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No. 42 / Septiembre 2011

 
Jonio González
(Buenos Aires, 1954; vive en Barcelona)



10

el pan es una aguja de bitácora
y el que sonríe
vuelve al punto de su órbita
en que se libran los combates
menos crueles

el hijo confunde las llaves
y abre la puerta
que da a la casa tapiada

17

las mujeres crean su misterio
en torno a la mesa
de las conversaciones
el niño abre las revistas
y se dedica a amar
aquello que contempla
el sueño es una galería de espejos
poblada de cazadores

entre la lluvia y la noche
el niño elige el cielo desesperado
de los estorninos

los poetas discuten
sobre la desmesura del dolor
las amantes extranjeras
tienen cuerpos como trapecios
y ella aparece
para escribir sobre la arena


20

levanta la mirada
los pies de la amante brillan
como la esfinge de un sueño
retrocede hasta el lugar
en que la fuente proyecta
su luz sobre la boca
de los adioses

no hay nada en que reflejarse
más que la forma imperfecta
que se desliza detrás de él
hasta atravesarlo

los amigos pertenecen
a un pueblo frágil
vencido por los años
la amante barre el polvo
y los espejos se tienden
a escuchar



24

en mitad del festín
llaman a los muertos les piden
que sucumban al sueño de la infancia
que dirijan la mirada hacia el frío
de los campanarios y recuerden

que junto a la ventana avara de luz
abran los libros de la lluvia

la cabeza inclinada hacia el agua que cae

hacia la espera
donde crecen las piedras


30

se extendía sobre los campos
como en un relato escrito para nadie
abandonó su lugar junto a la mesa
y se asomó a la ventana

el viento cambió de dirección
pero él permaneció donde estaba
dividido entre sus pensamientos
y la visión de los pastos segados

llamaron a la puerta
se volvió y retrocedió mil años
había árboles y un huerto
y la mano tendida del consuelo







 



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