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Agend'Ars
Keijiro Suga
Cuadrivio Ediciones, México, 2015
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Por Satomi Miura
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No. 90 / Junio 2016


Cuando leí estos poemas por primera vez, estaba enferma y agobiada. Las palabras ingeniosas me aplastaron, con su agudo ritmo, con fuerza inesperada, por el viaje espacial y temporal, que me dio la sensación de que como si estuviera paseando rápidamente en una máquina del tiempo sin control propio, mientras percibí más claramente, a medida que me recuperé, la frescura y el vigor de los que me rodeaban en la naturaleza del universo, en el que me movía

Me conmovió y conmueve el universo misteriosamente complejo y dinámico de los poemas de Keijiro Suga, cargado de energía de diferentes fuerzas de tierra, agua, fuego y viento, abriéndo dimensiones desconocidas en mí.

La energía tiene dos niveles: uno es el nivel inenarrable que no se puede expresar con los lenguajes; otro que deviene de una gran variedad de palabras que acarrea a cada uno de los lectores sus flujos de luz, lluvia, viento, arena, lodo, estrellas, frutas de distintos lugares y distintos tiempos. Ellos, de repente, me hacen caer al suelo, echar al mar, sumergir en un abismo, subir al cielo, bailar en el aire y volver a mí misma, confundiéndome por nuevos espacios y tiempos que surgen en mi interior. Quizá pueda decir “en mis interiores” en plural, formados en diferentes lenguas: japonesa y español, y alterados por el estado de mi corazón, mente y cuerpo de cada momento y de cada lugar de la lectura.

La versión bilingüe de Cristina Rascón y Eiko Minami del libro de poesía Agend’Ars está basada originalmente en cuatro libros de poemas, escritos por Keijiro Suga, poeta y crítico japonés, publicados entre 2010 y 2013 por la editorial Sayusha, Tokio. Cada uno de los originales llevaba 64 piezas en 16 líneas. De las 256 piezas en total se seleccionaron 32 para la versión bilingüe en japonés y español, 8 piezas de cada libro. Como se señala en la contraportada, el poeta se aferra al número cuatro (shi en japonés), por los cuatro elementos de los que se trata en nuestro mundo, y debido a su característica homófona con la palabra muerte (shi) y poesía (shi).


En un pueblo ya sin gente
en el páramo sin ciudad
en la amplitud de un área llena de escombros
va corriendo un perro, patrulla autónoma.

Hay poemas de luto que escribió el poeta después del gran terremoto y tsunami ocurrido el 11 de marzo de 2011.  No obstante, la muerte y la ausencia no dominan en todos los poemas. Reconociendo la fugacidad de la vida, hallamos la vida renacida por la inversión a través de la multiplicación de “shi” (muerte), la jovialidad y esperanza:

Elecciones paradigmáticas de insectos que habitan árboles caídos.
La vida humana tan pasajera como la suya.
Ah, comencemos de nuevo, en esta agua enérgica mojemos las piernas,
en la vida el mejor criterio es la alegría.

Correspondiente a éstos, los temas principales del libro constituyen los cuatro elementos de tierra, agua, fuego y viento, así como la muerte y vida, y la poesía, los que se relacionan e integran   mutuamente.

En torno a la poesía, Suga transmite que lo sustancial en escribir y leer un poema no reside en saber el significado de expresiones, sino en experimentar “un giro en el corazón”, una dinámica que provoca un poema en el poeta mismo y el lector, similar a los efectos de los fenómenos naturales del tiempo hacia los seres humanos. Por lo tanto, Suga no quiere dar una explicación sobre el significado de un poema, cuando uno le pregunta, sino le sugiere nada más: “Léanlo y experimenten lo que acontece en el poema.”

Por otra parte, en algunos poemas suyos encontramos metapoesía. La primera parte Agend’Ars del libro homónimo, nos muestra que una palabra, o sea un significante en este caso, no destina un concepto mental fijo ni referente estable, sino que lleva varios huecos en los que se llenan diversas interpretaciones de los lectores, quienes se mueven dentro y fuera de sí mismos a través de la fuerza de los cuatro elementos. La tercera parte Agend’Ars 3, Lluvia sobre el Mar, recalca aún más la naturaleza trascendente de la poesía, que fluye más allá de la creación, más allá de la imaginación, como el viento, “extremo secreto del ser, más parecido a la nada”.

Sería bueno llamar poesía
al instante en que la imaginación traspasa su “mundo” imaginado –
propuso una islandesa con quien estudié.
[…]
La imaginación que subyace se separa de sí misma y trasciende.  

La cuarta y última parte del libro nos muestra una característica distinta a las tres partes anteriores, como lo indica el título La teoría de los tiempos verbales, Agend’Ars 4, a los niveles tanto del estilo como de la estructura. En todos los poemas de esta cuarta parte, el poeta alterna versos en presente y pasado, como lo que sigue:

En el lodo contiguo al estuario desenterré la vida en forma de tu mano.
El sol se ubica a medio cielo y sella la actividad económica.
Los niños de aquel tiempo llamaban MacArthur al cangrejo de río americano.
Construyamos una ciudad minuciosa con el control efectivo de las hormigas.

Suga manifiesta que al leer lo que se escribió en tiempo pretérito, todo se vuelve presente. “La poesía intenta invocar y conducir hacia el presente, a través del lenguaje, esa imagen almacenada en el pasado, hacerla emerger y estallar como espuma al ras del agua que es el ahora.” Diferentes lugares en diferentes tiempos se cruzan, se yuxtaponen. Al leer un universo que es espacial y temporalmente complejo y denso, se integran los recuerdos del lector mismo, y a veces, se entreteje una memoria colectiva de una sociedad. Por ejemplo, MacArthur, mencionado en el verso arriba, fue General Douglas MacArthur, Comandante Supremo de las Fuerzas Aliadas, quien supervisó a la ocupación de Japón en la posguerra. Algunos lectores se colocarán inmediatamente en aquellos tiempos, al oír su nombre, acordándose de unos lugares bombardeados que iban a crecer. Algunos podrán asociarse con el concepto de la democracia y con el deseo de vivir sin ser controlado por nadie. El anhelo de vivir viaja, en el mismo poema, hacia Giuseppe Penone, cuya obra artística de una piedra grande colocada en un árbol da a la vida un corazón balanceado, pero quizá no duradero.

Admiro la creatividad del poeta Keijiro Suga, pero también el excelente esfuerzo que hicieron las dos traductoras entre dos lenguas muy distintas a nivel tanto sintáctico como semántico. Estos tres nos hacen descubrir nuevas facetas enriquecedoras de palabras que brillan en cada momento, en el interior de cada lector. Ellos nos hacen encontrar en “cada punto de amarre” de una canasta de frutas que es el mundo, “la posibilidad de una conexión ilimitada”. Son aves libres que llevan las semillas de frutos locales al cielo..


 


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