No. 101 / Julio-Agosto 2017

Orden de las cosas (2)

Fue hallado el fósil más antiguo de margarita en el laberinto gualdo de una piedra. Le falta un pétalo que luego hallarán del otro lado del mundo.

Por eso la noticia es que han visto la duda en la corola, la sombra del dedo vegetal de la Quimera, el dolor de un pétalo arrancado que sentencia si alguien amó o no.

Millones de años amarilleando rocas patagónicas, sin que el viento del sur, helado antártico susurro, desintegre el albo destino de un amor, el sí y el no del aterido secreto de un amante.

Tiembla mi fresca margarita en el jarrón.

Orden del duelo (5)

Corre la vieja cinta de película, con arañitas negras en la constelada lechosa imagen de la infancia.
Ella sigue ahí, muda, a oscuras, hablando desde lo hondo de las flores.
Yo sigo dando vueltas por su costado herido.

Y la nombro. Nombrándola, le doy vida.
Por eso cada tanto miro la vieja película y digo Silvanna, en voz alta, para que no esté muerta.

Orden del duelo (6)

Yo llevaba un vestido azul marino con la falda llena de margaritas bordadas en hilo blanco. Era la mañana, gris.
Estaba parada frente a ella, inmóvil, primorosa, muda. Como ella.
Mi hermana no vio cómo estrenaba mi vestido azul marino con la falda bordada.
Porque lo estrené en su funeral.

En cierta forma, todos los días a la mañana vuelvo a ponérmelo.
Me miro al espejo.
Y relucen las margaritas.

Hijo del hijo

A Marco,
fruto verde en lo alto de la rama.
Por él, brilla el barro al pie del árbol.

La pantalla muestra el aura, kirlian
de un diminuto cuerpo en el mundo paralelo.

Con un brote de ala te entreveo;
recluso entre las compuertas, desbordas

como una flor,
urobórico, espléndido.

Casi toco tu brevísimo fémur / leve paso
la curva de la boca / sombra del habla

y luego te dejo en tu raíz,
sostenido en tu tallo y tu marea.

*

Está-ahí
mónada meciéndose
nervadura del alma formando un pensamiento
breve carne constelada
pequeño Ulises navegando
palomita en la sangre.