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No. 77 / Marzo 2015



Alejandro Baca
(Estado de México, 1990)


El silencio de las manecillas

Te preguntarás por qué pasé la vida recolectando los huesos más largos de las palomas, por qué até con listones rojos las manos de las estatuas, que nos observan desde las glorietas, y besé sus senos fríos y puntiagudos. Te preguntarás por los solsticios y las fundidas primaveras, por el resquicio de la madrugada a los pies de las farolas, por la exactitud del péndulo en su ir y venir.
                                                                [En su ir y venir]
                                                                                                                       [En su ir y venir]
En el hipnótico transe que provocan los espectaculares en la cima de los centros comerciales. Te diré que está camisa me aprieta, que me estoy asfixiando, que un día conocí a la muerte vestida de canesú, que nunca la habría reconocido de no ser porque las patas de chivo se asomaban de sus zapatillas. Te diré que llevo los mismos zapatos todos los días del año para no perder el paso, para no olvidar el camino a casa, aunque no recuerdo el color del portón; y mis ojos giran como las sirenas que van montadas en las ambulancias. Tú preguntarás y yo responderé con la verdad como siempre lo hago. Responderé con la verdad omitiendo la obsesiva y compulsiva verdad que me suscribe. Porque una pregunta sólo puede ser respondida por otra pregunta [Cuando es honesta]. Porque una respuesta sólo es el silencio que abreva la incomodidad de las miradas.
Pero yo responderé por las horas que pierde cada año.
Por las seis horas que le debemos al tiempo,
y que vuelven cada que preguntas
mi nombre
y yo
invento una historia o un sueño.




El animal que no existe

Porque no es lo mismo hablar de la tristeza que hablar triste, cuando se habla triste la boca es el parlamento de las aves y todas vuelan en forma de uveen busca de tierras lejanas, que quizá nunca encuentren. Pero cuando hablamos de la tristeza hablamos de un animal que no existe; álgido, vetusto y desgarbado o ágil, voraz y despiadado. Cuando hablamos de tristeza, el animal que no existe; que merodea por las laderas, se aproxima velozmente y se tiende a los pies de quien lo enuncia. O se posa a los pies de quien lo escribe. En fin, aquella figura metamórfica se posa en algún sitio y espera a que terminen de narrarlo. Pues no existe.




¿Extrañas el mar?

                                                                                A Mayra

Extrañas el mar,
el camino quebrado en vertical,
                     quebrado en sintonía.
La lluvia del poniente que resuena
           como un guijarro torneado
           al ritmo de la brisa.
El subir, el bajar,
el nacer bajo cada ola.
El ser llamado por los lánguidos brazos
                       de la madrugada.
           La tierra húmeda
y el azul menguante.
¿Por qué te lo pregunto?
Porque no he vuelto al mar,
sólo conservo un puño de sal.
                      La piedra negra
donde guardé el paraíso.
Una piedra que encontré
en forma de perla adoquinada
                     y se marchitó
como se marchitan todas las flores.
Te preguntas,
           por qué decidí vivir
           lejos del tambor eólico,
                      del coral prismático.
                                 Por qué llevo la gris
                      muralla y el reflejo
            de los rascacielos
sobre las pestañas.
Porque la muerte llega
           primero que el olvido.
Porque la nostalgia
es un buque de minerales
                                cargado
          y el atardecer nunca
          es de obsidiana,
hasta que una tarde junio
cuando arrojando una piedra
                                al rio negro,
           hoy, nervadura del drenaje,
te preguntas si el apéndice
            que arrojas con la ira
            del minotauro,
mañana será parte
de la intersección
             (mares-cielos).
Hasta que una tarde
te preguntas por las
estrellas que resbalaron
durante el diluvio,
           por el sonido
           de la lluvia.
Hasta que una tarde
te encuentras frente al rio
                     sin-alma
y al reflejo preguntas
¿Extrañas el mar?