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Jorge Castañeda
(Buenos Aires, 1963)




I
Centro Rabioso de Atención

Pataleando debajo del enfermo,
Indudable cuerpo que duerme
Cuando los ácidos del cactus
Demandan tierra circular para la mitología
De la creación.


II   
En la Membrana de la Alucinación

A lo largo de viajes sin temperatura
Y con el espejo castrado de un músico callejero
Se aclaraba tu murmullo
(...en la introducción a  mi árbol
de hueso cocido por Cabalistas
peripatéticos...)
terráqueo
y ebrio de Dios.


III   
Los sonámbulos

Bajo el volcán
Van apilando el aliento del espíritu
Mojando con la punta del ojo
La ceremonia acuática del comienzo,
(un suelo abstracto
pasapormilado
encadenado a la imagen exacta de la palabra)
la eternidad acostumbrada al ojo
contagiando la lengua enorme de los Huarpes
y convocando al predicador de signos:
se entiende la masacre del pensamiento.


VI   
La médula del río

Sabe repetir la profundidad de los astros,
Donde se muerden los higos
Se muerden resonancias sin levadura,
Bendice su mirada infinita
Bendice al hombre que flota en la medula del río,
Lejos
Hacia una lejanía de muerte pasajera
A un paso de distancia
De la red con espuma salvavidas,
Respiremos bajo la sombra del cetáceo
Respira con la agonía de la sombra,
La medula del río
Habla en la cima del cosmos injertado,
En la inmemorial humedad del caos
(no se ven los labios hinchados de la madre),
bendice su orgasmo agrietado
bendice esta boca lamiendo su alma,
lejos
los muertos a media asta
flamean
hacia una lejanía de incendios
hacia un brillo arrastrado
a la melancolía del río.


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