Pedro Serrano: Saña es un libro que acerca los universos de lo poético y lo narrativo y descompone los cajones en que ponemos esos géneros. ¿No será esa forma autocontenida de la narración —porque en los poemas puede haber narración— lo que da la intensidad poética en Saña?
Margo Glantz: Mira, a mí me costaría trabajo juzgar; yo no soy poeta. No he escrito más que tres o cuatro poemas, uno de los cuales se publicó en Cartapacios y ustedes hicieron un trabajo de demolición bastante fuerte, pero puede ser que en este libro haya yo logrado escribir textos poéticos.
Saña pone en crisis el concepto de narración. Es un libro que desdobla la posibilidad de la novela hacia lo que se logra en determinado tipo de poesía fragmentaria.
Bueno, es una escritura que tiene también un elemento de narrativa. Hay narraciones que se van continuando a lo largo del texto, que se van fragmentando. Sí pienso de alguna manera que es una escritura poética, en la medida en que son textos en donde se trata de que no sobre ni una sola palabra, como sucede con cualquier poesía. La poesía tiene que tener un cuidado increíble en manejar la forma y creo que cada uno de los textos de Saña trabaja ese elemento de precisión, de exactitud, de que no sobre ni falte ni una coma ni una letra. No sé si lo haya logrado pero trabajé mucho para que eso se viera. Por otro lado, tiene también ese elemento narrativo en la medida en que hay varios relatos que se van cercenando y al mismo tiempo, persiguiendo unos a otros. Entonces es un libro en donde cada texto, como en la poesía, vale por sí mismo pero al mismo tiempo tiene un valor agregado a los otros textos. El hecho de que esté fragmentado el relato, y de que el relato a la vez se autocontenga, en el pequeño texto que inicia o que desarrolla el relato, es también una forma muy especial de manejar la narrativa.