Sello del aparecido

ottodix-serrano-1.jpg
Salpicaderas
Pedro Serrano

 ¿En dónde y en qué se afirma una escritura? Haypoetas que parecieran no existir, no porque no escriban, sino porque no responden a las dinámicas o llamadas de la presencia constante y la publicación regular. No han buscado, o no se nota que busquen, estar en el candelero, trotar los empedrados del reconocimiento, la brillantina del éxito. Y de repente aparecen con un libro nuevo desacomodando el sistema jerarquizado de falsificaciones críticas, como quien no quiere la cosa, si se les pone atención. Esto me ha sucedido con la lectura de Ver de memoria, y aún con más fuerza con Tríptico de la libertad de Hermann Bellinghausen, publicados en 2013 y 2014 respectivamente. A Hermann lo conocí en 1981, en el I Festival Internacional de Poesía de Morelia. Era uno de los que leyeron en la sesión dedicada a la poesía joven de México, junto con Francisco Segovia, Coral Bracho, Verónica Volkow y Alberto Blanco, entre otros. Lo menciono porque Bellinghausen, poeta, no el periodista, que durante muchos años no había vuelto a publicar ningún libro, ya estaba ahí desde entonces. Y ahora le ha dado por regresar. Qué bueno.

No. 72 / Septiembre 2014



Sello del aparecido

Salpicaderas
Pedro Serrano


Hermann Bellinghausen
Ver de memoria
La Cabra Ediciones, 2013

Trópico de la libertad
desInformemos, 2014

¿En dónde y en qué se afirma una escritura? Hay poetas que parecieran no existir, no porque no escriban, sino porque no responden a las dinámicas o llamadas de la presencia constante y la publicación regular. No han buscado, o no se nota que busquen, estar en el candelero, trotar los empedrados del reconocimiento, la brillantina del éxito. Y de repente aparecen con un libro nuevo desacomodando el sistema jerarquizado de falsificaciones críticas, como quien no quiere la cosa, si se les pone atención. Esto me ha sucedido con la lectura de Ver de memoria, y aún con más fuerza con Tríptico de la libertad de Hermann Bellinghausen, publicados en 2013 y 2014 respectivamente. A Hermann lo conocí en 1981, en el I Festival Internacional de Poesía de Morelia. Era uno de los que leyeron en la sesión dedicada a la poesía joven de México, junto con Francisco Segovia, Coral Bracho, Verónica Volkow y Alberto Blanco, entre otros. Lo menciono porque Bellinghausen, poeta no el periodista, que durante muchos años no había vuelto a publicar ningún libro, ya estaba ahí desde entonces. Y ahora le ha dado por regresar. Qué bueno.

Recuerdo un poema sobre la cebolla, que me pareció sorprendente por la habilidad de Bellinghausen para tocar la intimidad con materias elementales ahondando en ella, y sin aligerarla como Neruda. Regreso a él y confirmo por qué recordaba este poema. "Como la cebolla" realiza un viaje de reconocimiento que consta de tres momentos, uno en que nosotros (así lo dice él) somos vistos "como cebollas que empequeñecen al perder sus capas"; otro en que al adentrar en los otros, vemos como "se hacen tiernas, blancas y profundas"; y un tercero, de regreso y con el rastro y huella del otro, en que somos capaces de vernos y verlos, ya por dentro, ya en el tiempo: "Como la cebolla, envejecemos de afuera hacia adentro. Como la cebolla, hacemos llorar a quien nos toca." Las películas que va levantando este poema, como si las separara con pinzas y bisturí, para tocar el fondo de sí mismo, y desde ahí hablar pronunciadamente de lo que se vive y duele en una pareja que en ese momento tiene veinticinco años, son a la vez delicadas y exactas. Bellinghausen estudió medicina, vale la pena mencionar. El poema es un ejercicio de meticulosa habilidad manual y afilada y envolvente sensibilidad emocional. Hablando de películas y de cebollas, en La mujer de los cinco elefantes, un documental sobre Swetlana Geir, la traductora al alemán de Dostoievski, compara a la vida con una cebolla, que no tiene centro, pero que, precisamente esa falta de centro es su continuidad, el surgimiento en ese hueco de otra vida, de otra cebolla. Y ahí el sentido: "Una cebolla no tiene centro. Cuando una corta una cebolla no encuentra un punto central. La cebolla no tiene un objetivo. El objetivo de una cebolla es una nueva cebolla. Es básicamente ahí donde comienza la idea." salpicaderas-bill-reid.jpg
A los desaparecidos hay que buscarles el rastro, atraer los trazos de su historia, otorgarles carta de identidad en el presenta. En la década del Sudd, es decir los años ominosos que se desbordan a ambos lados de 1982 a 1992, y que por algún chiflón se siente que regresan, Herman Bellinghausen publicó dos libros más: Ojos de Omán y otros poemas (1988) y De una vez (1992). Pasaron más de veinte años sin que volviera a publicar un libro de poemas. Si recurrimos a la biografía, veremos que a partir del levantamiento zapatista Bellinghausen se fue a vivir Chiapas, y ahí, desde 1994, ha hecho de la crónica periodística un activismo político, dando eco a quienes les silencian la voz, y editando Ojarasca, el imprescindible suplemento de asuntos indígenas del diario mexicano La Jornada. Esto explica por qué Bellinghausen ha desaparecido del comején poético cotidiano, haciendo suponer a muchos que sus búsquedas en el poema habían sido fiebre de juventud. Pero he aquí que está de regreso. Y que hay que hablar de él.

No es indispensable saber cuándo y cómo fue escribiendo Hermann sus poemas, si no se detuvo nunca, si pasaron años sin que una línea apareciera. Lo que es un hecho es que su imaginación y su voluntad dispensadora iban mostrándose aquí y allá en lo que escribía, sobre otras cosas y de otro modo. No puedo dar cuenta de todas las cosas sobre las que Bellinghausen ha ido escribiendo, pero recuerdo una innovadora descripción de la ciudad de México como ciudad políglota, a partir de las muchas lenguas indígenas que se hablan en el DF, o la observación perspicaz de que en la movilizada Chiapas son muchos los que hablan tres y cuatro lenguas, y no precisamente los habitantes de las ciudades. O una historia trágica de amor, también emanada de la cebolla, entre dos supervivientes. Bellinghausen escogió estar en donde la historia se desgarra, y desde ahí y ahí vivir su propia vida, y hacer el viaje hasta donde estamos nosotros. Ha podido vencer y venir, como lo apunta en el cruce violento de un río migrante su poema "Cerca de la otra orilla", y ahora eso es también nuestro, vida compartida: "Cartas de navegación para un balandro que se desajusta y apenas se tiene en pie cada que cruza el río".

Sus poemas participan de la historia, hablan de la gente, recorren la naturaleza, regresan a la intimidad, como "Volver a casa", de Ver de memoria, subtitulado sintomáticamente "(Para campana tubular y voz)", en donde la campana es el mundo, el paisaje íntimo y japonés como de Kurosawa, y la voz la del individuo que sale y regresa: "Retorno [yo] de las tierras de la mañana", bordado por "una grulla gris o ancla leve o flecha clavada en el horizonte del pecho", y "Abro la puerta de la casa y hace mi cabeza las veces del viento". Este poema, escrito en la madurez de su edad, en que la cabeza (es decir el pensamiento y la voz) se dispersa a los cuatro puntos cardinales para volver a llenar el horizonte, responde a "Gerontion", el impresionante poema de juventud de T. S. Eliot en el que un viejo arrinconado en una casa llena de ecos ve cómo su cabeza se aprieta en un nudo de viento, mientras afuera muge una cabra. En sentido contrario, Bellinghausen sale al mundo y desde ahí, en el respeto, cuenta como "han asomado con timidez los ciervos y los zorros y les hemos cedido el paso."

En la portada de Tríptico de la libertad, Manuel Valdivia Núñez, su diseñador, reproduce el viaje en una canoa de unos dioses mayas regresando de una fiesta. El libro señala que la pieza pertenece al Período Clásico, y que está labrada en hueso, sin aclarar en hueso de qué, ni de qué tamaño era ese hueso. La imagen es aero-dinámica, actualísima y divertida, casi salida de una ilustración de manga japonesa. Me recuerda en reminiscencia una escultura monumental, El espíritu de Haida Gwaii: la canoa de jade de Bill Reid, que se encuentra en el aeropuerto de Vancouver, en la que mujeres, animales y dioses viajan juntos. En la explicación de esta pieza, Reid, artista de la nación haida de Canadá, dice: "Aquí estamos por fin, muy lejos de Haida Gwaii (ie: Islas de los Haidas, o Islas Carlotas, al norte de Columbia Británica), no muy seguros ni de dónde venimos ni hacia dónde vamos, cada uno rezongando y forcejeando por nuestro lugar en la chalupa, pero logrando de algún modo sentir que nos dirigimos hacia algún lado: cuando menos los remeros van juntos, y el hombre que va en medio parece tener cierta visión de lo que les espera". El hombre que va en medio de esa canoa podría ser Hermann Bellinghausen. No es el guía, es el anunciador. Lo que sus poemas nos traen es una vaga dirección necesaria.

Trópico de la libertad es un libro más ceñido que el anterior, quizás porque en Ver de memoria salió a borbotones lo retenido por largos años, y éste corre ya por cauces más pausados. En él va Bellinghausen remando hacia un lado y otro, visitando una realidad y otra emoción, dando presencia a los que han compartido estas dos décadas de vida. El libro abre con "El equilibrista", un poema sobre un labrador: "Gacho el cuerpo, el joven sembrador escala los surcos de la ladera" y cierra con el poema que le da título, "Trópico de la libertad" en el que "en un paraje unas mujeres mojaban ropa contra la mejilla lisa de un arrollo de serpientes". Y ahí, Bellinghausen no solo es observador, sino partícipe: "Ellas y nosotros habitamos la selva entre la piel y los huesos, a dentelladas nos entregamos a ella". La experiencia vital de Bellinghausen nos da el privilegio de acceder a realidades que no serían nuestras si él no las hubiera rescatado. Escribe lo que ve pero lo que ve no es natural, es él quien nos lo trae a natura. En "Tosen, riendo", por ejemplo: "Hambrientos los seres y el vapor caliente, las húmedas coyunturas hacen crack, desperezadas, listas para abrazar las lianas, las redes, las lajas, y a brazo partido las milpas, las veredas y las hachas". Pero las observaciones de Hermann no se quedan solo en Chiapas. En "Blanco", por ejemplo, unas musulmanas en Nueva York van "envueltas en sus velos blancos, palomas de cejas negras", y sus referencias incluyen a Sebald y a Borges, entre otros.

Una de las acciones que hay rescatar en Trópico de la libertad es la renovada y más que nunca necesaria vigencia del poema político, no como un canto destemplado de azucaradas intenciones, sino como ejercicio firme de la experiencia y su denuncia. En "Danza de los espíritus" Bellinghausen entrechoca la voz de un Oficial en una prisión con la de los espíritus que acompañan al prisionero. En "Proletariamente", un poema salido de Acteal, pienso yo, "las arañas de las palabras trepan con las paredes sus nombres propios". En otro tono, en "Capitalismo & Señora", una brevísima y llena de humor alegoría surgida de Brecht o de Otto Dix, la Señora Progreso "se inventa un mundo a su medida y lo tira por el caño y hasta de eso saca renta, la condenada". La defensa de un mundo que nos incluye obliga también, en su incorporación, a su denuncia.
salpicaderas-ottodix.jpg
Un libro de poemas poderoso es como una exposición. Uno se detiene unos cuadros, pasa de largo ante otros. Después junta, asimila, cierne, sopesa. Lo no percibido en la primera vista adquiere ahora volumen, otro contorno, literalmente. Sobresalen entonces los temas continuos: las manos rascando la tierra, las arañas, la necesidad de navegar, la atención a la música, las lecturas certeras. ¿Y el lenguaje? En la exposición de los motivos y el modo de incorporar lo inexcusable con un lenguaje traído desde lo inmediato y lo cotidiano radica su fuerza. En "desde entonces", un poema que regresa a preguntarse de dónde viene uno, Bellinghausen remonta 50 años para confesar que, de niño, "a ratos resultaba aterrador no entender nada pero ¿detenerse? Ni para coger vuelo."Por eso reflexiona inmedia-tamente: "La ruta hacia el abismo, entusiasta, estaba trazada." No hay más que avanzar unas páginas para que esta constante se reafirme: "¿Cansados" Sí, a cada rato. ¿Arrepentidos? ¿De qué? ¿De liberarnos? Qué te pasa". Así, contundente pero sin exclamaciones, dice en "Tríptico de la libertad". Este viaje multicolor, a veces festivo y a veces duro, viene desde entonces y aquí está hoy. Hermann Bellinghausen no había publicado poemas en más de veinte años. Que no se viera no significa que hubiera dejado de estar. Como muchos, yo también había dejado de tenerlo presente. Es una fiesta que, como los dioses mayas o los dioses haidas, haya navegado hasta aquí. Quien no lo lea entenderá menos de qué se trata, y qué trata, la poesía mexicana actual. Es decir, como la cebolla, sin centro. Lo cual es una virtud. 



* La fotografía de The Spirit of Haida Gwaii de Bill Reid es de Bent Oberger tomada de Wikipedia: http://en.wikipedia.org/wiki/Spirit_of_Haida_Gwaii#mediaviewer/File:Bill_Reid_Haida_Gail_01.jpg

 

Publicaciones anteriores
   

Parachoques
42 - Caracoleos. Septiembre de 2011 (1)
43 - El pinball o la abstracción del testigo. Octubre 2011 (2)
44 - Los marcianos llegaron ya. Noviembre 2011 (3)
45 - Dendritas. Una inmensa red de fantasías. Diciembre 2011 - enero 2012 (4)
46 - He traído mi vida hasta aquí (1) Febrero 2012 (5)
47 - He traído mi vida hasta aquí (2) Marzo (6)
48 - Versos de un lado a otro. Abril 2012 (7)
49 - Lectura de los afectos. Mayo 2012 (8)
50 - El poema como circulación. De Thomas Tranströmer a la poesía sueca (primera entrega). Junio-julio 2012 (9)
51 - El poema como circulación (segunda entrega). Agosto 2012 (10)
52 - El poema como circulación (tercera entrega). Septiembre 2012 (11)
53 - El poema como circulación (cuarta entrega). Octubre 2012 (12)
54 - "¿Quién es Edward Hirsch?" (primera entrega). Noviembre (13) 2012
55 - "¿Quién es Edward Hirsch?" (segunda entrega). Diciembre 2012 - enero 2013 (14)
56 - El aliento acre de una poesía irreductible. Febrero 2013 (15)
57 - Gottfried Benn: del estupor cuidado (primera de dos partes). Marzo 2013 (16)
58 - Gottfried Benn: del estupor cuidado (segunda de dos partes). Abril 2013 (17)   


Defensa de la Poesía

No. 3 - Noviembre 2007         
No. 5 - Enero 2008         
No. 6 - Aguascalientes: debate sobre la poesía en México. Febrero2008          
No. 7 - Marzo 2008         
No. 8 - Abril 2008         
No. 9 - Mayo 2008         
No. 10 - Junio 2008         
No. 11 - Julio 2008         
No. 12 - Septiembre 2008         
No. 13 - Octubre 2008         
No. 14 - Noviembre 2008         
No. 15 - Diciembre 2008/Enero 2009         
No. 16 - Febrero 2009         
No. 17 - Marzo 2009         
No. 18 - Abril 2009         
No. 19 - Mayo 2009         
No. 20 - Junio 2009         
No. 21 - Julio/Agosto 2009         
No. 22 - Septiembre 2009         
No. 23 - Octubre 2009         
No. 24 - Noviembre 2009         
No. 25 - Diciembre 2009/Enero 2010      
No. 26 - Febrero 2010         
No. 27 - Marzo 2010         
No. 28 - Abril 2010         
No. 29 - Mayo 2010         
No. 30 - Junio 2010         
No. 31 - Julio/Agosto 2010         
No. 32 - Septiembre 2010         
No. 33 - La playa y el risco. Octubre 2010         
No. 34 - Noviembre 2010         
No. 35 - Las salvajes secas. Diciembre 2010/Enero 2011         
No. 36 - El puente. Febrero 2011         
No. 37 - Virtualidades. Marzo 2011          
No. 38 - Una declaración. Abril 2011         
No. 39 - Lenguaje y erotismo. Mayo 2011          
No. 40 - El juego de hacer versos. Junio 2011         
No. 41 - El carrusel y la alfombra magica. Julio/agosto 2011