Bajo el título Por la escalera del arco iris. Muestra de literatura coreana actual nos llega un repertorio de doce poetas y tres narradores en lo que se propone como una ojeada a la producción literaria de Corea. El objetivo de esta muestra es exhibir una parte de la creación artística coreana, exponerla ante el público: se nos otorga una vista de lo que se sabe una tradición más extensa. Y es esta característica la que puede permitir una analogía entre libro y cuadro: el título, que enmarca a la obra en cuestión, comprende y delimita lo que se ofrece; a saber, una perspectiva. ¿Se puede leer entonces esta muestra como si se tratara de un “paisaje” de la literatura coreana contemporánea? Solamente si tomamos en cuenta que el paisaje es algo que nunca está completo, porque ¿dónde empieza o termina? Siempre está sometido a lo subjetivo de la perspectiva y por eso nunca es total, está abierto. Pero si algo ofrece esta muestra son perspectivas: el paisaje de la literatura coreana no refiere a un estado fijo, sino a una multiplicidad, que se vuelve evidente a través del lenguaje de cada escritor, a la forma en la que cada uno esboza una posibilidad para este panorama. De aquí que el trazado que producen los autores consista en una fluctuación de intensidades, ya sean imágenes poéticas, sonidos, formas, afecciones incluso, todas ellas creadoras de una tensión entre las coordenadas estrictas que impone el marco, y la proliferación de sentidos únicos puesto que no tienen otra finalidad que la de hacerse presentes. Ante este acto de presencia, ante la plenitud con la que la obra es dada, no se puede buscar una asignación de sentido que le sea externa. Los referentes culturales o históricos, con su pretensión ordenadora, son siempre desplazados al límite y convertidos en nuevos marcos: la introducción del libro Panorama de la poesía coreana moderna, que intenta dar orden y sentido a la obra, es superada inmediatamente por la poesía del libro, que exhibe su riqueza no en relación a la sucesión histórica de “movimientos literarios”, sino en la manera en que produce nuevos trayectos y caminos alternos al de la “literatura evolutiva”. Al cuadro, entonces, le es apropiada una lectura superficial: un recorrido del trazado único de cada autor, que se desdobla siempre en paisaje y en ejecución, en los dos extremos del trayecto. Moverse, trasladarse, sobre la superficie plana de un lienzo, siempre más tenso por cuanto que soporta las profundidades de las perspectivas. Así podemos hablar de cómo la poesía de So Chungju se forma alrededor de los espacios vacíos: la ausencia de la amada es un rastro que la voz poética sigue constantemente a través de las líneas prolongados en el arco iris y sus colores traslúcidos, que se derraman sobre las figuras de su composición, como la hierba, las flores, las nubes. Es en las figuras donde los recuerdos se posan, anunciando la partida:
Mi amada duerme y me deja un anillo de oro fino cuyo círculo delgado cubre todo mi cielo Sin embargo, yo tengo que volver al círculo dorado del almohadón que sostiene el sueño de mi amada. Y vuelvo a sentir que estoy despidiéndome.
A su vez, los diseños de Kim Chun-su crean un entramado entre las figuras y los distintos tonos que se encuentran dispersos en la luz, las fragancias o las transparencias. No hay espacio vacío, y es a partir de la contigüidad de las figuras que se produce un movimiento al unísono de la composición, en un gesto que se extiende suavemente:
Un niño tras de una mariposa. Aunque no logra alcanzarla sus manos que persiguen la mariposa se agitan en esa profundidad transparente del cielo. De mañana la luz del sol humedece por entero los pétalos de la lila.
Al leer la poesía de Lee Hyong Gi se puede descubrir como ésta se basa en la fuerza de los contornos, en una firmeza del delineado que es, al mismo tiempo, el recorrido de la forma: el dibujo preciso de las figuras otorga solidez a la composición, pero entre ellas existe un flujo de emociones que distribuye el peso en la totalidad, mientras que los colores (con sus estaciones) se vuelven el efecto del balance:
Se ve tan bella la espalda del que sabe claramente cuándo debe marcharse. Mi amor está cayéndose ya que soportó la violenta pasión durante toda la primavera.
Y al seguir el trazado poético de Lee Geon-Cheong se percibe la asimetría en los paisajes que construye: éstos parecen moverse alrededor de un eje, y sin embargo, los objetos se encuentran regados, contemplándose en ocasiones los unos a los otros, en un orden ilusorio; esto sólo es identificable a través de la distancia que nos ofrece la perspectiva con la que el poeta juega. Lo que opera en su poesía es un alejamiento que es, al mismo tiempo, una reconfiguración espacial; descentramiento que desequilibra constantemente la composición.
Allí quedaban abandonados los clavos, el martillo, las tenazas, la sierra y una regla cubierta de orín. Allí donde sólo quedaban las pilas de pedazos estaba el hombre de pie. Allí donde los puentes rotos mostraban sus pilas tenues como deseando olvidarlas, estaba el hombre de pie.
Igualmente, se puede apreciar cómo la poesía de Chong Hyon Jong se estructura sobre trazos libres, incluso lúdicos, que no intentan completar las formas, sino proyectarlas sobre la superficie hasta que abarquen la mayor extensión, a expensas de la profundidad:
Hasta que tu cuerpo sea la inmensa noche y la arena del desierto y hasta que el viento sople el cuerpo de arena. Aprende a amar a tu propia falsía hasta que ya no sientas tu falsa edad.
Inclusive los textos narrativos que incluye el volumen pueden ser recorridos sobre su superficie para captar los diseños. Por ejemplo, en el cuento La carne que se gasta de Lee Ho-cheol, podemos seguir los movimientos en espiral que los personajes prolongan sobre el encadenamiento producido por el lazo familiar. El intento de fuga es sometido al trayecto mismo, y esto hace que el regreso de la hermana mayor se convierta en un gesto liberador, pero vacío, consumido en la repetición de la espera:
-¡Padre, mira! ¡Ya llegó la hermana mayor! ¡Al fin apareció la dueña de nuestra casa! ¿Sí? ¡Padre! La cocinera se rió. -¡Es verdad, padre! ¡Ahí está mi hermana mayor! ¡Es ella a quien has esperado tanto!
El logro de esta muestra radica en la diversidad con la que presenta el panorama de la literatura coreana, que no se homogeneiza en la contemporaneidad que anuncia el título, sino que se decanta por la inclusión de voces tan diferentes entre sí, como propositivas. Esta muestra logra proyectar la gran calidad poética de los autores, sin ser necesariamente exhaustiva --lo que es un gran acierto si se toma en cuenta la poca presencia de esta tradición literaria en México, comparada con otras tradiciones-- además de la meta de difusión cultural que está implícita en ella. No obstante, también habrá que reconocer que hay algunos detalles más formales que, sin ser totalmente intrusivos, pueden llegar a incomodar; por ejemplo, el español de las narraciones se siente un poco rígido (lo cual puede deberse tal vez al estilo narrativo de cada autor, o a la traducción); no hace imposible la lectura, pero interrumpe su ritmo. De igual forma, la introducción al libro que pretendía otorgarle un paradigma ordenador (histórico en todo caso), concentra demasiada información en muy poco espacio, por lo que termina siendo irrelevante para la lectura de la obra. Asimismo la inclusión de tres narradores, que contrasta con el número de poetas, crea un efecto de desproporción entre la oferta de poesía y la de prosa (de hecho, esta última parte carece de introducción). Aún así, la muestra ofrece un considerable número de autores que la hacen disfrutable para el público que tenga interés en acercarse a otras literaturas.
|