Mariana Bernárdez es una autora en la que se reúnen la inspiración lírica y la reflexión, la poesía y la filosofía. La confluencia de dos disciplinas y perspectivas, a ratos antagónicas, a ratos complementarias, la convierten en una presencia singular en la tradición de la poesía hispano-americana contemporánea, mucho más orientada a los extremos del mero desahogo lírico o la experimentación formalista. Ser pensadora y, al mismo tiempo poeta, le ha enseñado a esta escritora que hay reflexiones que no pueden tener un corolario meramente racional, sino que requieren una resolución poética; que hay espacios de la poesía que pueden ser iluminados por el pensamiento filosófico, y que hay problemas y experiencias que ni la filosofía ni la poesía pueden expresar cabalmente y ambos apenas atreven aproximaciones. Esto viene a cuento porque la lírica de Mariana Bernárdez abreva por un lado en el más depurado canto del idioma, pero también contiene una dosis profunda de reflexividad y, en su escritura, se advierte una profunda conciencia de la tensión entre las expectativas y las posibilidades del lenguaje. Su más reciente libro, Aliento, es una muestra de esta poesía que no por tener un rico sustrato intelectual, deja de ser grata al oído y reveladora para el alma.
El aliento es la voz de la respiración, pero también el hálito que infunde el creador en los seres vivos. Mariana Bernardez busca este aliento vivificante en diversas exploraciones: el viaje, la indagación en el lenguaje, la celebración de la palabra poética y de la conversación con los difuntos, la exploración del cuerpo y el amor del otro y, por supuesto, el anhelo de amor divino. Todo ello lo realiza con un lenguaje elegante, cargado de símbolos, pues el símbolo constituye un vehículo mediante el cual la experiencia transitoria puede aspirar a lo eterno. A lo largo de las seis secciones de este libro: “Lo quemado”, “Del roce”, “Nudo primordial”, “Del viaje”, “Lo brotado” y “Del muro” se organizan los distintos tipos de experiencia que comparte la autora: anécdotas, lecturas, estampas de viajes, paisajes imaginarios e intensos momentos amorosos (No te desencuentres de mí/ cuando la noche nos descobije/ que sean tus labios mi retorno/ mi convite/ mi ensueño). Así, en este libro conviven las experiencias más concretas con las más abstractas y espirituales. En particular, llama la atención la inquisición de la poeta sobre su propio instrumento de trabajo, la palabra. Para Bernárdez, el lenguaje no es un simple instrumento neutro y utilitario, orientado a “expresar”, sino un material complejo, con sus propias oscuridades, trampas y limitaciones. Como dice la misma Mariana: “Sin lugar a dudas, la palabra poética es mucho más que un tiempo memorioso, como decía San Agustín, es un desdoblamiento muy sutil, esto es lo que me inquieta mucho. Así como las situaciones donde el lenguaje tiene una frontera de rebalse y va acotando a su propia insuficiencia”. Quizá, por eso, para hacer constatar la insuficiencia del lenguaje, en sus momentos de mayor intensidad, la poeta pone en vilo la sintaxis, fragmenta su discurso, crea neologismos y apela al sonido más que al sentido en busca de una expresión que trascienda las limitaciones del lenguaje y la poesía convencional. Por eso, el lenguaje de Mariana Bernárdez siempre esplendente y melodioso, no teme al rapto, a la salida de sí, al habla en lenguas, que a veces es la única manera de perseguir una revelación en fuga. “¿Qué fue del tremor/ que ardía/ hasta astillar?/Del temblor a la hondura/el paso del arrebato/es ráfaga del ya morarse”. Vale la pena saludar y demorarse en este libro impecable y exigente que denota tanta concentración y oficio y que tanto retribuye la atención del lector.
No. 110 / Junio-julio 2018