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Un océano divide
Dulce M. González
y Oswaldo Ruiz
Vaso Roto,
Barcelona, 2012.

Por Daniel Gonzaga Bonilla
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No. 89 / Mayo 2016


 

E hizo Dios la expansión, y separó las aguas que
estaban debajo de la expansión, de las aguas
que estaban sobre la expansión. Y fue así.

-Gen 1:7-

 

En el principio, la creación estaba desordenada. Dios, acto seguido, entonces, habla y ordena la tierra y en consecuencia ve que lo que crea es bueno, salvo una cosa: la división de las aguas y la expansión pues estaban unidas. Esta división lleva a la pregunta si todo estaba unido ¿Cómo entender la relación entre la fotografía y escribir poesía? Si bien, ambas llevan al acto de mirar y descifrar, la escritura ejerce en el lector el uso de la imaginación.

En el libro Un océano divide, los dos actos, inician en los ojos y recorren las entrañas del lector. Se presenta la imagen, aquella que señala el ambiente en el que la poesía se genera y sustenta su génesis: en lo visual.

Los elementos recurrentes en el libro son el agua y la luz. Ambos elementos se presentan de forma sutil, se entrelazan en la fotografía y el poema. En consecuencia la imagen y la palabra se elevan a tal grado que guardan un espacio oscuro para formar en él una mezcla.

Estos espacios oscuros, son representados por la noche y los juegos de luces en la fotografía. La parte fotográfica da la oportunidad a que Dulce González intervenga y formule hipótesis de ello que falta por contar en la imagen. Para la escritora, esa oscuridad le permite imaginar la historia amorosa femenina, la incomprensible búsqueda del amado:

 

Cierro los ojos y la tarde
Inmensa tras la ventana
Se hunde en mi
Por ese camino llegas


 

A semejanza del Cantar de cantares, el personaje inicia una búsqueda desde el interior, cerrando sus ojos e iniciando un viaje interno por la nocturnidad. La historia está situada en lo desconocido de ella misma.

 

Donde cada piedra es tu padre
la serie
hasta la cueva
insecto atrapado
simiente que hincha mi cuerpo
me arrastra
desde el lugar de los originales
llena mis ojos sin mundo
mi primera palabra
fue un bramido
éramos pocos
y nos hemos embarcado

 

El curso poético que recorre el personaje es una serie de altibajos, la poca luz que lleva la historia invita a que el lector juegue y recorra la  historia con las fotografías. Invita a descifrar lo negro de la imagen y lo blanco de las palabras.



La conclusión del texto es un final que invita a la reflexión entre la belleza y el sufrimiento tienen su encuentro en lo visual. De ahí, posiblemente, el título del libro es cierto, existe una división que exige unificación a partir de la búsqueda de alumbrar la oscuridad de la imagen o en los espacios de la escritura.

 

Los hijos
que en lo alto
buscan
esas plumas
esas madres
redondas
y tan verdes
esos niños
que ellas buscan
están muertos

 

Esta división debe ser conciliada, la conciliación de mundos e a partir de la unificación de dos mundos que tienen vacíos. Para el caso de los creadores de este libro, la conciliación de sus creaciones está en la unión de lo léxico y lo visual.



 


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