Consigna de los vientos
Poesía hondureña en resistencia ante el golpe de Estado
 
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honduras-waldina-mejia.jpgWaldina Mejía
(Honduras, 1963) 












En honra de Isis Obed Murillo Mencía, de 19 años, asesinado el 5  de julio
de 2009 por militares que dispararon a los manifestantes contra el golpe
militar-diputadil en Honduras concretado el 29 de junio y la restitución
del Presidente electo. Su padre declaró: “…nos duele su muerte, pero me siento
orgulloso que no muere por delincuente, ni por borracho,
sino por las causas que nos han reprimido”.

En honra de Tóger Iván Bados, Ramón Garcíam Noriga Fino, Wendy  y tantos
compañeras y compañeros asesinados por estar en esta lucha.
Seguimos resistiendo también en su nombre.


NO hay modo
no hay ninguna manera de expresar
el dolor más cortante
la furia más eterna,
NO hay modo, no hay razones
sólo este llanto negro que nos hierve en el pecho
que se agolpa gritando con doscientas mil voces
por este hijo nuestro
asesinado.
Un hijo que nos costó crecer
con los ojos abiertos, muy abiertos
hacia la humanidad,
que no llegaba a veinte años
pero que acumulaba
siglos y siglos de aleteantes
esperanzas y sueños
por  justicia y equidad y una vida digna
a todas las personas, aún la más débil y sencilla.
Un hijo con el pecho luminoso
como aquél, como ella
como tantos y miles
en contra de otro golpe militar
para que no sigan remachando
la horrorosa barbarie de la fuerza del bruto
en nuestros pobres pueblos expoliados.

Un hijo que no murió como un borracho, un ladrón y menos

un corrupto
sino como un valiente luchador del pueblo.

Un hijo y una bala y un francotirador.
En las filas abiertas y sin armas
de doscientos mil manifestantes
que huían por las ráfagas de balas explosivas
el francotirador de las filas cerradas de soldados
encontró un blanco fácil en el medio
apuntó sin dudar

al hijo nuestro

y le cerró los ojos llenos de humanidad
y le abrió la cabeza
y escaparon aleteando con fuerza
sus inmortales sueños
y el dolor y la furia como abono
para sembrarse aún más entre los pechos
de la multitud que aquí quedamos.
Cayó su cuerpo entre su sangre y sesos
¡Asesinos, asesinos, asesinos!
gritamos impotentes y furiosos
levantando los puños y los pechos.

Un muerto es demasiado
y ya son muchos, Honduras, tus muertos
para salvarte de tus secuestradores
que te esquilman y hacen morir de hambre
 a la gran mayoría de tu pueblo,
golpistas del Estado cada vez que no les cuadra
su democracia de vitrina.
¡Asesinos, asesinos, asesinos!

Y NO hay modo, no hay forma de decir
este eterno dolor
que nos abisma, que nos enardece
por este hijo nuestro asesinado
por este hermano, hijo y padre nuestro
del cielo aquí en la Tierra.




La muerte verdadera

Endurecí mis ojos para que ya no vieran 
más pobreza
acallé mis oídos para que ya no oyeran
más dolor
mutilé mi esperanza para que ya no hablara
más Justicia
emparedé mi alma para que ya no amara
la Verdad
y cuando así maté lo más hermoso
me hice duro caucho
que no sonrió, no amó, ni siquiera lloró
mi propia muerte
porque la merecía
para siempre. 


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