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Por Alfonso Domínguez |
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No. 71 / Julio-agosto 2014 |
A pesar de contar solamente con tres libros publicados, Fernando Fernández (Ciudad de México, 1964) tiene una de las plumas más curiosas de la poesía mexicana contemporánea: su estilo es inconfundible; Palinodia del rojo así lo demuestra, aunque no se le haya incluido nunca en las antologías de poesía mexicana desde la aparición de su primer libro en 1990. Fernando Fernández es probablemente el mejor lector de Gerardo Deniz y este hecho se refleja en su poesía. Además, no sería tan singular la obra de Fernández sin Deniz y, por supuesto, sin la poesía barroca española. El legado de Gerardo Deniz en Fernández se manifiesta en la selección de palabras, que a veces parecen propias y a veces extrañas, como por ejemplo en el poema Coda, donde nos encontramos: Se pica en el alón, en el ápice Mientras que, por otro lado, el cariz barroco de su poesía está en la combinación de estas palabras, es decir, en la sintaxis; y al mismo tiempo se perciben ciertas temáticas comunes de aquella época. Bastará ver algunos versos del poema La muñeca rusa para ilustrar esta idea: Mira, niña, que no eres Así pues, vemos que la selección y combinación de palabras en la obra de Fernández corresponde a la de otros tiempos, por lo que quizá este hecho sea lo que lo distingue y aleja de la poesía mexicana de nuestros días. Con base en lo dicho anteriormente y en el ritmo, la sonoridad y los temas de su poesía, la invitación al goce de la lectura es evidente. El ritmo y la sonoridad –que recuerdan a las canciones y villancicos del Siglo de Oro–, además de algunas rimas asonantes y estribillos, son recursos que abundan en los poemas de Fernández. En cambio, los temas predilectos del poeta distan demasiado de aquellos que la mayoría de los poetas suele tratar en su obra (amor, muerte, etcétera). Fernández más bien apela a lo cotidiano, a lo ocioso, a lo efímero de cada día. Así como habla del perico Henry en la casa de Chito, puede hablar de la deyección de las palomas o del anhelado encuentro en el supermercado con una mujer en el pasillo de las frutas y verduras. Para concluir, me gustaría comentar un poco la pertinencia del título del libro: Palinodia del rojo. Aunque el poema que da título al libro sea muy bien logrado, me parece que la interpretación de esta frase puede ir más lejos. Por un lado, recordemos que la palinodia es una retractación pública de una aseveración anterior. Por otro lado, el adjetivo rojo nos recuerda el vestido escarlata en el poema; sin embargo, otra acepción de aquél sirve justamente para denominar a alguien con ideales de izquierda, revolucionarios y/o radicales –así es como podríamos percibir la obra de Fernando Fernández que, recreando formas y recursos de otro tiempo, va en contra de las poéticas actuales hambrientas, una vez más, de innovación. Con lo anterior quiero decir que no sería insensato cantar la palinodia al trabajo de este poeta mexicano que, como ya dije al principio, no ha sido tomado en cuenta por su alejamiento de los gustos contemporáneos. Así pues, alejada de los faroles, la brillante y oscuramente divertida poesía de Fernández arrostra con galanura la poesía mexicana contemporánea: ¡albricias! |
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