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No. 74 / Noviembre 2014 |
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Edwin Madrid (Ecuador, Quito, 1961) ARRIB-A-BAJO Mi novia tiró todo por la ventana. Vi cómo fue a dar a la calle el cariño, mi lealtad y hasta nuestra última noche. Mujer que cuando dice NO, ningún poder en el mundo la hace retroceder. Me he quedado a la intemperie, ¿deberé ir hacia arriba o hacia abajo? Tal vez, arriba solo es arriba y abajo, abajo. Uno nunca sabe lo que tiene hasta que lo pierde. Si arriba fuera abajo y abajo arriba el mundo sería diferente. Yo estoy abajo. Arriba ella tan linda, tan fuerte, tan decidida. Arriba ella, yo abajo. Nunca volveremos a estar juntos. Juntos no es arriba de mi ni yo debajo de ella. Juntos: los dos arriba o los dos abajo. Arriba y abajo. Norte-Sur, no diálogo. Me he quedado en el Sur, no sé qué rumbo tomar. Que otros se jacten de bajar estrellas Yo muevo montañas Cómo seducir a la montaña. Qué palabras solfear Para tenerla tras de mí. No puedo decir: ¡Ven! Y la montaña estará a mi lado. Mi novia se fue al norte, eso es pura llanura con dunas, cactus y unas cuantas lagartijas. Ella siempre dijo que soy capaz de seducir a cualquier cosa con faldas. Solo que esta es una montaña de palabras, y el peso de una palabra es mayor que el de una montaña. En mi empeño la reescribo, la tacho y la vuelvo a pensar. Pero esto de mover montañas es tarea ardua, penosa, desoladora. Y a punto de claudicar: si la montaña no la llevo a ti, será mejor que tú vuelvas a la montaña. Me entra tal amor propio que de inmediato estoy en sus faldas, con el firme propósito de llevarla hasta el desierto de Tucson-Arizona, donde se dirigió mi novia a ganarse una vida mejor. Las desavenencias de mi madre con Dios Mamá muy joven iba a la iglesia, pedía a los santos que no lloviera para que se seque su vestido de fiesta. Por entonces, mamá, perdió muchos bailes. También les pedía que conviertan las piedras en oro o cosas simples como paz para el mundo. Cuando papá huyó con otra, fue la última vez que ella entró a una iglesia y pidió con todas sus fuerzas que vuelva o que le parta un rayo. Papá no regresó y tampoco recibió su merecido. Mamá nunca dijo que vayamos a la iglesia. Yo voy, pero no pido nada a los santos, solo converso con Dios aunque no le vea ni me responda. Esto para mamá es fantástico. |