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Indómita y brava: poesía dominicana 1960-2010
Manuel García Cartagena (Ed.)
Amargord ediciones,
Madrid, 2018.
Por José María Romero Barea
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No. 109 / Mayo 2018



Las limitaciones de espacio o las presiones por ser representativos no coartan estas representaciones de la actualidad: “Somos los oficinistas, uñas limpias, / fines de semana en hotelitos/ junto a una playa con peces muertos” (“Bolero…”). Los poemas breves de Luis Manuel Ledesma (Esperanza, 1949) transmiten su mensaje de forma clara. Rápida. Inolvidable. Pero también se privilegian las largas composiciones o las secuencias poemáticas de Soledad Álvarez Matos (Santo Domingo, 1950), en las que ideas y asociaciones se conjugan unas contra otras: “¿Será ella o eres tú la que en la luna del espejo/ empuña el pincel como pistola, tras la huella del insomnio…” (“Ritual”).

La complejidad es precisamente con lo que la poesía de Rita Indiana (Santo Domingo, 1977) enfrenta a las simplificaciones reductivas del periodismo y la retórica solipsista: “Soy la estrella de los perros desvelados/ El cibao engrandecido como un almacén de piedras para comer/ El sur un solo acento perruno…” (“Testimonio”). Lo esencial exige que nos detengamos a replantearnos el lenguaje que empleamos. Lo que importa requiere del tratamiento prolongado, con variaciones de ritmo y punto de vista. O eso parece decirnos Aurora Arias Almánzar (Santo Domingo, 1962) en “La mujer que yo soy”, “la que me nació al nacer/ la simple/ la forma verdadera del retorno”.

Una antología es, en ocasiones, el medio ideal para acercarnos a la poesía: el estudio, selección y notas del doctor en Letras Francesas Modernas por la Universidad de Tours Manuel García Cartagena (Santo Domingo, 1961), nos ofrece pre-filtrada la enorme diversidad de la práctica poética en República Dominicana: en la mayoría de los casos, coexisten los poemas contemporáneos con los tradicionales. No eluden lo político, pero evitan los gestos de importancia afectada o las confesiones de complicidad ironizada que permean la peor lírica. Suponen el mejor antídoto contra una era derrotada y pesimista, xenófoba y conservadora como la nuestra. Cincuenta años después del primer poema antologado en Indómita y brava: poesía dominicana 1960-2010 (Amargord, 2018), seguimos en una situación de guerra permanente: lo que necesitamos es menos consuelo y más respuestas.

Contra el arrullo de lo consabido, el énfasis en la accesibilidad de la literatura esencialmente simpática de Martha Rivera Garrido (Santo Domingo, 1960): “invoca los muertos enredados a mi lengua/ y arrepiéntete mucho de lo poco que somos/ después de esta noche en que hemos sido todo” (“Instantánea…”); contra la excesiva intelectualización del discurso lírico de los últimos tiempos, la empatía y el reconocimiento de experiencias comunes que supone la escritura de Rossalinna Benjamin (Miches, 1979): “Este silencio exacto/ sobre el cadáver múltiple de la ruidosa costumbre, / tiene, al fin, todas las preguntas/ para aquellas viejas respuestas engendradas” (“Este silencio…”).

Diríase que la poesía de Fernando Valerio Holguín (1956) se estrecha para abarcar lo familiar y reconocible: “Y no quieren ser estas notas/ garabatos ni ovejas/ ni versos ni poema en la noche pensativa…” (“Ars poetica”) El discurso de Ariadna Vásquez Germán (1977) deja de ser una creación artística para que nos relacionemos con ella, para ser de alguna manera cambiados por sus metros y estrofas: “espero a que se apaguen las luces en la calle, / espero desnuda descalza desarropada, / con la llama del asesino en la cabeza” (“Yo espero…”). A cambio, nos gratifica mientras nos desafía.

Basados en la relevancia de las situaciones cotidianas en lugar de los criterios sobrenaturales, estos poemas cubren nacimiento, infancia, amor, sexo, depresión y muerte. Odio racial, corrupción política, antagonismo de clase, trabajo esclavo, guerras ilegales, ventas de armas. Contra la complaciente clase media, las complejidades poéticas, políticas y económicas de lo autobiográfico, la cadencia y el lenguaje de lo prosaico, lo extraordinario de unas experiencias supuestamente banales. Contra el individualismo y la conformidad de las pantallas, libros en los que se eliminan los lugares comunes.

Consiguen las antologías que una ingente cantidad de poemas estén disponibles a bajo precio mientras ofrecen diferentes puntos de vista de las distintas tradiciones, aunque con excesiva frecuencia tienden hacia lo conservador. No es el caso: este estudio canónico y revisionista afirma la calidad e importancia exclusiva de los/as poetas elegidos/as, pero también abarca la verdadera diversidad de sus actividades: supone una afirmación estética cualitativa, de forma implícita o explícita, y estimula el debate. En cierta forma, constituye un manifiesto de estilo que no anuncia o aboga por un movimiento en concreto, revistiéndolo como nuevo. Intenta, por el contrario, contrarrestar los cánones que se auto perpetúan, en los que las voces de las minorías han sido excluidas y siguen siéndolo.
 
Sevilla 2018