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Harina en vuelo
An Lu
Ediciones Las Parientas, Buenos Aires, 2013
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Por Daniel Calmels
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No. 90 / Junio 2016


Terminé de leer este nuevo libro, pretensión inacabada cuando se trata de poesía. Es un libro pequeño en su tamaño, se acomoda en la palma de la mano abierta y las yemas de los dedos se asoman por sus bordes. Su autora: An Lu. Después de leer, escribo: La poesía desnuda la palabra, la despoja de su vestimenta, ropaje que cubre el uso cotidiano, pátina que la transparenta. Su lectura, oficia como un sastre a medida, nuestro murmullo lector mide, recorta y clava alfileres entre ellas para unirlas momentáneamente, leer sin coser, más cerca del hilván, porque las palabras de An Lu vienen de a dos, de a tres, de a cuatro, no más que los dedos de una mano, con esto basta para la aventura de sacudir el mapa:


Aventura

        Si estiro con
firmeza
una
de las piernas

        sacudo el mapa.

Es un libro que confirma la sentencia de Marguerite Duras: “No se puede escribir sin la fuerza del cuerpo”. En muchos poemas las acciones se transforman en acontecimientos, saltos cualitativos en las cuales la corporeidad se presenta en estado de transformación casera del mundo: Juntos podemos/ a la hora de/ la siesta/ tomar la tierra (“Bandada”). Me inclino/ mis piernas rotan/ mis brazos se extienden/ y los dedos/ doblan el/ mantel. (“Extremistas”)

La figura del acróbata, en su origen etimológico “el que anda sobre las puntas de los pies” es un referente en varios de los poemas, así como otros referentes del circo: Si estiro los brazos/ y camino/ soy acróbata (“Cotidiano”). En puntas, con los brazos abiertos, primeros pasos, todo niño en los comienzos es un acróbata y después, a lo largo de la vida, necesita seguir esta práctica. En “Duchamp”, el estiramiento está sujeto a la mirada: En puntas/ de pie/alcanzo/ a ver. En “Compás”: Da vueltas. / Cuento/ uno, dos, tres/ sigue…/¿Es una acróbata?/ ¿Es un ventilador en una noche de verano?/ No./ Es una mujer rebelándose al saqueo.  

Junto al acróbata están los “malabaristas” (“Fogonazos en el Dorado”, “Gramática”) y la “contorsionista” (“Urbes”), lo que sugiere que para An Lu un referente metafórico es el circo.               

La escritura es discontinua, la oralidad continua, la primera materna (sin corte), la segunda paterna (suspensiva), la lectura de estos poemas transita entre ambos ritmos, la escritura como la concentrada harina, pero en vuelo.

Leer es interpretar, otorgar sentidos. Al leer estos poemas con la boca, las palabras se trasforman en vocablos de la lengua.

Las palabras son numéricamente pocas, en cada poema conviven de 4 a 8 palabras, cuya ubicación en el espacio es vertical. La orientan de arriba abajo, nos hace descender como los escalones de una escalera. Cada paso en la lectura, cada verso-escalón son palabras desnudas que se arropan con el sentido de convivir juntas en un pequeño espacio. Poesía vertical diría Bachelard, visualmente acentuada en este caso por el ancho de los versos, que al contrario de la prosa que corre como el río en la poesía “El tiempo no corre más. Brota. La poesía encuentra su dinamismo específico en el tiempo vertical de un instante inmovilizado".

He leído poemas brotes, que crecen en la lectura. El brote, como estos poemas, en su escasez, es todo futuro proyectado al crecimiento. Los poemas de Harina en Vuelo no son máximas ni  mínimas, sino enormes insinuaciones que nos dejan en un estado de incomprensión creativa, nos obligan a completar.

El destino de la harina es reunirse en masa, facturar, tomar consistencia en la cocción, pero aquí la harina, en vuelo, pretende romper su tradición, no se trata de re-partir el pan, sino de aspirar, inspirar, llegar más y lejos. Así, en el poema “El libro”, An Lu dice: Lo lanzo lejos,/ llega./ Y tú,/ lo abres.

 



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