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José Manuel Pintado
(Ciudad de México, 1948)


Para empezar los míos son ninguno
                     y muy a mi pesar también las mías
insoslayable la imposibilidad de posesión de nadie
si además resulta de lo más dudoso
poseer siquiera el rastro de alguna célula encendida
en la soliviantada materia de mi cuerpo

Hecha pues la aclaración
procedo a invocar a los aquellos
que han dejado huella memorable 
                                          perceptible y resonante
a sabiendas o a ignorandas
entre las cuerdas y los alientos del poema

Y aquí van apareciendo
                            los viajeros que no han dejado de ser
quienes son los que han sido y siguen siendo
cómplices confluyentes de la genética que me conforma
y de la disposición que a cada instante me inconforma
contra la condición de mediocridad inverosímil
que nos invade con tanta globalización descontrolada

Mientras desde otras alturas y proximidades
la vida sigue moviendo sus corrientes poderosas
hacia la más pura celebración del caos
donde brilla más inverosímil todavía 
                                                  en su gran perplejidad
la inteligencia del universo y de sus dioses todos
                  de sus altas diosas sobre todo   sobre todos
que a pesar nuestro nos procuran y nos velan
para que tanta parca y tanta parquedad no sean tan ruinosas
en nuestras impiedades                    en nuestras impaciencias



Quieto

De pronto, en los alrededores de las cosas
                                                     todo queda quieto
y es tiempo entonces de agazaparse a fondo
para tomarle pulso y visión a lo que asoma
que no tarda ni un tantito en devenirse
en un hueco que aloja el paso que sucede
como mazorca que va ensartando al cielo su engranal
haciendo andar a las estrellas
                                       en los caminos de la noche
más allá del sol que todo lo obscurece con su brillo
más allá de la luna que da claridad a la quietud
                                                                          de este silencio



La Hipótesis del Equilibrio

Una palabra fulgurante oscila
entre la luz de las estrellas
y mi deseo de viajar a los planetas
que circundan su gravedad 
                                          y sus luceros

No importa qué tan lejos
se encuentran en el tiempo

Aquí la distancia nada tiene que ver
con el instante en que la palabra fulgura
tan brillante como la misma luz
que proviene de su guiño cintilante

Viajo en la palabra viaje
y me instalo en el cráter más profundo
en el valle más acogedor
en la geografía extrema
de un planeta intacto
en el que la palabra me transporta
entre paisajes suculentos
que surgen en cuanto los nombro
entre el precario equilibrio
de la imaginación
y una realidad que ocurre
aquí y ahora    
                                      a millones de años luz
del momento en que termino
                                                           de escribir este poema.

 

 

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