No. 41 / Julio-agosto 2011 |
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Carta circunstancial a Rafael Castillo Zapata |
Igor Barreto
Querido Rafael, esta es una respuesta a destiempo, y muy a la venezolana, por ser anacrónica, como casi todo lo nuestro. Tanto nos ha costado sintonizarnos con el presente y su carácter provisorio. Te cuento que en enero de este año viajé al Festival de poesía de Rosario, en Argentina, y de regreso dormí todo el trayecto, y al llegar me quedé con la cobija celeste que me prestaron en el avión, y la he guardado (sin lavarla) durante muchos meses, hasta que hoy entiendo que su olor, y color, ya no son los de aquel sueño, y que sólo sirve para arropar a un muerto. Pienso en algunas cosas que yo podría asociar a eso que tú llamas “la pulsión utópica”. Podría, se me ocurre, en este juego de asociaciones, imaginar un matrimonio que celebra sus cuarenta años y duermen en cuartos separados sus Bodas de Plata, y los diez cuatriénios maritales transcurrieron así, sin una pizca de eso que el poeta Rafael Cadenas llamó “Conciencia de fracaso”. Para remate, la infeliz pareja en su hipotético y teatral banquete (cual la reunión de poetas traficantes en el Celarg) recordaron su primer encuentro, el abrazo -que no fue tal- y la inconveniencia de unas decisiones y unas promesas. Todo se encadena para mí, de semejante manera, como en el poema de Blaise Cendrars donde se escapa con una putica en el tren transiberiano por la vieja Rusia: Dime Blaise, estamos lejos de Montmartre, Blaise, dis, sommes-nous bien loin de Montmartre?: era, “La pequeña Juana de Francia”. Igual que el viaje de los intelectuales latinoamericanos durante el siglo XX y su romance con el marxismo: hackers entregados al loco placer de experimentar con el software de la historia. A mí me hablaron en algún momento de Salvador de la Plaza y sus cátedras en la Universidad Central sobre “La evolución de las clases sociales en Venezuela”: el Monje Rojo volaba con su inteligencia sobre la gran tarta de los pupitres ucevistas, y su vuelo, que algo tenía de mágico como la cobija celeste que me traje de Rosario, me abrigó largas horas de sueño, pero hoy, sólo me sirve para tapar a un muerto. Y la “pulsión utópica” es un entramado circuito de vergüenzas como la Bodas de Plata cubanas que finalizan en pucheros de militarismo y dictadura. Virgilio Piñera se burlaba con razón de Lezama Lima, y su insularidad candorosa: que si un mulo en un abismo: y hasta un puñetazo le dió. Y es que todo viene a cuento Rafael, el Manifiesto de Tráfico podría ser leído cual tardío amadrinamiento intelectual con el marxismo, y un poeta como Miguel Márquez y el santurrón de Rojas Guardia tienen toda la razón al querer reinvindicar El Manifiesto desde esta perspectiva de una pulsión utópica conveniente a la nomenclatura socialista de turno: que es como decir, la pulsíon utópica conveniente a una jerarquía insular de turno. Pero yo, que repetí en solitario y a coro aquellas líneas, contra los balbuceos democráticos de mi país, me doy cuenta hoy, que ya no lo haría, que ahora ¡NO! --------------o---------------
Grupo Tráfico. Grupo de poetas de inclinación radical de izquierda que surge a principios de la década de los ochenta en Venezuela. Postulaban un realismo cotidiano y sentimental. Compuesto por: Miguel Márquez, Armando Rojas Guardia, Igor Barreto, Alberto Márquez, Rafael Castillo Zapata y Yolanda Pantin. |
Leer: Verónica Jaffé, "Respuesta a una trastada" Yolanda Pantin, "Respuesta a Rafael" |