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Versos per… versos
Yamily Falcon
Editorial Trajín,
México, 2016


Por Obed González
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No. 99 / Mayo 2017



La poesía es un medio para comunicarnos con los demás, sin embargo para que emerja, primero debe de comunicarse a través de la nada con el poeta. En el presente poemario, Yamily Falcón nos desea comunicar aquello que deviene de lo inefable, pero que por medio de lo inefable se transforma en lo con­creto.

Desde la antigüedad se ha tratado, en la literatura y en el arte en general, el tema del álter ego. Este concepto lo manifestaron los antiguos artífices a través de representaciones híbridas, en las cuales personas y bestias se fundían para ser una sóla, como una especie de concepción de humanos con otros seres. Esta proyección en las culturas antiguas —aunque natural en el ser humano— sigue estando presente en la memoria arquetípica del hombre moderno, y se manifiesta en la cultura del comic o del cine fantástico, y también en ciertos ritos modernos como carnavales o festejos multisociales donde los asistentes se disfrazan de seres inverosímiles o fantásticos, como podemos observar en las calles de México y otras partes del mundo, donde andan jóvenes tatuados y algunos más con cirugías que seme­jan a tigres o serpientes, y que es sólo para sentirse más cercanos a una realidad alterna. Representaciones alegóricas que no sólo se manifiestan en el cine o en el comic sino también en la literatura moderna. Esta representación de seres que pueden ser benignos o malignos no sólo se proyecta hacia el exterior sino que provienen del interior de nosotros. En la cultura mexica, Tezcatlipoca fue el espejo ahuma­do pero simbólicamente representaba lo que actualmente conocemos como el inconsciente, aquello que está alojado en lo recóndito de nosotros y que en mo­mentos críticos deviene como un devastador Leviatán que se lanza hacia afuera sin compasión. Yamily, por medio de sus poemas, nos muestra estos otros entes que se ocultan y se mantienen dentro de nosotros, y que son arrojados al exterior en ciertos momentos en los que se apoderan de nosotros, sin que nos demos cuenta de que estamos ofreciéndonos a ellos hasta perder nuestra identidad:

¡Les advertí que nadie la dejara salir!
¡Afuera todas, búsquenla!...
En la espera los aullidos han cesado, aguarda el corazón, cardiaco diviso tu som­bra… vas pariendo bastardas.

El bastardo es lo ilegítimo, aquél o aquello que intenta usurpar un lugar que no le pertenece, y que en ese intento termina por adulterarlo, convertirlo en otro que no desea ser:

Despierta, no se encuentra, se halla en la alacena vacía esperando algo más que comida.
Nota mi presencia.
Sentenciada por su nombre se confirma como humano.
Se recuerda…
Ensimismada avanza, la detiene la costumbre de olvidar.
La bastarda se la traga.

Los poemas de Yamily son todos aquellos otros que tratan de someterla para que extravíe su identidad, seres que le provocan dolor y desconcierto. Entes ambivalentes que la niegan pero a la vez le confirman su humanidad.

Dejaste de contar los días
Dejaste de contar tu pena
Te perdiste en las siluetas y en lápida la presencia
Pende del hombro un costal de cuero que sofoca al recuerdo
Las risas clausuradas, la ironía prestada, el hambre de vivir acompañada
Carcajadas escondidas junto a la cama
Postergo el reencuentro, invade el veneno
Me incorporan tus lamentos
No le lloro a tu muerte
Le lloro a las tinieblas de mi mente
 Golpeando la mirada…      
¡Bastarda, mil veces bastarda!
Versos per…versos nos hace reflexionar sobre quiénes somos y hacia dónde real­mente podemos llegar. De cierta forma, el libro es la entrega voluntaria de ella hacia aque­llos seres, los cuales aprovechan sus noches e ilusiones para arrojarla a lo profundo de un espejo donde todos podemos observarnos. Es una entrega que, paradóji­camente, deviene de la pasión que posterga la ilusión del amor. El ideal que no desea ser fragmentado pero que, al llegar a la consciencia, logra la aceptación de un mundo personal, el cual posee la posibilidad de ser transformado a través del cuestionamiento íntimo:

¿A dónde hemos llegado? Llegamos a la estancia de lo perdido, de lo abandona­do, en lo incierto está el doble filo, ese filo que llevas contigo, que te corta y abona, que revela en las venas el vacío. ¿Quién acepta lo perdido?