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No. 73 / Octubre 2014



Marisol Robles
(Veracruz, 1974)


Ella sueña que conduce…

En el aparador
Lo que aparece no es su reflejo
Lustra el cristal con las líneas de su mano.
Antes de que la ansiedad la desbordara, ella estuvo ahí junto a su sombra.

Siembra en su silueta los elementos para no flotar (cerámica y monedas)
Un aterrizaje fallido más y su cuerpo será historia
Enmienda las roturas que acumula entre el cuello y la cintura
Ñandu es su amuleto-palabra sin forma, sólo le queda el sonido
Atado a una superficie que se craquela, que se divide y la confunde.

¿Qué dirá a la mañana siguiente? ¿Cómo explicará que
un automóvil, un avión, una bicicleta, un globo si los dirige ella
eventualmente se extravían?

Caminos como ramas que no alcanzan el cielo
O las hojas detenidas en este laberinto
No era un asunto de detenerse o seguir
Decir que la elección era el destino fue ingenuo
Un vidrio que se prolonga frente al rostro, que la aleja de lo deseado
Cruje la madera, alguien cierra la vitrina
Escucha la llave y advierte que lo de dentro está prohibido.




Está cansada de las historias planas…

Escaparse porque no conoce la nieve
Solo brincar
Tirarse boca abajo
Ansiaba poner la lengua en el borde del mármol

Cuando colocaron los cerrojos
Anduvo con los párpados entreabiertos para distinguirse
Nada de tener miedo ni sed ni hambre
Si iba a irse sería en calma
Arriba era un deseo que le quedaba pequeño
Dudaba entre frío y caliente
Ahora sabía que la mediocridad era blanda, dulce

Dicen que el horizonte aún la espera, pero
Ella prefiere las hendiduras….

Las llama con los dedos de su mano diestra
Apoya los codos y gira las muñecas
Si danzan siete veces, entonces los pisos se abren

Hay madrugadas en que ningún quicio se le resiste
Inclinada sobre los escalones
Sueña que el hielo la cubre
Tiembla la niña del ojo
Oye como se hace de agua la vigilia
Río abierto y en contra corriente
Inunda una alacena y los sótanos
Ama que el cuerpo se vuelva dócil
Si la piel se acopla, será sol menguante…

Pide que el calor también la deshaga, que
La lectura se detenga en los bordes
Ayer iba ciega y envuelta en otro velo
No había deseo ni precipitaciones
Ardía en la serenidad de quien
Se queda en silencio para decirse.