cornisa-inditos.jpg

No. 73 / Octubre 2014



Víctor Rojas
(Puebla, 1955)


Piénsalo bien, por una vez, piénsalo bien:
serás aprendiz sin remedio.
Así agotes el pulmón por un aliento intenso
o por el resplandor que no descubres a costa de ti mismo.
Piénsalo bien. Soporta el descenso (Ícaro cayendo).
Recuerda tu preferencia por la tierra, ni siquiera el mar
te retiene con la misma fuerza.
Piénsalo bien.
No habrá serena pulcritud sobre la cual hablar por la noche.
¡Oh! rocas, ¡oh!, frío ojo.
Vuelve el viento de mi juventud pero mueve cabellos grises.
Mas qué hago aquí, sofocado por mis deseos.
Piénsalo bien —me digo—, piénsalo bien.

*
No es fácil contar los días desde el encierro
cada uno se parece demasiado al otro
y no hay nada más frágil que el paso de la luz a la oscuridad
y de la oscuridad a los sueños y de los sueños al vacío.

Pones ahí tus pies como en otro mundo
con cuidado oliendo la atmósfera tentando el aire
con un ojo cerrado y el otro abierto.

El encierro tiene sabor a árboles
pero ellos inundan el cuarto y te ahogan.
Debes ser cuidadoso y apartar de tu frente
las hojas más voraces y pedir ayuda en cuanto puedas.

El encierro tiene final —un final vaporoso—
y aunque eres el mismo (daga de más)
el corazón te palpita en la boca.