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Oaxaca siete poetas
Compilador Jorge Pech
Editorial Almadía
Oaxaca, 2007

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Por Ana Franco Ortuño


Un pájaro negro (que parece repetirse en transiciones temporales de sí mismo) gira la cabeza sobre el cuerpo de un ser que se ha reclinado en postura de goce. Todo sucede en una superficie irregular, rasgada por un texto. La lengua, el ave (un cuervo) y el personaje distendido “a merced” del ave. Con ello empieza el libro; es la portada de Oaxaca Siete Poetas. Siete jóvenes nacidos entre 1967 y 1978.

Pese a la fama del estado por la productividad de sus grandes pintores, no me sorprende la calidad de estos poetas. Releo. A primera vista, la consciencia plástica del lenguaje tiene como resultado el dinamismo en la materialización y la inteligente distribución del verso, dominio de elementos que no he visto con frecuencia en otras reuniones. No se trata de poesía experimental, se trata de claridad en el uso de recursos espaciales, inteligencia sobre el espacio-tiempo mallarmeano, adueñamiento.

Los autores, de la mano del lenguaje y sus multiplicidades usan el vacío, el silencio y el rasgo significante como sus coterráneos usan los pinceles. La fama de la luz oaxaqueña no ha iluminado menos a la poesía que a la pintura.

Si Pech Casanova (antologador) se queja por lo difícil que fue lograr la edición (por tiempo, por economía, por actitud de los propios autores), a mí me llega un libro terminado, un trabajo (incluida la espera) que agradezco (a manera de sedimento, tal vez…).

Tengo mis favoritos, poetas y poemas: me gusta, por ejemplo, la palabra que viene de regreso en Escalante. Hombre  (en poéticas I), tan discutida por omnipresente y falocrática, tan eliminada, me la encuentro bien puestecita en un texto que no pretende universalismos, habla de sí, sí, como hombre: me hace pensar que cada palabra puede hacer ese viaje, discutirse, hacer sismos, luego consciente regresar a instalarse en un poema como recién bañada. De Aguilar me quedo con los animales (Zoológico), la selección me parece un poco irregular. De Amador, la perspectiva (literal, aunque también sea temática), porque puede detenerse y hablar de un-mismo-objeto-tres-objetos, en dimensiones distintas y nos los pone ahí sobre la mesa de la nada al vocablo a la Poesía; o sintetiza la narrativa, la ficción, el problema del signo (apasionante problema este) Digo/ Acaso…/ y miro venir de golpe/ cayendo como un árbol/ alado sin sosiego/ donde se torna/ el habla otro decir/      otro abismarse.

Luego, no por último, sí para terminar, el erotismo de un Velasco (nos gusta el tema, seguimos, pese a las críticas, muy a su alrededor), lúdico –girondiano, que desliza la página florando(me) excediendo(se) de tormento por el aullido de la loba. Releo y me gusta el acierto de un nuevo regalo de Oaxaca, la nuestra, tan lastimada, tan regaladora.

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