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No. 46 / Febrero 2012

 

Sergio Badilla Castillo
(Valparaíso, Chile, 1947)





Asunto fatal


Los muertos no reconocen formulismos
ni horarios de desayuno ni de comida.
Sólo captan las formas entre las sombras
donde no existen imágenes.  
Se equivocan a menudo con los números y las letras
especialmente con la P y el 4
por eso mantienen su mutismo






Sakkara


Nubia era la grande aquella que se apoderó de mí
cuando llegaba a rastras al Sakkara
y los buitres me seguían el paso como leopardos
hambrientos.
Me tendió en su camastro perforado por el humo   
y ya no supe más del páramo / la algazara / y mi tristeza.
Regresé a mi clausura en la claridad de una mañana
y en mi mente ella todavía por el viento
la nubia aquella que me sacó de mi apatía
cuando los buitres seguían mis pasos
en las arenas del Sakkara.





Edad Media

1

¡Qué maldad¡ fui expulsado de la aldea  
por venir de una comarca donde cundía la peste:
   allí…entonces
quemaban los cuerpos mortecinos
            y los perros en jaurías
 apresaban las osamentas en su podredumbre.

2

Un hombre muere
en el patio de este burgo agónico y los
malditos – entre los estertores de la muerte y
taciturnos - siguen a la espera de la ruina.
Una mujer rompe en llanto
y se expanden las llagas en los cuerpos
ante el cadáver y sus fístulas.

3

Hiede el aliento fétido de los moribundos
la traslación de la saliva a través de sus gargantas secas
los ojos evadidos a una imaginaria lejanía
   aunque el miedo nos inmovilice y nos maldiga.





La santa de Ävila


Hace un calor insoportable en esta aldea
que me impide caminar
por estas calles empedradas.
Me imagino a la santa haciendo piruetas
para evitar los socavones.
La ciudad está amurallada para
que no se escapen los espectros a la luz
de la luna.  
Una virgen pigmea me persigue desde ayer
con su coqueteo enano.
Los nenúfares del claustro están ajados y en calma.
Estos son años de encierro y de plaga
y por eso pierdo la memoria y mi celular.
Un asesino deambula por el barrio con
unas joyas robadas y un pasamontañas.
Diviso tres escarabajos que intentan esquivar
el asedio de los cuervos.
El más grande parece ser más resoluto.
Se esconde bajo una piedra del convento.
El calor agobia y paraliza. Pierdo mi fe
sin hacer ningún esfuerzo.
Paso la noche con la enana
para matar el tiempo y me confiesa que no es virgen.
No lo puedo creer si tenía nimbada la mollera.

 

 

 

 



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