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No. 38 / Abril 2011

 

Silvia Camerotto
(Buenos Aires, Argentina, 1959)


X 

                                                  ¿A qué crimen no fuerzas el corazón del hombre, maldecida ser de oro?
Virgilio

                                                                                                                                                                             

Has visto el sumidero
el altar de los manes en tu cocina
las mujeres corriendo con la voz pegada a la laringe.
En esta ciudad los cables son aéreos
y las armas victoriosas engañan.
La norma de los indomesticados, dirías.
Diez pasos antes de que la población
regrese a casa, el camión cisterna se detiene
frente al edificio.
Tenemos que llegar a tiempo
para honrar al que yace en la vereda.
Los plátanos nunca estuvieron más solos.


Música

Why should calamity be full of words?
Shakespeare, Richard III

 

Tocaste un subdominante en fuga
Mi pelo de mujer descansa sobre tu almohada:
el punto de reposo de la duración de las figuras
en tu espalda
en los artefactos del baño
en la pintura blanca del techo
Después de más de treinta años
la connivencia se convierte en gesto de triunfo
Vinimos de lo que somos
no del pollo que almorzamos esta tarde
no de las flores que enviaste
no de la utopía formal con que me sacás la ropa
sino de la alegoría de la rosa
de la aburrida música de Mozart
de la calamidad de los cuerpos.


Los tiranos olvidan

Cerca de la ferretería del barrio
en una calle muerta
reuniste en el balcón tres de los siete axiomas
y la ropa de ella
Dormiste en una cama levantada con tacos de madera
compraste flores
pagaste el diezmo
Dijiste lo que corresponde según las circunstancias
Bajo el arco de una parábola
hábilmente
calculaste el espacio perfecto
Reductio ad absurdum te sentaste a escribir algunas líneas
sobre un lugar que fue bello como lo era en otro tiempo
y, también escribiste: enchastre, traición, perseverancia
deliberadamente o no
el punto hacia el cual caen todas las cosas
   

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