, artesanal, sonoro, para pensar y repensar cada palabra asentada en la hoja blanca. Desde el inicio Lara apunta la definición de "sueño" como el acto de dormir, y al mismo tiempo nos trae las acepciones de "ensueño" (imagen avistada al dormir) e "insomnio" (vigilia irregular, incapacidad para dormir), y lanza la advertencia poética, con Octavio Paz: "agua que con los párpados cerrados / mana toda la noche profecías", dos versos tomados del monumento que es Piedra de sol.
Como guía de lectura apunta dos epígrafes; uno de Píndaro, que en su "Pítica VIII" dice: "El hombre sólo vive un día ¿Qué es el hombre? / ¿Qué no es? No es más que la sombra de un sueño"; y luego Lara nos presenta el extracto: "Entre sí y no, qué infinita rosa de los vientos", de Julio Cortázar, tomada de Historias de cronopios y de famas, dentro del apartado "Material Plástico", perteneciente al texto: "Que tal, López"; donde Cortázar presenta el juego del lenguaje a la hora de compartirse el saludo: "Así es como cree que lo saluda, pero el saludo ya está inventado y este buen señor no hace mas que calzar en el saludo."
El poemario El sueño, que presenta Jorge Lara Rivera (Mérida, Yucatán, 1960), es una invitación al juego del lenguaje; juego que Octavio Paz determinó en 1967 con la publicación de Blanco; en el que Cortázar siempre se mostró capaz. Un juego del lenguaje que es una invitación al discurso histórico, la convivencia de pasados y presentes, conquistadores y conquistados, previéndose como poética mestiza que refiere la tradición del vasallaje de los antepasados mayas, dueños del Mayab yucateco, tierra en la que el poeta ha nacido, cuyo discurso está enmarcado por la ambivalencia de utilizar o no el lenguaje castellano, europeo como toda la cultura que ha bebido; lector al fin de los clásicos, pasados, presentes y tardíos, por decir, contemporáneos. Qué más figura que el sueño, la duermevela, la ensoñación para complacerse y recrearse en el lenguaje.
El hablante lírico que narra desde el estado de inminente insomnio, parpadea en el ensueño para presentarnos la fascinación por la pesadilla, y narrar poetizando en la sonoridad del verso, las múltiples posibilidades del discurso "semi incoherente e inteligentísimo" para transportar vivencias del sexo, dolor, conquista, abandono, el anacrónico permanecer vivo en un estado postcolonial que es el lenguaje mestizo del cual somos herederos.
Ya Cristina Leirana ha dado cuenta de que en todo el texto de Lara Rivera, solamente la palabra final "Dios" es escrita en altas y bajas, porque todos los demás nombres propios que se apuntan a lo largo del texto están escritos con minúsculas, siendo ésta una libertad creativa que se ha permitido el poeta para manifestar la cultura neocristiana (siendo el neocristianismo, un término con el que se denomina el mundo actual de las iglesias y religiones monoteístas —musulmanes, cristianos y judíos—, sin distinción). "Dios"; a quien el poeta describe apenas como "un secreto nombre" con el que el hablante lírico, al saberse vivo "más allá del tumulto" sobre "el caos", configura.
Pero regresemos al inicio, en una especie de "intro", antes de arrancar con el primer poema que ha titulado "(vigilia)". El autor escribe, o más bien el hablante lírico canta:
metamorfosis tactos minerales fulgores
emboscado el insecto transmutación añora
la hora del oficio del anfibio del saurio
desnuda sin relojes por oquedad respira
y al leer, el reflejo de la memoria nos conduce a aquel Primero sueño, de sor Juana Inés de la Cruz, que empieza:
Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos punta altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
y como espejo va traspasado los tiempos para volver a referirnos el mismo ritmo en el que se conduce Piedra de sol:
Un sauce de cristal, un chopo de agua,
un alto surtidor que el viento arquea,
un árbol bien plantado mas danzante,
un caminar de río que se curva
Con esa introducción al asunto del poema, Lara Rivera nos deja prever la comunicación con la tradición poética; un ejecutante intelectual que logra asentarse dentro de la tradición lírica mexicana, en la que ha sabido abrevar. Y así podemos darnos cuenta de que esa "metamorfosis" nos avienta sobre Las Metamorfosis de Ovidio, como en La metamorfosis de Kafka, porque se presiente igual un "insecto"; aquellos "tactos minerales fulgores" indican de nueva cuenta ese vaivén en el que el discurso está asentado, e invitan a pensar en aquel "Canto a un dios mineral" de Jorge Cuesta, que nos presenta la visión del sueño de esta forma:
Como si fuera un sueño, pues sujeta,
no escapa de la física que aprieta
en la roca la entraña,
la penetra con sangres minerales
y la entrega en la piel de los cristales
a la luz, que la daña
Jorge Lara se sabe "emboscado" como insecto que espera la transmutación, para experimentar un cambio. Esa añoranza es la espera de cambiar, de ser minúsculo como un insecto, que ya es en sí mismo el cambio percibido desde la pupa, la oruga, la ninfa; pero humano al fin, sintiéndose minúsculo, a pesar de la metamorfosis, a pesar de los minerales en que se funda su exoesqueleto, como todo insecto capaz de una vida de agitación para reproducirse. Se añora ese pequeño espacio vital que requiere el minúsculo tiempo en que los insectos viven. Así los humanos somos minúsculos en el vasto universo del tiempo. Hay que volver entonces a la cita de Píndaro: "El hombre no es más que la sombra de un sueño".
Porque el autor sabe que la "hora del oficio", el oficio de escritor, el oficio de vivir, el oficio de cantar, es ínfimo como el de un anfibio, frágil; o como un saurio, como todos los saurios (lagartijas, lagartos, camaleones), que miran pasar el tiempo, "desnuda sin relojes", y que son capaces de respirar por oquedades; es el hálito, el aliento, la respiración de sentirse y saberse vivos. La vida como sueño, tal como lo ha planteado desde hace muchos años Pedro Calderón de la Barca.
Ese es el inicio en el que Jorge Lara sitúa su trabajo El sueño, en el que el lector pretende ahora zambullirse, deleitarse, irritarse, hasta sostener el miedo ante la pesadilla, que es esa duermevela producida por el insomnio, lejana ya al ensueño de avistar la placidez del descanso; en la podredumbre mental de no poderse despertar, pero tampoco tener la capacidad para el descanso.
Píndaro, Ovidio, Cortázar, sor Juana, Jorge Cuesta, Octavio Paz, son apenas algunos de los textos con los que Jorge Lara pretende dialogar desde el inicio de su texto, sabedor de esa cultura que abrevamos en el mestizaje intelectual en el que permanecemos, como hijos que somos de la cultura occidental.
Claudia Sosa ha hecho un recuento de los temas que pasan alrededor de la obra que Jorge Lara ha construido: "Es una visión, un desfile revisatorio de los destinos de la humanidad: miramos la peste consumir Holanda, los presagios arrinconando a Moctezuma, Ofelia, Hamlet divagando en la tiranía de las opciones, Montealbán que refulge en noches lacustres: imágenes que consideramos en las palabras del poeta, asombrados por la cauda infinita del tiempo humano". Nacer en Yucatán, entidad de un México que fuera cuna de grandes civilizaciones antes de la llegada de los conquistadores, de la civilización de los mayas, que fueron capaces de estudiar a los astros y de legar a la humanidad el uso del cero; y desde ese saberse pleno en el mestizaje, sacudir la pluma para plasmar el choque cultural, más allá de una postcolonización, en la libertad absoluta de poder reunirlo todo, de plasmar los matices de su pensamiento en una sóla obra que ha quedado para las generaciones que vendrán, que podrán acceder y conocer El sueño, y con ella podrán construir sus propios mundos, con sus renuncias, sus quejas, sus apropiaciones; todo esto lo lleva a poder decir sin menoscabo: "la tradición nos forma y nos recrea". Esos son, como bien apunta el poeta, "los remolinos del idioma", los "hieroglifos", que necesitan siempre ser descifrados, porque el poeta es quien actúa como un alquimista del lenguaje.
La misma Claudia Sosa nos ofrece una mirada más de todo aquello que conforma el poemario El sueño: "La fuerte presencia de las raíces originales, lo maya, es el equilibrio necesario para la presencia de momentos significativos en la historia occidental, y que aparecen a lo largo del texto".
Así mismo dentro del texto confluyen:
Personajes históricos o de la literatura: Aníbal, Chandragupta, Rembrandt, Erasmo, Constantino, Héctor, Helena, Edipo, Axólotl, Lear, Lancelot, Jonás, Hamlet, Goldmundo, Jonattán, Caín, Abel, Huáscar, Atahualpa, Odiseo, Zenón, Buda, Averroes.
Personajes mitológicos: Bacabes, Furias, Caronte, Yaxché, Venus, Lamias, Ninfas, Gárgolas, Unicornios, Centauros, Prometeo, Leda, Esfinge, Edén, Afrodita, Lilith, Gorgona, Céfiros, Hadas, Onfalia, Arpías, Akbal, Mandrágoras, Cancerbero, Cíclopes.
Abundan los astros y sus movimientos: Júpiter, cinturón de asteroides, Orión, Andrómeda, cometas, sol, fases lunares, mapas astrológicos, meteoros, solsticio, luna, Aldebarán, Pléyades, quásares. El poeta nos remite a lugares: Holanda, Amsterdam, Europa, Normandía, Bizancio, Tulum, Alejandría, Troya, Mar Egeo, Pompeya, Tadziu, Cuzco, Montealbán; y además desiertos, selvas, mares, ríos, pantanos, lagunas, volcanes, glaciares.
Entramos al poemario en forma con el poema "(vigilia)", primero de los trece poemas que lo conforman.
(vigilia)
en las aguas de azogue del espejo
hundido
difuminarse
lamentos explorar
transponer límites
ser un hombre
con la voz recobrar el paraíso
en este ahora
intento
a solas
desvanecerme tras algún bostezo
Y podemos establecer contacto con aquel Paraíso perdido de John Milton; porque el hablante lírico de Lara deja de ser aquel "insecto" primigenio para "ser un hombre", humano en extensión, y es con la voz con lo que pretende recobrar el paraíso. Necesario es afirmar lo que la cita bíblica refiere: "En el principio era el Verbo (Palabra)"; porque ha sido la palabra, el lenguaje que proviene de la voz, aquello que nos permite comunicarnos unos con otros; entendernos, y dentro de ese entendimiento poder firmar el "Contrato Social" para poder vivir en paz (ese preciado paraíso); "recobrar el paraíso / en este ahora"; un ahora en el que la soledad (a solas) nos invita a desvanecernos tras algún bostezo. Ese bostezo no viene del aburrimiento de la soledad, sino de la tranquilidad que permite la lectura, la paz que se presiente en el saberse parte del mundo; es lo que nos asegura la erudición, la inteligencia que nos brinda la lectura, el conocimiento; pero es necesario reconocer el egoísmo que también implica el acto lector, el acto de escribir, una soledad que termina solamente cuando el lector se acerca a lo creado por el escritor. Así lector y escritor logran encontrarse dentro de la lectura del texto, y no sólo en la creación del mismo. Y ese es el "paraíso" al que apunta todo poeta al cantar sus textos, al escribirlos y publicarlos, ponerlos a disposición de la eternidad. Antes no existía, y ahora ha sido creado y existe por la mediación del creador, el escritor, el poeta. Más allá de la actividad de leer para otros, leer es un acto egoísta, se lee en silencio y en la intimidad. Escribir es un acto egoísta, se escribe en silencio y en la intimidad. En el encuentro del Lector con el texto creado por el Escritor, en el encuentro de esos dos actos de Egoísmo, es donde el Mundo Intelectual logra fundarse; Jorge Lara lo sabe y por ello se recrea en el lenguaje, como lo han hecho grandes escritores en la entrega de su erudición a los lectores.
He acá algunos fragmentos de los poemas contenidos en la obra El sueño, del poeta Jorge Lara Rivera (los numerales que preceden a los versos enumeran los fragmentos escogidos de cada poema, ya que se trata de poemas de largo aliento).
(duermevela)
1) un niño dócil
pronuncia sentencias y el destino es
augurio siempre
siempre sangre
caricia resolución
instante-polvo
en el pleno del aire
besos
y explosiones de anémonas en marzo
(rem)
1) los bufones
gozadores en el falso silencio
vuelven la mirada para no desplomarse
como una piel roja de escarcha
el día aletargado vuelto frío
dispone
amotinados perros inmigrantes
judíos y bárbaros quedan
proscritos
2) ha vuelto el mar con su voz
y su filo de espada de la costa normanda
mortecina y terrible la atmósfera
en esta otra aldea regida
por caronte
no hay música de flautas faltan
vituallamientos medicinas
potentes caricias
que sostengan la vida
a través de la imagen maloliente
en la niebla
los soldados acuden a una guerra perdida
en balde un niño se sonríe
(alpha)
1) mas en la isla crece una tormenta de latidos
soy el hombre solo
por todas partes nace el dolor lo turbio
2) la realidad subsigue
nuestra versión del caos
un desamparo indefensión sin llama
bajo el asedio de murciélagos
ideas que resurgen en el giro
rotación en desorden de milenios
amor pena muerte placer
(delta)
1) vibración que se despeña en aire
luego las sábanas
se anudan se separan y regresan
dos enlazados bultos
¿oscuridad o fiebre?
2) no hay tiempo
todo fue entregado
los sepulcros se abrieron
están secos los ríos
pero lo ígneo estremecido nombra
posibilidades épocas que no fueron
sólo ascua o tembloroso
tacto en un cuarto con olor a sexo
3) estamos habitados por fantasmas
del tiempo un pebetero
estalla el agua de la sombra
fluye arde
un crujir de ópalos opacos
golpe seco
el esperma del miedo está en mi boca
los astros calcinados como perros
4) se ha levantado el sol y ya no importa
lo vivido se fue
a otro lugar la soledad que llora
está madurando en cada hueco
(mor paradójico)
1) te retiras entonces de mis brazos
todo lo que no fue y ya es recuerdo
vuelve
2) te pareces entonces a la hora que arde
la tibia mano el mar la luz incontestable
y sólo el viento que se rebela siempre
sabe que del instante afilado
eres el nombre la cifra
(mor)
1) los remolinos del idioma
son
apenas migas de pan por el camino errado
una red de torcidas apariencias vela
esta audaz destrucción de las teorías
naturalezas muertas el silencio fijo
extático
insondable
Referencias:
LARA RIVERA, Jorge, El sueño. Mérida: Ediciones de la Universidad Autónoma de Yucatán, 1990.
LEIRANA-ALCOCER, Silvia Cristina, "El sueño", en Por Esto! (en línea). Mérida: Ayuntamiento de Mérida / Secretaría de Educación /Cultur, 2011. Consultado el 28 de diciembre de 2016 en: http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=33&idTitulo=145406
SOSA CÁRDENAS, Claudia. "Algo sobre El sueño (o El sueño final)", en Por Esto! (en línea). Mérida: Ayuntamiento de Mérida / Secretaría de Educación /Cultur, 2012. Consultado el 28 de diciembre de 2016 en: http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=33&idTitulo=145200