Iván Cruz Osorio
(Ciudad de México, 1980)
Atalaya
Los vi partir con el fervor gastado a cuestas,
con una palabra sin edad asfixiando sus pechos,
con un ramo de crisantemos creciendo entre sus manos
desde antes de los siglos y de la historia.
Los vi partir con su amor y su odio perdidos,
deseosos de encontrar un nuevo corazón en el mundo
y volver las vísceras, los latidos
a la patria de pensamientos muertos,
a la patria largamente viva
en la madura soledad de una celda,
en la podredumbre de sus guerreros,
en la desnudez de sus hijos muertos.
Los vi como bellos ángeles
negarse
al amor de los falsos dioses
y tirarse al desamor,
y al despecho en las cantinas
mientras alguien tejía todas las muertes
que nos corresponden
con una pequeña sonrisa
y los ojos manantiales hundidos en el silencio.
Los vi partir
mientras amanecía en el Cuzco,
antes de irse al mar
de donde vienen los dolores,
y no he olvidado las naves,
que se llevaron su canto y esperanza
desaparecer en la oscura furia de los cielos,
en la recia tormenta de los mares,
en el grito escalofriante de las nubes
convertidas en odio.
Los vi y hoy debo clamar su huida
en este suelo desangrado,
en este páramo de las altas mentiras
como un chingolo solitario
o un quetzal desnudo.
Yo los vi, sobre este techo ciegamente olvidado,
y sólo ruego a los dioses
el fin de mi triste faena
o acaso la ceguera
para mis ojos marchitos
que ya no sueñan,
que ya no recuerdan el descanso.
Andrés Bello
Navegué toda la noche
con la mirada fija en los días por delante,
con el miedo apretado en los puños.
Algo de la Tierra que dejé atrás
ha labrado mi sombra y mi abismo,
y aún no sé de qué patio,
de qué puerto sin brillo partí
con los sueños desvanecidos.
Pero sé que no habrá regreso,
porque nadie vuelve
para atizar los rescoldos
de su propia ceniza.
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