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No. 73 / Octubre 2014



Poetas En Contacto Contigo:

Elizabeth Castañeda
Diego Espíritu
Lorena Garduño
Eva María Merino




Elizabeth Castañeda
(Puebla, Puebla, 1992)


Nudo

No fue un ruido sordo,
fue una levedad violenta,
un suspiro vuelto roca,
El vuelo petrificado de la tibieza.

Un cuerpo en caída libre,
un impacto que levanta una breve
atmósfera de polvo.

La vida se manifiesta incluso
En la tiranía de su abandono.




Anatomía

Deseo, piedra de mis pecados,
Fósil sublingual.
Marca caínica en mi lengua seca,
coronada de espinas glandulares,
         trémulas,
               atómicas.




Estampas

Un cuarto lleno de esquinas entumecidas.
Una soledad poblada de esquirlas.

Una golondrina posada en un hombro
como al filo de una rama.

Escucho, dentro de este cuerpo mío
el palpitar lento del otoño.
Mis hojas caen con el mismo ruido
sordo,
con aquel descuido ronco
del desvelado estío.




Metamorfosis

Una plegaria:
voluta de fe
sublimada.




Séptimo día

1
Prófuga sombra ecuestre,
grieta de sal,
reloj de aire.
Hoguera de Dido.
Piedra del ahogado.
Séptimo día.

2
En el sexto día, Dios cantó tu carne,
y quedaron tu boca y mi herida
unidos en secreta llaga.
Humillado ante ti el mundo;
mi color se igualó al de la tierra:
hube de ser fértil de tu desgracia
luminosa
ominosa.
Cargué mi vientre
y di a luz al más oscuro miedo.
De tus manos recibí el amargo fruto,
y fue amor el dulce alimento de
mi deseo hambriento.
Paraíso y piedra. Hombre y piedra.
El mundo avanzó bajo ese funesto séptimo día,
que eterno se revolvía.
Nunca, nunca la luz fue hecha.


3
Tu cuerpo, crucifijo infinito.
Crucifijo de carne. Crucifijo de tiempo.
Días y noches, crucificado en tu propia piel divina:
el abismo de la última costilla a tus pies, fue insalvable.
Lázaro. Permanecí ciega y quieta.
Volví, como piedra cansada, a mi silencio.




Ventana

Agita el viento un hilo verde,
una telaraña apenas hecha presencia.
Se asoma el tibio vientre de la tierra
y contrasta, lo trémulo del hilo, con su silente curva.
La tierra es un pulso. Lo verde, su agitación.

Conduce el frágil hilo el palpitar
muestra la culminación del placer de la tierra.

Viento
Suspiro que perturba la punta más lejana del hilo.
Trastoca, enciende,
muestra el caos del placer
de su fibra más débil.

Viento. Hilo. Vientre. Tierra
Un instante.
Y luego la quietud absoluta que parece casi mentira,
casi invención de la memoria más pura.




Espejismo

El árbol permanece quieto.
Las ramas, ahora emulaciones de piedra,
proyectan una sombra de igual peso sobre la tierra.
En el límite del verdor, se agita una ramita.
Toda ella encendida,
separada y atada, al mismo tiempo, al destino del árbol.
Trémula.
Ocho hojas. Tres mariposas de alas impares.
En su fragilidad, se yergue,
suya es la sombra del árbol, suya su fortaleza.
Sólo ella emula el canto del pájaro.




Presencia

En la leve tinta reconozco
aquello que sólo fue intuido:
dos hojas al viento
una gota de agua cayendo
y el suspiro, mudo y ciego, de tu voz.




Que duerman los amantes

Mis tibios párpados confunden al sueño
con la absoluta espera a cuentagotas del silencio.
No reposan los párpados y como lijas erosionan tu imagen.
Fijo estás en el líquido y puro destello de mi conciencia:
me deleita contemplar en la sombra el reflejo más real de mi cuerpo.




Diego Espíritu Chávez
(Zapopan, Jalisco, 1990)


Desvelo

Amanece,
me levanto.
dejo un cadáver en mi cama;
hora tras hora se deshoja el día
en la pesquisa de una palabra capaz de nombrarte.

Anochece,
me agazapo en tu recuerdo
donde habita mi melancolía;
soledad de ausencia es la madrugada,
falso consuelo, el alba.

Amanece,
me levanto:

                                 las nubes renunciaron a su oficio de embellecer mi vida




Cuando el silencio se aleja

Cuando el silencio se aleja
me desprendo del cadáver que me habita
sin remedio me hundo en algún punto de mi cuerpo
estirándome hasta desvanecerme en mi ausencia y
la mirada  se alarga hasta desbordarse  de sí misma

el pulso de la oscuridad no reconforta a mis criaturas
que desgarran con su bramido el rostro de mi desvelo

(un ojo se revienta de impaciencia dentro de otro)

cuando el silencio se aleja

                               arden las venas de la noche en una incandescencia muda




Palimpsesto de luz

Al nacer la mirada
un sol revienta
palimpsesto de luz que estalla
danza luminosa estela
flama que desvanece
apenas se alza

sombra mutilada
sombra clara
                                 Yo también he nombrado tu cuerpo sin tocarte




Cielo que encuentro

Cielo que encuentro
perdido en la nostalgia
las nubes se desprenden
de tu aliento
tus manos se extienden
sobre mi cara
majestuoso fantasma
mi calma es tu furia
la lejanía donde habitas es mi morada




El hallazgo de encontrar

El hallazgo de encontrar
una estrella  en el reflejo
en la brisa
la tempestad diminuta,
un canto metálico
en el murmullo húmedo
de las montañas conmovidas por la niebla:

un instante
y de pronto
lo eterno.




Entre candados

Entre candados partidos por las horas
la mirada cóncava del silencio
me observa y se obstina
afila mi angustia
como se afila la espiral de mis dudas
tiembla mi reflejo
como tiembla la pura oscuridad más pura
fuego de mí mismo
que consume al fuego

                                          ¿Soy yo o es otro el que ha sido y sigue siendo?




Habrá que renunciar

No tenemos enormes caballos de guerra
ni catapultas esperando la gloria

no tenemos la pólvora nerviosa
que dispone a la escopeta
ni anhelantes flechas en arcos de fuego

olvidamos la piedra en su honda
olvidamos, también, la espada en la piedra

brota sangre del muro
la palabra es la herida 

si blandimos la pluma
es para hendir la noche en el día

si acusamos es porque tenemos memoria

habrá que ser el tañido:
no es el silencio trinchera

habrá que renunciar a la vida
cuando el hombre muera de olvido




Pobrecito poeta

A Roque Dalton


La traición es un ave
que vuela muy alto
un fusil sin recuerdos
la súbita sentencia de acero
que atraviesa la noche

Pobrecito poeta que eras tú
te acusó de traidor el pusilánime

una bandada de palabras
traerá algún día de vuelta tu nombre

Pobrecito poeta que eres tú
marchando del olvido
hacia alguna parte

¿Qué verso tuyo será la condena
que pondrá en el paredón al cobarde?

No hay epitafio más justo que la historia
para el rostro que habita la eterna sepultura
de la memoria