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Los hipopótamos de Pablo Escobar |
Por Enrique G. Gallegos |
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No. 101 / Julio-Agosto 2017
Es medianamente conocida la historia: a finales de los setenta, el narcotraficante Pablo Escobar, líder del Cartel de Medellín, compró una propiedad rural, a la que denominó Hacienda Nápoles, ubicada en Puerto Triunfo, Antioquia, Colombia. En esa finca de casi 3000 hectáreas construyó piscinas, edificios con departamentos, lagos artificiales, pista de aterrizaje y un zoológico con cerca de decenas de especies animales, entre los que se encontraban canguros, flamencos, avestruces, jirafas, grullas, rinocerontes, elefantes, camellos, cebras, venados e incluía cuatro hipopótamos, tres hembras y un macho.
Cuando el narcotraficante es asesinado por las fuerzas policiales del Estado, parte del zoológico se dispersó y los hipopótamos comenzaron una vida semisalvaje, reproduciéndose y volviéndose una fauna exótica en Colombia. Según algunas notas periodísticas, Colombia, que no contaba con ese animal entre su fauna, se convirtió en el segundo país con la mayor población de hipopótamos después de África.
Parte de esta historia es la que pudo haber enganchado a Javier Moro Hernández. La plaqueta Los hipopótamos de Pablo Escobar de "El Moro", como le dicen sus amigos, se compone de 14 poemas, la mayoría breves. Un título con el nombre del narcotraficante para un libro de poemas puede resultar un tanto arriesgado por las múltiples resonancias que trae la historia de Pablo Escobar. Por supuesto, desde el punto de vista literario no es nuevo: existen novelas que tratan de narcotráfico, canciones populares que exaltan las hazañas de los bandidos y existe todo un género televisivo sobre el mundo gansteril. La poesía tampoco ha estado ausente de esos relatos, que de alguna manera pueden ser adscritos a la vieja tradición de la poesía maldita y que tienen como sujeto poético a delincuentes y bandidos. Es imposible no recordar al bardo François Villon, quien de propia voz relata sus fechorías y vagabundeos por la Francia del siglo XV. Y en la medida en que la poesía se nutre de la experiencia y México está atravesado por la cultura de la violencia y la "guerra del narcotráfico", la poesía —de una u otra manera— las recupera en sus figuras y momentos. Piénsese en los poemas de Eric Uribales, de René Morales, Armando Alanís o de Gibler.
Pero el relato y la poetización del mundo de los bandidos pueden ser más complicados. Como ha estudiado Hobsbawn desde la tradición marxista o Foucault desde el punto de vista de la genealogía crítica, los bandidos son constructos del poder. El poder constituye relaciones binarias y jerárquicas para dominar (bueno y malo, femenino y masculino, trasgresor y buen ciudadano, loco y cuerdo, etcétera). Este mecanismo de poder y los nada inocentes dispositivos que operan en el mundo del hampa, son los que nos impelen a evitar juicios fáciles sobre esos mundos de oscuridad.
¿Qué encontramos en Los hipopótamos de Pablo Escobar? Uno debe tener cuidado y leer con cierta atención sino se quiere malinterpretar. Porque, en primer lugar, el título no entrega de manera inmediata su contenido. El título, por más que sea descriptivo, no trata de Pablo Escobar o de sus hipopótamos. Y si bien toma como resorte parte de la historia de los hipopótamos del narcotraficante, no se reduce a poetizar esos hechos. En segundo lugar, si tomamos como punto de análisis los títulos de los poemas ("Sur", "Cometas", "Fútbol", "Luz", "Coincidencia", "Caminata", "Miedo", etcétera) podemos estar tentados a inferir un contenido variopinto y no siempre en línea con el horizonte que los títulos suelen trazar. Se dirá que es una falsa expectativa y que es una mala costumbre atenerse al título tratándose de la escritura literaria. Concediendo lo discutible de esa exigencia, lo cierto es que la presunción de un título que anuncia, aunque sea tenuemente, el contenido puede verse confirmada. Si el libro es un artificio en el sentido de que existe una voluntad poética que tamiza sus materiales y los aquilata, entonces ¿cuál puede ser esa voluntad en el caso específico de esta plaqueta?
Si prestamos atención a dos poemas situados, quiero creer, estratégicamente, esa primera impresión sobre el contenido variopinto se desvanece y aparece la urdimbre que da sentido al libro. Esto dos datos son el poema de apertura y el poema de clausura.
En la apertura tenemos el poema con el que inicia el volumen y que lleva un título homónimo al de la plaqueta. El libro se cierra con el poema "Miedo". Entre el primer poema y el último tenemos la memoria. Tengo la impresión que los poemas, dentro de su diversidad temática, están tejidos, algunos de manera más clara y otros más tenue, por la memoria. Y no sería un hecho gratuito que fuera así; quiero decir, más allá de que la poesía pueda ser un despliegue de la continencia, la biografía es un dato no menor que hay que considerar: Moro es colombiano de nacimiento y mexicano por elección y Colombia y México son países presos de la violencia y atravesados por conflictos de la memoria y los desaparecidos.
El poema "Los hipopótamos de Pablo Escobar" poetiza la cacería de dos hipopótamos por parte de las fuerzas represivas del Estado Colombiano. La estratégica de Moro es metonímica: usa esa historia para expresar el estado de erosión, degradación y podredumbre de la sociedad colombiana y por extensión, de la humanidad. En un primer momento, los hipopótamos "negros y gordos" huyen de los humanos como si fueran "sabios misántropos", pero la raza de Caín no perdona: "ni si quiera a los hipopótamos de un capo asesinado". Los hipopótamos se defienden, huyen y se atrincheran, pero finalmente son exterminados, de la misma manea en que lo fue Pablo Escobar. No puede uno no recordar las fábulas de Esopo en las que los animales también son los actores y actúan como humanos, solo que aquí, en el poema de "El Moro", en estricto sentido, no hay fábula; es decir, no existe una lección gratificante.
En el último poema, "Miedo", se describe lo que podríamos representar como el estado de ánimo de una "tierra asolada", de "ráfagas de ametralladoras", de "carreteras vacías", de "pueblos abandonados", de "casas quemadas", de "noches siniestras", donde el "miedo lo es todo". ¿Qué país es ese? Sin duda México, pero también Colombia. La sangre, la violencia y la desaparición de personas en Colombia y México manchan invisiblemente los poemas de Los hipopótamos de Pablo Escobar.
En los pliegues de esos dos poemas se encuentran otros en los que se apuesta por la rememoración. Y eso no puede ser gratuito. En países azotados por la violencia, la guerra, la muerte, el asesinato y la desaparición —como es el caso de México y lo fue de Colombia— la memoria se constituye en un elemento fundamental de lucha, de resistencia, de identidad y de búsqueda de sentido. Entonces lo que tenemos en poemas como "Cometas", "Memoria", "Luz" y "Noches" puede ser interpretado como pequeños ejercicios de recuperación de la memoria y de resistencia. Puede ser como en el caso de "Cometas", donde el poeta recuerda la infancia atravesada por bellos momentos en los que se construían los papalotes y se echaban a volar. O como en el poema "Fútbol", en el que se rememora la vieja casa de los abuelos y cada gol era festejado como si de un "vuelo de avión" se tratara. Aunque, como pasa en cualquier libro de poemas, no todos transmiten esos elementos. Creo que los menos logrados, o por lo menos los que menos me gustaron, fueron "Coincidencia" y "Locos".
No es complicado imaginar que "El Moro" haya amasado un conjunto de experiencias que trazan una geografía poética que va de Colombia a México, con sus guerras, sus violencias, desapariciones y estado de degradación. Tampoco es difícil comprender cómo la poesía, a pesar de esa barbarie, puede establecer zonas de resistencia y de belleza, y posibilitar una poética en la que la esperanza sea factible.
La lección es que en un mundo necropolítico es posible la esperanza, y en su contrarrelato la poesía puede jugar un papel central.
Cuando el narcotraficante es asesinado por las fuerzas policiales del Estado, parte del zoológico se dispersó y los hipopótamos comenzaron una vida semisalvaje, reproduciéndose y volviéndose una fauna exótica en Colombia. Según algunas notas periodísticas, Colombia, que no contaba con ese animal entre su fauna, se convirtió en el segundo país con la mayor población de hipopótamos después de África.
Parte de esta historia es la que pudo haber enganchado a Javier Moro Hernández. La plaqueta Los hipopótamos de Pablo Escobar de "El Moro", como le dicen sus amigos, se compone de 14 poemas, la mayoría breves. Un título con el nombre del narcotraficante para un libro de poemas puede resultar un tanto arriesgado por las múltiples resonancias que trae la historia de Pablo Escobar. Por supuesto, desde el punto de vista literario no es nuevo: existen novelas que tratan de narcotráfico, canciones populares que exaltan las hazañas de los bandidos y existe todo un género televisivo sobre el mundo gansteril. La poesía tampoco ha estado ausente de esos relatos, que de alguna manera pueden ser adscritos a la vieja tradición de la poesía maldita y que tienen como sujeto poético a delincuentes y bandidos. Es imposible no recordar al bardo François Villon, quien de propia voz relata sus fechorías y vagabundeos por la Francia del siglo XV. Y en la medida en que la poesía se nutre de la experiencia y México está atravesado por la cultura de la violencia y la "guerra del narcotráfico", la poesía —de una u otra manera— las recupera en sus figuras y momentos. Piénsese en los poemas de Eric Uribales, de René Morales, Armando Alanís o de Gibler.
Pero el relato y la poetización del mundo de los bandidos pueden ser más complicados. Como ha estudiado Hobsbawn desde la tradición marxista o Foucault desde el punto de vista de la genealogía crítica, los bandidos son constructos del poder. El poder constituye relaciones binarias y jerárquicas para dominar (bueno y malo, femenino y masculino, trasgresor y buen ciudadano, loco y cuerdo, etcétera). Este mecanismo de poder y los nada inocentes dispositivos que operan en el mundo del hampa, son los que nos impelen a evitar juicios fáciles sobre esos mundos de oscuridad.
¿Qué encontramos en Los hipopótamos de Pablo Escobar? Uno debe tener cuidado y leer con cierta atención sino se quiere malinterpretar. Porque, en primer lugar, el título no entrega de manera inmediata su contenido. El título, por más que sea descriptivo, no trata de Pablo Escobar o de sus hipopótamos. Y si bien toma como resorte parte de la historia de los hipopótamos del narcotraficante, no se reduce a poetizar esos hechos. En segundo lugar, si tomamos como punto de análisis los títulos de los poemas ("Sur", "Cometas", "Fútbol", "Luz", "Coincidencia", "Caminata", "Miedo", etcétera) podemos estar tentados a inferir un contenido variopinto y no siempre en línea con el horizonte que los títulos suelen trazar. Se dirá que es una falsa expectativa y que es una mala costumbre atenerse al título tratándose de la escritura literaria. Concediendo lo discutible de esa exigencia, lo cierto es que la presunción de un título que anuncia, aunque sea tenuemente, el contenido puede verse confirmada. Si el libro es un artificio en el sentido de que existe una voluntad poética que tamiza sus materiales y los aquilata, entonces ¿cuál puede ser esa voluntad en el caso específico de esta plaqueta?
Si prestamos atención a dos poemas situados, quiero creer, estratégicamente, esa primera impresión sobre el contenido variopinto se desvanece y aparece la urdimbre que da sentido al libro. Esto dos datos son el poema de apertura y el poema de clausura.
En la apertura tenemos el poema con el que inicia el volumen y que lleva un título homónimo al de la plaqueta. El libro se cierra con el poema "Miedo". Entre el primer poema y el último tenemos la memoria. Tengo la impresión que los poemas, dentro de su diversidad temática, están tejidos, algunos de manera más clara y otros más tenue, por la memoria. Y no sería un hecho gratuito que fuera así; quiero decir, más allá de que la poesía pueda ser un despliegue de la continencia, la biografía es un dato no menor que hay que considerar: Moro es colombiano de nacimiento y mexicano por elección y Colombia y México son países presos de la violencia y atravesados por conflictos de la memoria y los desaparecidos.
El poema "Los hipopótamos de Pablo Escobar" poetiza la cacería de dos hipopótamos por parte de las fuerzas represivas del Estado Colombiano. La estratégica de Moro es metonímica: usa esa historia para expresar el estado de erosión, degradación y podredumbre de la sociedad colombiana y por extensión, de la humanidad. En un primer momento, los hipopótamos "negros y gordos" huyen de los humanos como si fueran "sabios misántropos", pero la raza de Caín no perdona: "ni si quiera a los hipopótamos de un capo asesinado". Los hipopótamos se defienden, huyen y se atrincheran, pero finalmente son exterminados, de la misma manea en que lo fue Pablo Escobar. No puede uno no recordar las fábulas de Esopo en las que los animales también son los actores y actúan como humanos, solo que aquí, en el poema de "El Moro", en estricto sentido, no hay fábula; es decir, no existe una lección gratificante.
En el último poema, "Miedo", se describe lo que podríamos representar como el estado de ánimo de una "tierra asolada", de "ráfagas de ametralladoras", de "carreteras vacías", de "pueblos abandonados", de "casas quemadas", de "noches siniestras", donde el "miedo lo es todo". ¿Qué país es ese? Sin duda México, pero también Colombia. La sangre, la violencia y la desaparición de personas en Colombia y México manchan invisiblemente los poemas de Los hipopótamos de Pablo Escobar.
En los pliegues de esos dos poemas se encuentran otros en los que se apuesta por la rememoración. Y eso no puede ser gratuito. En países azotados por la violencia, la guerra, la muerte, el asesinato y la desaparición —como es el caso de México y lo fue de Colombia— la memoria se constituye en un elemento fundamental de lucha, de resistencia, de identidad y de búsqueda de sentido. Entonces lo que tenemos en poemas como "Cometas", "Memoria", "Luz" y "Noches" puede ser interpretado como pequeños ejercicios de recuperación de la memoria y de resistencia. Puede ser como en el caso de "Cometas", donde el poeta recuerda la infancia atravesada por bellos momentos en los que se construían los papalotes y se echaban a volar. O como en el poema "Fútbol", en el que se rememora la vieja casa de los abuelos y cada gol era festejado como si de un "vuelo de avión" se tratara. Aunque, como pasa en cualquier libro de poemas, no todos transmiten esos elementos. Creo que los menos logrados, o por lo menos los que menos me gustaron, fueron "Coincidencia" y "Locos".
No es complicado imaginar que "El Moro" haya amasado un conjunto de experiencias que trazan una geografía poética que va de Colombia a México, con sus guerras, sus violencias, desapariciones y estado de degradación. Tampoco es difícil comprender cómo la poesía, a pesar de esa barbarie, puede establecer zonas de resistencia y de belleza, y posibilitar una poética en la que la esperanza sea factible.
La lección es que en un mundo necropolítico es posible la esperanza, y en su contrarrelato la poesía puede jugar un papel central.