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Manuel Mugica
(Ciudad de México, 1985)


Noctámbulo primitivo

A mi sangre, a la que existe

Caín, no resistas la fetidez lúbrica,
grito de guerra para las venas,
un clamor más para el anecdotario;
déjate llevar por todo
y que todo te lleve con ello.

Disfruta las mieses de las uvas
que te convierten en un ser que ignorabas.
Consume cuanto estupefaciente
desfile por tus ojos,
bebe y fuma e inhala,
inyéctate el siglo completo
hasta que babees y convulsiones.

Ya aprendiste a caminar en zigzag,
ya puede el corazón abandonar los tumbos,
ya nada te preocupa,
los actos decadentes son insignificantes,
los has controlado;
te dejas llevar y te funciona,
cualquier culo macizo es tentativa de combate,
no distingues más entre un fantoche y un hombre;
buscas angustiado a Isis,
mas correrás cuando la encuentres
porque crees conocer el hambre
y sólo permaneciste en ayuno.
No sabes caminar con amor en los cuerpos
porque le temes al amor,
ante él no te dejas llevar,
puede arrastrarte
y desgarrar tu piel gigoló
con tus huesos timoratos
que se piensan libres
sin sospechar su andaje osteoporósico.

Ven Caín, y déjate llevar,
el abismo es más fácil, más frágil,
más obscuro;
aquí puedes sembrar tus añoranzas de pompa,
tu necesidad de ghetto,
sólo Dios
—el gran ciego que memorizó la noche—
habrá de juzgarte
cuando la sangre de cada mes
sea derramada en tu pecho,
y teñido de desperdicio
te sueñes en la gloria,
y teñido de desperdicio
te dejes llevar como siempre que te da miedo.

Perdona los defectos de tu hermano
que se dedica a la carne,
mas no toleres sus virtudes;
dancen el infierno
y acribillen el paraíso.

Lo hiciste Caín,
rompiste el futuro de tu hermano
que yace inerte como una piedra
ante la mirada de la luna
y se pudrirá bajo el sol.
Ahora intentarás enterrar tu consecuencia,
pero quien mata a un hombre
mata generaciones enteras.
¡Felicidades!, descubriste la muerte…

Ahora haz esto a todo lo que amas†

 

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