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No. 74 / Noviembre 2014



Ángel Ortuño
(Guadalajara, Jalisco, 1969)



Estrictamente prohibido blanquearse el ano en los lavabos de los edificios


La convivencia
es un arte. Incluso
la falsificación tuvo su edad de oro.
Pero ya ni las risas
grabadas son lo que alguna vez fueron.
Hay que aclararlo ya: cada cosa en su sitio
(¿se dan cuenta que no están más alegres?
Es la perversa
tecnología digital que todo lo corrompe).
Por eso
voy al cine
a ver los letreros brillantes de NO FUME.
Yo quisiera poner uno
en la pared de mi cuarto pero las reglas
para los inquilinos son
inquebrantables.



Una compleja mezcla de sentimientos


Si el empleado se siente satisfecho,
será más productivo. Mejorará su clima
laboral
y por eso, señores
(no es un plural genérico),
van a usar vestiditos ceñidos y escotados, hablarán
con los ojos
fijos como en un muerto que se aparece vivo
a dictarles verdades
científicamente comprobadas.

Y luego
en un ambiente pleno de confianza y que resuelva todas
sus dificultades amorosas de la noche
a la mañana,
contribuirán a la oclusión
y apertura
de los orificios de la cara.



No me interesan las respuestas
A excepción del letrero
que en una tienda dice:
NO
PULIMOS
NADA.

Incluso
pensé en robarlo pero entonces
un hombre con megáfono gritó que la patria se colapsa

y  me distrajo.